La aparición del dinero ha hecho posible el gran desarrollo de las sociedades humanas permitiéndolas escapar de un estadio primitivo. Ha permitido que nos convirtamos en productores especialistas y consumidores generalizados y podamos separar el momento de la venta del de la compra.

A lo largo de la historia han surgido muchos tipos de dinero (ganado, productos agrícolas, sal, papel, conchas, cobre, plata…) pero ninguno cumplía adecuadamente las características requeridas por el dinero ideal, salvo uno de ellos que acabó imponiéndose a todos las demás: el oro. Su capacidad de transformación (es el metal más dúctil y maleable de todos), su capacidad de atesoramiento (no se descompone ni se deteriora), su escasez relativa (evita la pérdida de valor), su capacidad de división sin merma de valor… Todo ello lo convierte en el activo monetario por antonomasia por cumplir las tres características básicas del dinero: unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor.

La mayor parte de los regímenes monetarios que han existido han estado basados en el metal precioso, pero a partir de 1971 el mundo pasó definitivamente a un régimen de moneda discrecional al abandonar Estados Unidos la convertibilidad, terminando con el régimen que se impuso en Bretton Woods en 1944 donde se acordó que habría una divisa internacional, el dólar estadounidense, pero la Reserva Federal mantendría su convertibilidad con el oro. 

El oro es un bien indestructible, escaso y con una utilidad muy definida: joyería, tecnología e inversión. Los dos primeros usos son muy estables, luego la clave de su valor estará en su demanda como inversión.

¿Tiene sentido la inversión en el metal precioso una vez desaparecida la convertibilidad?

- Los regímenes monetarios actuales están basados en la confianza y sólo tienen un límite: la inflación. Si se pierde esta referencia y se entra en un proceso inflacionario  galopante, habitualmente como consecuencia de una impresión desbocada de dinero    para financiar el gasto público, la divisa de referencia pierde todo su valor, como ha pasado en innumerables ocasiones a lo largo de la historia (Alemania, Yugoslavia, Zimbabue, Argentina…). Por tanto, tiene que haber siempre una relación coherente entre el dinero y la producción real. Estas situaciones no pueden producirse en los regímenes monetarios anteriores, basados en el oro, activo real cuya escasez ha sido demostrada a lo largo de los siglos. Por tanto, la posesión de oro puede actuar de refugio.



- Los bancos centrales siguen considerando al oro como un depósito de valor, siendo una parte muy importante de sus reservas (por ejemplo, si descontásemos las operaciones atípicas de QE de los balances de la Reserva Federal y del BCE veríamos con sorpresa que el oro pesa alrededor del 30% de los mismos). Por su parte, los actuales condicionantes políticos conllevan a que ciertos países emergentes quieran tener menos dependencia de las principales divisas occidentales en un posible viraje del poder económico en el futuro. Dicho todo esto, parece lógico que haya interés privado en invertir en oro, más cuando los Bancos Centrales son grandes inversores y poca gente duda de la capacitación de sus equipos técnicos.



- Los inversores privados han constatado que cuando introducimos oro en una cartera, en el largo plazo, dicha cartera es algo menos rentable pero proporcionalmente menos volátil. Es decir, se mejora claramente el binomio rentabilidad riesgo.



- En estos momentos el coste de mantenimiento de la posesión de oro, con los  menores tipos de interés reales que se recuerdan, es prácticamente residual y sorprendentemente su precio tiene una relación inversa, casi perfecta, con la rentabilidad real de los bonos ligados a la inflación. Éstos parecen ser el mejor proxy para tener un referente de valoración del oro. Nuestra previsión sobre los tipos reales a largo plazo frente a los que descuenta el mercado será el faro que guie nuestras inversiones/desinversiones en el activo.

Datos diarios de Bloomberg

En síntesis, el oro es un activo que no sólo es un protector ante la hipotética destrucción completa del valor de una moneda, sino que también nos protege ante caídas de las rentabilidades reales (muchas veces son consecuencia del aumento inesperado de la inflación) y la presencia del mismo en una cartera mejora el binomio rentabilidad riesgo de la misma, es decir es un buen diversificador del riesgo.  

En líneas generales, es una buena cobertura contra la incertidumbre y debe estar presente en la composición de todo patrimonio financiero. Hoy en día existen vehículos financieros colectivos (ETC y F.I.) que posibilitan poder realizar la inversion física en oro de una manera eficiente.

*** Pedro Mas Ciordia es CEO de Santander Private Banking Gestión.