Transferencias a través de Facebook, solicitar un crédito en Alibaba o pagar con una tarjeta de Apple. Los gigantes tecnológicos aceleran su irrupción en el negocio de la banca tradicional. Y juegan con ventaja. Para empezar, cuentan con acceso a millones de usuarios en todo el mundo y con la suficiente flexibilidad para generar nuevos modelos de negocio a una velocidad de vértigo. 

Facebook fue una de las primeras en morder un pastel hasta hace poco reservado para los bancos, con un servicio de envío de dinero a través de Messenger. Amazon ya permite realizar pagos, préstamos o crear cuentas corrientes en su plataforma. Incluso Google consiguió a finales de 2018 licencia bancaria en Lituania. 

El último movimiento en este proceso ha sido el protagonizado por Apple esta misma semana, con la presentación de la Apple Card, una tarjeta de crédito que la compañía ha desarrollado junto a Goldman Sachs.

CRÍTICAS DESDE EL SECTOR BANCARIO

Los bancos asumieron hace tiempo que el proceso de digitalización es la única forma de sobrevivir a los cambios que ya se están produciendo. Así lo evidencia la creciente inversión en transformación tecnológica o la nueva política de contrataciones con fichajes estrella procedentes de gigantes como Google, Yahoo o Amazon. 

Pero sus movimientos son lentos, siempre pendientes de lo que haga la competencia. “La banca del futuro, esa que ganará dinero prestando todo tipo de servicios para compras, ocio, etc, todavía no existe”, advierte Javier Martín Carretero, director del comité de inversiones de Ursus3 Capital.

Por eso, los rápidos movimientos de compañías como las FAANG (Facebook, Amazon, Apple o Google) han sembrado cierto recelo en la banca española. El mensaje desde el sector es claro: ‘abiertos a la competencia, sí, pero bajo las mismas normas’. 

“No pagan una parte justa de impuestos”, criticaba el pasado noviembre la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, en referencia a la irrupción de los gigantes tecnológicos en el negocio bancario.  El sector coincide en que el interés de estas compañías no es desarrollar la actividad bancaria tal cual, sino aplicar su experiencia de datos para competir en las partes más rentables de la provisión de servicios financieros, como los medios de pago.

Por eso, aseguran no temer a la competencia. José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca (AEB), insiste en que estas empresas son “monopolios en sus segmentos de actividad y están enfocados en el manejo de los datos” y asegura que en el momento en el que entran en el negocio bancario, deben jugar “en igualdad de condiciones de regulación y supervisión, que son mucho más estrictas para nuestras entidades”. 

En este sentido, Santiago Carbó, director ejecutivo del Observatorio de Digitalización Financiera (ODF) de Funcas, considera que si ninguna gran tecnológica ha comprado todavía un banco es precisamente porque no quieren afrontar esa regulación. “Desde un punto de vista financiero estas ‘BigTech’ tienen liquidez suficiente como para adquirir grandes entidades”, indica. “Lo que está por ver es si, sometidas a la misma regulación que los bancos y con las mismas restricciones de solvencia y de protección del consumidor, las ventajas competitivas de las tecnológicas en cuestión de datos son suficientemente potentes”, explica Carbó. 

El experto insiste en que “la regulación bancaria sometería a estas compañías a una circunscripción geográfica más limitada y a un mayor control sobre el manejo de la información de los clientes”. 

De momento, el juego se desarrolla en los medios de pago, “el escalón inherente al proceso comercial que contemplan compañías como Google o Amazon”, explican los expertos. Pero la banca tiene claro que estas empresas son excepcionalmente ágiles y capaces de adaptar sus modelos a lo que el cliente les demande. Al fin y al cabo, ya han avanzado mucho en su principal objetivo: buscar información de sus usuarios para saber qué, cómo y cuándo compran o a quién envían dinero y por qué. 

Carbó ve más lejana la posibilidad de que las tecnológicas puedan ofrecer depósitos y conceder créditos de forma masiva en el corto plazo, precisamente por los requisitos regulatorios que supondría esta actividad. Sin embargo, sí pueden acceder a otros negocios. Es el caso del segmento de la gestión de riesgo, “gracias a su amplio manejo del big data”, explican los analistas. 

UNA NUEVA FORMA DE HACER BANCA

Pese a las críticas, los bancos tienen claro que no hay vida más allá de la digitalización. “Las entidades tradicionales tienen que entender la nueva forma de hacer banca”, asegura Martín Carretero. “Para competir con las tecnológicas, tendrán que ‘regalar’ por lo que hasta ahora cobran”, añade.

Los analistas de Citi coinciden. En un reciente estudio sobre el sector, el banco estadounidense reconoce que las entidades sienten la amenaza de estos nuevos jugadores para sus ingresos y clientes. “La banca tradicional se tienen que asociar con las empresas tecnológicas para crear compañías conjuntas eficaces y así pasar a modelos de negocio más disruptivos”, indican. Solo así, aseguran, conseguirán “transformar en mariposas ágiles su lento movimiento de oruga para ofrecer una mejor experiencia de usuario a los clientes”. 

 “El proceso tiene que ser de aprendizaje mutuo”, insisten desde la AEB. Pero siempre manteniendo el principio de que “a igual actividad igual regulación y supervisión, para favorecer la protección del cliente y la estabilidad financiera”. 

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