Roma

Cuando Matteo Renzi acudió el pasado lunes a comunicarle su dimisión al presidente de la República, Sergio Mattarella, éste le pidió tiempo en aras de la estabilidad. Tiempo para aprobar al menos los Presupuestos de 2017, que corrían el riesgo de quedar empantanados en medio del caos político provocado por el fiasco del primer ministro.

A Renzi le quemaba el asiento, ansioso por desaparecer para evitar un mayor desgaste –quién sabe si pensando en su vuelta–, mientras que Mattarella se convertía en el garante de la calma en los mercados, que no fueron excesivamente crueles con Italia... Hasta ayer, cuando se supo que el Banco Central Europeo (BCE) se negaba a darle más tiempo al Monte dei Paschi de Siena (MPS) para reunir los 5.000 millones que necesita para recapitalizarse. 

El primer ministro accedió y pasó el trámite de los presupuestos en sólo 48 horas, vinculándolos a una moción de confianza del Gobierno, que le permitía pasar el examen en el Senado sin tener que estudiar enmiendas. Las cuentas del Estado prevén un estímulo de unos 27.000 millones destinados a aumentar las pensiones más bajas, rebajar impuestos a las empresas o incrementar el gasto sanitario. Además incluye partidas especiales de 3.000 millones para gestionar la crisis migratoria y 3.500 millones para asistir a las víctimas de los pasados terremotos.

El problema es que con este presupuesto “expansivo”, en palabras de Matteo Renzi, el déficit se iría al 2,3%, una cifra que la Comisión Europea ya afirmó que no estaba dispuesta a aceptar. Las prisas han provocado que Italia apruebe de forma urgente la ley, pero el Eurogrupo ya advirtió a Roma el pasado lunes –después del anuncio de dimisión de Renzi– que “tome las medidas adecuadas para cumplir con las normas del Pacto de Estabilidad”.

Italia se enfrenta así a ser sancionada. Aunque no es el déficit lo que más preocupa en el país transalpino, sino la salud de sus entidades financieras. El Monte dei Paschi de Siena, el banco más antiguo del mundo, está en el ojo del huracán y todas las quinielas apuntan a que tendrá que ser sometido a una intervención pública para superar sus problemas de capitalización. Desde el banco y el Gobierno maniobraron a última hora del viernes para evitar tomar esta decisión este fin de semana, aunque el diario La Repubblica asegura que el decreto de intervención ya está redactado.

Entrada a la sede de Monte dei Paschi en Siena. Stefano Rellandini Reuters

Según el último test de estrés coordinados por el Banco Central Europeo (BCE) y la Autoridad Europea Bancaria (EBA), sólo el MPS estaría en serios problemas. Más ahora que el plan aprobado para captar 5.000 millones de aquí a final de año tiene todas las opciones de fracasar. El fondo soberano de Qatar (QIA) tenía previsto participar en la capitalización con más de 1.000 millones, pero la incertidumbre política ha congelado sus planes.

Monte dei Paschi solicitó una prórroga de 20 días (con fecha límite a 20 de enero) para alcanzar esos 5.000 millones, pero la negativa del BCE a este tiempo 'extra' le empuja al rescate público. El problema es que esta intervención va en contra de la directiva europea que establece que los accionistas deben asumir las pérdidas en caso de intervención, por lo que quedaría en manos de Bruselas aceptar el incumplimiento o condenar al Monte dei Paschi.

Asegura además el diario La Stampa, que esta solución “sólo significaría un parche en un recipiente lleno de agujeros”, por lo que el ministro de Economía, Gian Carlo Padoan, estaría planteando pedir una ayuda al Mecanismo Europeo de Estabilidad por valor de 15.000 millones. Se lamentan en Italia de que en 2012 España pudo acceder a más de 40.000 millones en este mismo mercado, a lo que el entonces Gobierno de Mario Monti se negó. Sin embargo, ahora las reglas han cambiado, precisamente para evitar intervenciones de ese tipo.

Los sucesivos gobiernos han ido posponiendo esta decisión y dejándosela al que venía después

Según el profesor de Finanzas de la Universidad de Chicago Booth School of Bussiness, Luigi Zingales, el problema es que “los sucesivos gobiernos han ido posponiendo esta decisión y dejándosela al que venía después”. Para él, la solución sería dirigirse a la misma ventanilla a la que acudió España, “alegando riesgo sistémico de la banca, aunque esto tuviera consecuencias políticas”.

Para el profesor de la Universidad de Tor Vergata, Lorenzo Pecchi, con amplia experiencia en el sector bancario y el Departamento del Tesoro italiano, los problemas de Monte dei Paschi, sin embargo, “no deberían amenazar al resto del sistema financiero”. “Unicredit debe aumentar su capital y el resto de bancos pequeños están en proceso de reestructuración, pero pese a las condiciones desfavorables de mercado, no veo riesgo de contagio”, opina.

Y lejos de hundirse, los bancos italianos acumulan ganancias en bolsa de doble dígito durante la semana (excepto Monte dei Paschi), lo que ha provocado también que el MIB de Milán haya ganado más de un 7,5% desde el fracaso del referéndum constitucional. Sin embargo, los problemas de morosidad siguen ahí, pues se calcula que las entidades del país acumulan cerca de 360.000 millones en créditos morosos, casi un tercio del total europeo.

Mario Draghi, presidente del BCE. Reuters

Italia debe poner freno a esa sangría, controlar la deuda pública -que no baja del 130%– y relanzar un crecimiento que el FMI estima para 2017 del 0,9%. Moody’s ha rebajado la calificación del crédito italiano de estable a negativo (se mantiene en el nivel Baa2), mientras que el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, tranquilizó los ánimos al asegurar a una radio francesa que no teme una crisis bancaria italiana.

Las buenas noticias para el país transalpino llegan de Frankfurt. Porque el presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, aseguró este jueves que piensa mantener su política de compra de activos públicos y privados hasta diciembre de 2017, pese a que a partir de abril la cantidad se reducirá de 80.000 a 60.000 millones.

Pese a que Draghi tuvo que remarcar que su intención no es proteger a su país, el Estado italiano se lleva beneficiando de esta medida desde su puesta en marcha en 2014. Esto explica que el diferencial entre el bono alemán y el italiano se mantenga estable por debajo de los 200 puntos (cerró en 147 tras el anuncio de Draghi), mientras que en la crisis de 2011 en la que Mario Monti –al frente de un Gobierno técnico– sustituyó a Silvio Berlusconi como primer ministro, la prima de riesgo se disparó por encima de los 500 puntos.

Noticias relacionadas