El reparto equilibrado 60/40 entre renta variable y renta fija ha representado durante décadas una fórmula ideal para obtener una rentabilidad similar a la de la bolsa con una menor volatilidad.

Esto se debe al comportamiento normalmente contrario de ambos activos, ya que cuando la bolsa cae, los inversores se suelen refugiar en la renta fija. Por tanto, esta última sube, actuando de contrapeso y reduciendo las pérdidas de las carteras.

De hecho, en las tres últimas décadas la rentabilidad media anual de una cartera 100% en renta variable -invertida en el índice MSCI World- habría obtenido una rentabilidad del 8,8%. Frente a esto, una cartera con una distribución 60/40 habría obtenido una rentabilidad media anual del 7,6%, pero con una volatilidad casi un 50% inferior.

De estos 30 años, en 24 habríamos obtenido una rentabilidad positiva y solo en seis, un resultado negativo. Y únicamente en uno de ellos la pérdida habría sido superior al 10%. Concretamente en 2008, con un -20,6%.

Además, si combinamos este reparto equilibrado, con un rebalanceo periódico de las carteras -reduciendo o aumentado el peso del activo con mejor comportamiento para volver al reparto 60/40- eliminamos los errores comunes de vender cuando la bolsa baja o comprar cuando ha subido.

Una cartera con una distribución 60/40 habría obtenido una rentabilidad media anual del 7,6% en las tres últimas décadas con la mitad de volatilidad

La duda que se plantean actualmente los inversores es si esta distribución seguirá ofreciendo las mismas ventajas de rentabilidad y menor volatilidad en el futuro, con los tipos de interés de los bonos cercanos a cero. Existe la duda de si la renta fija de las carteras, además de no dar rentabilidad, pueda causar perdidas ante una situación de crisis en los mercados.

La respuesta es compleja y las opiniones son variadas, ya que, durante las caídas de los mercados de marzo del 2020, mientras que la renta fija gubernamental europea subió en rentabilidad -y por tanto bajó en precio-, la renta fija americana tuvo el comportamiento contrario, bajando su rentabilidad y por tanto subiendo su precio.

La solución posiblemente sea introducir nuevos activos en la cartera, que ofrezcan las ventajas de diversificación y de menor correlación, como pueden ser la inversión en fondos de infraestructuras, de capital riesgo, en inmuebles o en oro.

***Antonio Aspas es socio de Buy & Hold