El Charging Bull, icono de Wall Street en una imagen de archivo.

El Charging Bull, icono de Wall Street en una imagen de archivo. pixabay

Empresas

El capitalismo quiere sobrevivir a base de más conciencia social

Las grandes empresas tratan de reinventar un modelo económico en el que se ha maximizado el beneficio olvidando el entorno. 

9 noviembre, 2019 02:50

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“Los errores de unos pocos contaminaron la percepción de la opinión pública sobre todos nosotros. Políticos, empresarios, banqueros… eran personas que inspiraban confianza, de repente dejaron de hacerlo [...] Perdimos la confianza” de la gente. Estas palabras de Ana Botín en la Conferencia Internacional de Banca son el reconocimiento de que las élites económicas han asumido que algo se ha hecho mal durante los últimos años para que la sociedad ponga en cuestión el modelo productivo que mayor prosperidad ha traído a la economía mundial: el capitalismo.

Sus palabras se suman ya a la larga voz de empresarios internacionales que alertan de la necesidad de un cambio urgente que frene el auge de los populismos alrededor del mundo. Vox o Podemos en España, son el último ejemplo. Pero en Europa tenemos otros como el movimiento 5 estrellas en Italia, el Frente Nacional de Le Pen en Francia o el propio Trump en Estados Unidos.

Como bien explica el presidente de Caixabank, Jordi Gual, este tipo de movimientos son la respuesta al “miedo, el desasosiego, la ansiedad y la desorientación” que ha generado la combinación entre capitalismo salvaje y revolución tecnológica. O lo que es lo mismo, entre la digitalización y el capitalismo rentista (en palabras del analista económico, Martin Wolf). ¿Qué es el capitalismo rentista? Aquel en el que “el poder de mercado y político permite que empresas y personas privilegiadas puedan extraer parte de las rentas a los demás”.

Maximizar el beneficio

Es lo que en España entendemos como el capitalismo salvaje, y que supone el colapso del único modelo de producción que hay en el mundo desde que cayó el Muro de Berlín y se produjo la revolución de Tiananmén. De aquello hace treinta años, pero fue la consagración del modelo económico capitalista frente a cualquier otro como el comunismo.

Desde sus orígenes ha sido capaz de amoldarse a los cambios productivos y sociales. Tanto, que hay distintas formas de aplicarlo: no es igual cómo se entiende en Estados Unidos (la gran cuna) que en Europa o en China, en donde “vemos unos líderes que han desarrollado el país de forma económica con el capitalismo pero que no se encuadra en una sociedad con valores democráticos”, tal como explica el presidente de EsadeGeo y ex secretario general de la OTAN, Javier Solana.

Durante décadas, y como se puede comprobar en los datos del Banco Mundial, el capitalismo ha servido para reducir los índices de pobreza, pero también para maximizar el beneficio empresarial olvidando a todos los demás grupos de interés que las rodean. No sólo eso, la gran desregulación y las “deficiencias” del sistema (como denomina Shlomo Ben-Ami, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz, a las crisis) han generado también un aumento de la desigualdad.

Esa desigualdad, sumada a la “revolución digital que va a cambiar radicalmente el mercado laboral” va a exigir dar una nueva respuesta social para el que las empresas pueden no estar preparadas, explica Ben-Ami.

Para Javier Solana “hasta ahora había empresarios y trabajadores que se organizaban en sindicatos. Eso trajo la paz social. Ahora los sindicatos están desaparecidos porque la empresa ha cambiado. El rider que es autónomo ahora es un empresario, no un trabajador. Es un nivel estratosférico que ha provocado un nivel de cambio desigual que es el cambio para el populismo”.

Empresa más justa

Pero hay más. Lo decía el presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, Isidro Fainé, esta semana: “Vivimos una nueva era en la que conservar el medio ambiente y la preocupación por la sostenibilidad están más extendidos. Las nuevas generaciones son más individualistas pero tienen una mayor conciencia social”. Unas exigencias que trasladan también a las empresas que operan a su alrededor.

No es de extrañar que con este panorama las empresas quieren virar hacia un capitalismo más responsable. Un modelo económico en el que contribuyan al desarrollo de la sociedad en la que viven, y que se inspira en la declaración que este verano hacía la US Round Table en la que hablaban cómo debían ser esas empresas.

Los mandamientos pasan por “generar valor a los clientes, invertir nuestros empleados, tratar forma ética y justa a nuestros proveedores y generar valor a largo plazo para los accionistas”. Se trata de una concepción que para Jordi Gual puede generar “tensión” entre el corto y el largo porque es “complejo cumplir objetivos sociales sin impactar en las cuentas de resultados”.

Ahora bien, el máximo responsable de La Caixa, insiste en que “si se reflexiona sobre la cuestión, veremos que al tener en cuenta los efectos positivos de esta estrategia stakeholder en la contribución de todos los actores para mejorar el posicionamiento competitivo a largo plazo se verá cómo desaparecen las contradicciones”.

Una reflexión que es urgente acometer, porque para Ben-Ami “si la revolución no se produce desde arriba llegará desde abajo” llevándose todo por delante. Basta para hacerse una idea con mirar esta encuesta realizada por Gallup el pasado mes de mayo en Estados Unidos. En ella se puede comprobar cómo en 1949 el 72% de los ciudadanos veía con buenos ojos el capitalismo, frente al 14% del socialismo o el 9% del comunismo. En 2019 el sistema capitalista es preferido por el 57% frente al 29% que optan por el socialismo.