Bruselas

La pandemia del Covid-19 ha reabierto todas las viejas heridas que fracturan la Unión Europea. La Gran Recesión de 2008-2012 provocó la brecha entre el Sur y el Norte, entre deudores y acreedores. La crisis de los refugiados de 2015 provocó una nueva división con los países del Este como protagonistas, que se negaron siempre a las cuotas obligatorias de migrantes. Gracias al brexit, los 27 países que se quedan recuperaron una cierta unidad: la salida de Reino Unido es una amenaza existencial. Pero con el coronavirus ha vuelto la política de bandos enfrentados que se ha visto en los tres días de cumbre de Bruselas

Equipo de árbitros

El equipo arbitral: Angela Merkel, Emmanuel Macron, Charles Michel y Ursula von der Leyen. UE

Ante la debilidad del presidente del Consejo, Charles Michel, y de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen -elegidos hace un año y a los que la pandemia ha impedido consolidarse-, han sido Emmanuel Macron y Angela Merkel los que han asumido la dirección de la cumbre y el papel de árbitros entre Norte y Sur y entre Este y Oeste. Al fin y al cabo, fueron el presidente francés y la canciller alemana los que pactaron por sorpresa en mayo un fondo de 500.000 millones en subvenciones, que ha servido de base para todas las discusiones posteriores.

Para Merkel, lo que está en juego es su legado europeo ahora que se acerca el final de su carrera política. Durante la crisis del euro, ella era la villana que impuso la austeridad a los países del Sur. Ahora, ha cambiado radicalmente de postura alarmada por la magnitud de la crisis del Covid-19. La canciller ha roto todos los tabúes que defendía tradicionalmente Alemania. El principal, permitir que Bruselas emita deuda a gran escala para financiar la reconstrucción. Su fallo es que no ha sabido convencer a sus tradicionales aliados nórdicos.

A Macron, su presencia en el equipo arbitral le sirve para disimular que Francia es uno de los países donde el impacto económico del Covid-19 será mayor y por ello necesitará mucha ayuda de la UE. Su auténtico bando es el Sur. Charles Michel se revela como el rey de los recortes: sólo hace concesiones a los frugales. El papel de Ursula von der Leyen no está nada claro, pero es en todo caso secundario pese a ser la autora del fondo de 750.000 millones.

El Sur

El Sur: Kyriakos Mitsotakis, Giuseppe Conte, António Costa y Pedro Sánchez. UE

Los países del Sur son los que más se juegan en esta negociación. Italia y España fueron los primeros de la UE en sufrir el golpe de la pandemia y donde el hundimiento económico será mayor por sus debilidades estructurales y su dependencia del turismo. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha asumido sin complejos el mando del Sur en la batalla contra el Norte. "Estamos chocando duramente con Holanda y los frugales", dijo este sábado. "Son unos pocos países que se autodenominan frugales" y que obstaculizan el proyecto europeo, ha vuelto a atacar este domingo.

En contraste, Pedro Sánchez, aunque se juega 140.000 millones de ayudas de la UE, ha mantenido durante la cumbre un perfil público muy bajo. No ha dado ningún tipo de explicación pública sobre los contactos que está manteniendo, sus líneas rojas en la negociación o la marcha de las negociaciones. Lo que se ha sabido de sus reuniones ha sido fundamentalmente a través de lo que han contado otros líderes o de las fotos que publica el servicio de prensa del Consejo Europeo.

En el extremo contrario, el primer ministro griego, el conservador Kyriakos Mitsotakis, ha asumido un protagonismo en la UE muy por encima del peso económico de su país, quizá por la experiencia muy negativa de Grecia con los rescates entre 2010 y 2015. Él fue el primero que acudió al Financial Times, la biblia de Bruselas, para decir que los sureños no aceptarían de nuevo la tutela económica del Norte. En el bando del Sur trabaja activamente también el primer ministro portugués, António Costa. Son simpatizantes el croata Andrej Plenkovic o el esloveno Janez Jansa.

El club de los frugales ampliado

El club de los frugales ampliado: Mark Rutte, Sebastian Kurz, Sanna Marin, Stefan Löfven y Mette Frederikson.

El club de los frugales nórdico tiene un líder indiscutible: el primer ministro holandés, Mark Rutte. Él es el abanderado de las reivindicaciones comunes de su equipo: un fondo de reconstrucción rebajado con préstamos en lugar de subvenciones. Pero además, es más duro que el resto de sus socios en su exigencia de reformas laborales y de pensiones en España e Italia. No le importa que le retraten como el malo de la política y va siempre de cara, no se cansa de repetir sus posiciones en público y a la prensa internacional.

A Rutte le quiere disputar el trono el canciller austriaco, Sebastian Kurz, que a sus 33 años es el líder más joven de la UE pero compite con el primer ministro holandés en exhibición de dureza e intransigencia. También le gusta figurar en la prensa internacional y utiliza Twitter en inglés para difundir sus postulados. En contraste, tanto la danesa Mette Frederiksen como el sueco Stefan Löfven (socialistas como Sánchez), mantienen un perfil bajo y sólo hablan con su prensa nacional.

La gran sorpresa de la cumbre ha sido la finlandesa Sanna Marin -también socialista y de 34 años-, que se ha aliado incondicionalmente a los frugales pese a no pertenecer oficialmente al club. Se aleja así de la postura más moderada y pactista que Finlandia venía exhibiendo en los últimos tiempos. Pero la sorpresa es relativa: en el rescate bancario español de 2012, la ministra de Finanzas finlandesa fue la única que pidió avales a cambio de prestar dinero al Gobierno Mariano Rajoy. Ahora es comisaria: Jutta Urpilainen, también socialista.

El frente del Este (grupo de Visegrado)

El grupo de Visegrado: Igor Matovic, Viktor Orbán, Mateusz Morawiecki y Andrej Babis. UE

Los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) chocan con el Sur en el reparto de los fondos europeos. Temen perder buen parte de las ayudas comunitarias en beneficio de España e Italia, dado que en los países del Este el impacto sanitario y económico del Covid-19 ha sido mucho menos dramático que en el Sur. Pero el Este y el Sur tienen un enemigo común, Mark Rutte, aunque por motivos diferentes. 

El más ruidoso del grupo de Visegrado, Viktor Orbán, aunque el polaco Mateusz Morawiecki compite por el protagonismo. El frente del Este rechaza que las ayudas de la UE se condicionen al respeto del Estado de derecho, la independencia judicial y los valores europeos, una propuesta de la Comisión y cuyos más ardientes defensores son Holanda y los nórdicos. Este mecanismo perjudicaría especialmente a Hungría y Polonia, que tienen expedientes abiertos en Bruselas por su deriva autoritaria. El primer ministro checho, Andrej Babis, y sobre todo el eslovaco Igor Matovic, prefieren el segundo plano.

El resto

El resto de líderes europeos no se juegan demasiado en la cumbre y se esfuerzan por matar el aburrimiento durante las interminables horas de negociaciones, ya que apenas se les convoca a encuentros bilaterales o multilaterales. En esta miscelánea estarían por ejemplo los países bálticos (Estonia, Lituania y Letonia), cuya prioridad es mejorar los pagos directos a los agricultores y las conexiones de transporte con Europa.

También encontramos aquí a la primera ministra belga, Sophie Wilmès, y a su colega luxemburgués, Xavier Bettel, que este sábado se fueron juntos a comer patatas fritas a un quiosco cerca de la sede del Consejo en Bruselas porque no tenían nada más que hacer.

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