Bruselas

Las nuevas medidas anunciadas este jueves por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, han dado lugar a interpretaciones contradictorias de analistas, operadores del mercado y periodistas. ¿Se trata de prologar indefinidamente el plan de compra de deuda que el BCE puso en marcha en marzo de 2015? ¿O es el principio del fin (tapering, en jerga financiera) de este programa de estímulo monetario? Ni siquiera las dotes de mago de la comunicación que se le reconocen a Draghi le han servido esta vez para imponer su mensaje.

La confusión tiene su origen en que el BCE ha hecho un movimiento en ambas direcciones. Por un lado, amplía en nueve meses la compra de deuda, que en principio estaba previsto que expirara en marzo de 2017. Ahora durará hasta el final del año que viene. Es algo que ya habían descontado los mercados. Pero por otro lado, reduce el volumen de las adquisiciones. Hasta marzo, Draghi mantendrá el ritmo actual de 80.000 millones al mes. Entre marzo y diciembre del año que viene el programa se reduce a 60.000 millones al mes.

Este recorte ha sorprendido a los mercados y muchos analistas han interpretado que se trata del pistoletazo de salida para una disminución paulatina, mes a mes, de los estímulos monetarios, como ya ha hecho la Reserva Federal estadounidense. 

Algunos de los consejeros del ala dura del BCE, como el luxemburgués Yves Mersch, habían sugerido en las últimas semanas que es necesario empezar a hablar del tapering porque la política monetaria ha alcanzado sus límites. También el presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, ha denunciado que el dinero barato desincentiva las reformas necesarias en los países del euro.

Durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno del BCE, Draghi ha admitido que se discutieron dos opciones: seguir al ritmo actual de 80.000 millones hasta el final de 2017 o bajar a 60.000 millones a partir de marzo. La decisión final se adoptó con "un consenso muy amplio". Según la prensa alemana, Weidmann se ha opuesto a prorrogar el plan de compra de deuda.

El banquero italiano da un motivo para justificar el recorte: ya no hay un riesgo inminente de deflación en la eurozona, que es lo que llevó a situar en 80.000 millones el ritmo de adquisiciones en marzo de este año.

A las múltiples preguntas de los periodistas sobre esta cuestión, el presidente del BCE ha repetido una y otra vez que durante el Consejo de Gobierno no se ha hablado del tapering. ¿Cuál es la diferencia?, le han interrogado. "Tapering es un proceso mediante el que el volumen de compras se reduce progresivamente hasta cero. Eso ni siquiera ha estado sobre la mesa", ha asegurado Draghi.

Riesgo político en máximos

Su segundo argumento es que el BCE se reserva la posibilidad de volver a aumentar el volumen de compra de deuda e incluso de prolongarla más allá de 2017. Eso ocurrirá, según el banquero italiano, si la situación económica empeora y la inflación no remonta hasta el objetivo del 2%.

Draghi pronostica que la recuperación de la eurozona proseguirá aunque a ritmo "moderado", por culpa sobre todo de la falta de reformas en los países miembros y de los ajustes pendientes en los balances de algunos sectores. Los países del euro crecerán un 1,7% este año y en 2017 y un 1,6% en 2018 y 2019, según las últimas previsiones del BCE. La inflación pasará del 0,2% este año al 1,3% en 2017, el 1,5% en 2018 y el 1,7% en 2019, todavía por debajo del objetivo del 2%.

No obstante, todavía predominan los "riesgos a la baja" para este escenario. Y la mayor parte de los riesgos vienen de la "incertidumbre política" provocada por acontecimientos como el brexit, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos o la victoria del 'no' en el referéndum constitucional de Italia, que ha llevado a la dimisión del primer ministro, Matteo Renzi, y ha agravado la crisis de la banca.

"Sólo hay que mirar el calendario electoral del próximo año", ha dicho Draghi en referencia a las elecciones en Holanda, Francia y Alemania y al riesgo de que los partidos populistas avancen posiciones en los tres países. 

En este contexto de incertidumbre, lo que deben hacer los bancos centrales es "mantener una mano firme y continuar con la acomodación monetaria", sostiene el banquero italiano. "La presencia del BCE en los mercados va a prolongarse durante un largo periodo de tiempo" para poder seguir ejerciendo presión sobre los precios aunque "sin manipularlos", ha insistido.

Bajar impuestos y recortar el gasto

Otra de las razones que han llevado al Banco Central Europeo a ampliar su programa de estímulos es la incapacidad de los Gobiernos de la eurozona para asumir el relevo. Draghi ha vuelto a repetir este jueves que el BCE no puede sostener en solitario la recuperación, y que se necesitan también reformas estructurales en los países miembros y en la UE y una política presupuestaria más activista.

Pero Alemania y Holanda tumbaron en el Eurogrupo del pasado lunes la propuesta de Bruselas de lanzar un estímulo fiscal en la eurozona por valor de 50.000 millones de euros. Este aumento del gasto público tendría que haber sido asumido en su mayor parte por Berlín y La Haya, ya que son los únicos países con margen presupuestario para hacerlo. Pero los dos Gobiernos se oponen.

Al ser preguntado por esta cuestión, Draghi ha señalado que incluso los países sin margen fiscal, como España, pueden contribuir al crecimiento cambiando la composición de sus presupuestos. Eso debería traducirse en una rebaja de impuestos acompañada de un recorte del gasto público y un aumento de la inversión, ha explicado. Es decir, justo lo contrario de lo que acaba de hacer el Gobierno de Mariano Rajoy para los Presupuestos de 2017.

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