Bruselas

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), el italiano Mario Draghi, volverá a ser en 2017 el único líder de la UE dispuesto a actuar para garantizar un rumbo estable en la economía de la eurozona, en un año plagado de turbulencias por el inicio de las negociaciones del brexit y la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos y las elecciones en Holanda, Francia y Alemania. Los riesgos políticos por el auge del populismo, la eurofobia y el proteccionismo lastrarán el crecimiento, que registrará cifras decepcionantes, según todos los organismos internacionales.

Berlín renuncia de nuevo a ejercer de motor económico de los países que comparten el euro. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha tumbado la propuesta de Bruselas de lanzar un tímido estímulo presupuestario de 50.000 millones de euros en 2017 para consolidar la recuperación. Alemania y Holanda son los únicos que tienen margen para aumentar el gasto público, pero tanto Schäuble como el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, se atrincheran en la disciplina fiscal sin concesiones.

Tampoco los países sin margen de maniobra, como España, atienden las recomendaciones de Draghi: recortar el gasto público, bajar impuestos y aumentar la inversión. El nuevo Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho lo contrario. Además, la mayoría de Estados miembros han paralizado las reformas necesarias para aumentar la productividad y el empleo y lo fían todo al estímulo monetario del BCE.

En la última cumbre del año en Bruselas, Draghi avisó a los líderes de los 28 de que los riesgos derivados del "inusual" número de comicios en 2017 amenazan con poner de nuevo al descubierto las debilidades estructurales de la eurozona. El desfile electoral comienza el 15 de marzo en Holanda, donde el islamófobo Geert Wilders y su Partido por la Libertad, que quiere emular el brexit, lidera las encuestas. 

Los sondeos dan también por seguro que la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, pasará a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas el 7 de mayo. Y pronostican un fuerte avance del partido euroescéptico y antiinmigración Alternativa por Alemania en las elecciones germanas de otoño, sobre todo tras el ataque de Berlín. Pese a su auge, todos los analistas descartan que los populistas puedan llegar al poder en ninguno de los tres países fundadores de la UE en 2017. Pero los expertos tampoco supieron ver el brexit o la victoria de Trump.

El impacto económico del brexit sigue siendo una incógnita. La recesión inmediata que auguraban muchos analistas en Reino Unido no se ha cumplido. Pero Bruselas ha rebajado hasta el 1% su previsión de crecimiento para la economía británica en 2017, casi la mitad del 1,9% este año. La primera ministra, Theresa May, tiene previsto activar la cláusula de divorcio en marzo y desvelar el tipo de relación que quiere mantener con la UE. El BCE sostiene que el brexit será más duro para Londres que para el resto de Europa, pero avisa que las consecuencias serán mayores cuanto más se prolongue la incertidumbre.

Incertidumbre en todas partes

"La incertidumbre prevalece en todas partes", dijo Draghi en su última rueda de prensa del año. Este es el principal factor que ha llevado al BCE a extender su programa de estímulo monetario, que estaba previsto que concluyera en marzo, hasta el final de 2017, cubriendo así todo el periodo electoral en la eurozona. La maniobra provocó confusión porque el volumen de compra de deuda pública y privada se reducirá a partir de abril de 80.000 a 60.000 millones de euros mensuales. Pero el banquero italiano sostiene que ni siquiera se ha discutido poner fin a los estímulos monetarios.

Ante los riesgos políticos, lo que deben hacer los bancos centrales es "mantener una mano firme y continuar con la acomodación monetaria", alega Draghi. "La presencia del BCE en los mercados va a prolongarse durante un largo periodo de tiempo", insiste, en un intento de calmar a los mercados.

Pero ni siquiera la intervención del Banco Central Europeo servirá para sacar a la eurozona de su atonía el año que viene. La recuperación proseguirá, pero a un ritmo anémico y mediocre. El crecimiento de los países que comparten la moneda única apenas llegará al 1,5% (según Bruselas) o como mucho al 1,7% (según el BCE). Entre los grandes países, España será el que más crezca -aunque su economía se ralentizará del 3,2% en 2016 al 2,3% el año que viene-, por delante de Alemania (1,5%), Francia (1,4%) e Italia (0,9%).

La eurozona ya no podrá beneficiarse de los vientos de cola que han apuntalado la recuperación en los últimos años, como los bajos precios de la energía o la depreciación del euro. El petróleo empieza a subir y el fortalecimiento de la moneda única perjudicará a las exportaciones. Otros factores que podrían lastrar el crecimiento son la subida de tipos en Estados Unidos, un ajuste brusco en China, los conflictos en Siria, Irak y Ucrania o la amenaza terrorista en Europa, según las últimas previsiones de la Comisión.

Bruselas tampoco descarta que vuelvan los problemas a los países rescatados durante la crisis. El tercer programa de asistencia financiera a Grecia peligra por la guerra de todos contra todos entre el FMI, la UE y Atenas. Y sigue preocupando la situación del sector bancario -no sólo en Italia sino también en otros países como Portugal- debido a la baja rentabilidad, la elevada fragmentación y el gran número de créditos morosos. La lentitud de la recuperación agrava el riesgo de que la eurozona quede atrapada en un círculo vicioso de bajo crecimiento.

Freno a la integración

En estos "tiempos difíciles", como los define la Comisión, resurge la inquietud por las debilidades estructurales de la eurozona, cuya corrección se ha quedado a medio camino tras la Gran Recesión de 2008 y que podrían acabar en ruptura en caso de nuevas turbulencias. No sólo Draghi: también los principales organismos económicos internacionales, como el FMI o la OCDE, reclaman a la UE que complete la unión bancaria y avance en la mutualización de riesgos para aumentar su resistencia frente a futuras crisis.

La Comisión Europea presentará durante el primer semestre de 2017 un paquete de propuestas para avanzar en la integración de la eurozona. De nuevo se pondrán sobre la mesa iniciativas como la creación de un presupuesto común para pagar por ejemplo las prestaciones por desempleo en países en crisis. O la puesta en marcha de un Tesoro europeo que dé los primeros pasos para emitir eurobonos.

Pero ninguna de estas medidas tiene posibilidades de prosperar, al menos a corto plazo, debido a la postura inflexible de Berlín, que no quiere pagar por los excesos en otros países. Alemania bloquea incluso medidas mucho más modestas, como la creación de un sistema común de garantía de depósitos bancarios en la UE. Este era el tercer pilar de la unión bancaria (junto con la supervisión única a cargo del BCE y el fondo europeo para quiebras bancarias), pero la propuesta que Bruselas presentó en 2015 no ha avanzado. 

“No puede ser que sigamos acumulando riesgos cada vez mayores y que algunos no cumplan las reglas y que más tarde digamos que ahora hay que compartir los riesgos”, repite incansable Schäuble.

A falta de reformas estructurales en los países miembros, de estímulos presupuestarios y de medidas para reforzar la estructura de la eurozona, la evolución de la economía europea en 2017 vuelve a estar en manos de Draghi y el BCE.

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