Berlín

"¡Millones de viajeros de tren pueden respirar tranquilos!". No exageraba el diario Bild, el más leído de Alemania, cuando informaba esta semana del acuerdo que habían cerrado la Deutsche Bahn, la gran empresa del ferrocarril alemana, y el Sindicato Alemán de Maquinistas (GDL, por sus siglas alemanas).

Durante meses, las huelgas de este sindicato han perturbado el normal funcionamiento del servicio de transporte ferroviario en Alemania. Hasta seis huelgas ha convocado el GDL en los últimos meses. Una de esas movilizaciones ha sido la mayor de la historia que se recuerda en el sector.

Al final, se han conseguido las mejoras laborales que querían en GDL, que incluyen, entre otras cosas, menos horas de trabajo por el mismo salario y compensaciones económicas para amortiguar la elevada inflación desatada por la crisis energética, resultado de la guerra entre Rusia y Ucrania. Alemania, hasta 2023, era dependiente de los hidrocarburos rusos, especialmente del gas natural.

Un tren de Deutsche Bahn durante una jornada de huelga. Julian Stratenschulte / dpa Europa Press

Tras semanas de negociación, según trascendía a principios de esta semana, de aquí a 2029, la semana laboral de los maquinistas de Deutsche Bahn se reducirá de 38 a 35 horas. Además, los maquinistas se beneficiarán de aumentos salariales de hasta 420 euros al mes, y recibirán 2.850 euros libres de impuestos para compensar la inflación.

Sin embargo, hay un efecto perverso que también han logrado las movilizaciones de GDL. Haber perturbado insistentemente el tráfico por vía férrea en el país no sólo ha tenido como consecuencia mejoras para los afiliados de ese sindicato.

100 millones diarios

También ha traído consigo un planteamiento de incierto final para el futuro de las relaciones laborales del país y de la propia coalición entre socialdemócratas, ecologistas y liberales, que lidera el canciller Olaf Scholz (socialdemócrata).

Es un debate sobre qué hacer con el derecho a la huelga para evitar que sindicatos como GDL puedan, según los críticos de dicha organización, "secuestrar" a los ciudadanos del país cada vez que se movilicen, como han hecho de un tiempo a esta parte.

En la patronal, de hecho, estiman que cada día de huelga, como los que ha vivido Alemania durante lo peor del conflicto entre GDL y Deutsche Bahn, le costaba a la economía teutona 100 millones de euros.

Ese coste económico, más el descontento social, resulta inasumible para políticos de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el principal partido de la oposición en el Bundestag. Desde la CDU, la diputada Gitta Connemann, responsable de temas económicos relacionados con pequeñas y medianas empresas, ha planteado cambiar la legislación del derecho a la huelga, limitándolo e introduciendo la condición de que los paros estén precedidos, al menos, de cuatro días de preaviso en según qué sectores.

Huelga en aeropuertos alemanes convocada por Ver.di. Bernd Thissen / dpa Europa Press

A buen seguro que Connemann tenía en la cabeza cuando lanzaba esa idea el sector ferroviario y el del transporte aéreo. El sindicato Ver.di, la mayor organización de trabajadores del sector servicios de Alemania, también ha sido protagonista de recurrentes movilizaciones que han dejado sin vuelos a decenas de miles de viajeros en los últimos meses.

La idea de Connemann, sin embargo, no es uno de esos planteamientos que hayan rebotado sin efecto alguno en el debate político alemán. De hecho, ha generado una discusión política en la que el partido de los liberales alemanes, el también gubernamental FDP, se ha enfrentado a sus socios en la mayoría del Ejecutivo.

Minisindicatos

Christian Dürr, uno de los políticos liberales más influyentes del partido, se declaraba a favor de "ver si hay que modernizar las reglas para hacer huelga en los sectores de las infraestructuras críticas el país", en unas declaraciones al diario Augsburger Allgemeine. 

En una línea similar se ha manifestado el secretario general del FDP, el político de origen iraní Bijan Djir-Sarai. Hace unos días, Djir-Sarai decía al dominical del diario Bild, el Bild am Sonntag, que "hay que hablar de un recorte general del derecho a la huelga en sectores sensibles".

No es sin motivo que al FDP se le ha visto estos días con intención de "acabar con el poder de los minisindicatos", como puede ser GDL, según los términos del periódico económico Handelsblatt. GDL cuenta con una estructura organizativa compuesta por medio centenar de personas, está liderado por el veterano sindicalista Claus Weselsky y reivindica unos 40.000 afiliados. La Deutsche Bahn da trabajo en todo el mundo a unas 338.000 personas. De ellas, 211.000 trabajan en Alemania.

Desde el FDP se ha llegado a poner estos días de ejemplo para Scholz a la premier británica Margaret Thatcher, por el pulso que la lideresa conservadora ganó a los sindicatos de su país en los año ochenta. "Scholz tiene que hacer como hizo Thatcher" porque "es inaceptable que todo un país se deje zarandear por un líder sindical intransigente y obstinado", ha dicho el también liberal Frank Schäffer, responsable de asuntos financieros del FDP.

Distancias en la coalición

Qué hacer frente a las huelgas se ha convertido en otro punto de choque entre los miembros de la coalición que dirige Scholz. En el SPD, el partido de Scholz, han querido deshacerse del debate diciendo que "no existe", si de lo que se trata es de recortar el derecho de huelga.

En Los Verdes, la secretaria general, Ricarda Lang, ha salido a la palestra para decir que el "derecho a la huelga es parte de la democracia liberal" y que hay que diferenciar entre "estar enervado" por una huelga como las que han podido organizar recientemente GDL o Ver.di, y "sacar el hacha" contra el derecho de huelga. Hay que entender con esto que los ecologistas y socialdemócratas se oponen a los planteamientos sobre la huelga que se hacen los liberales estos días.

El canciller alemán Olaf Scholz, en una imagen de archivo. Kay Nietfeld / dpa Europa Press

El FDP, que es el partido que peor va en las encuestas de intención de voto en este superaño electoral -con elecciones europeas y en tres Länder del Este germano, como son Turingia, Sajonia y Brandeburgo-, parece querer desmarcarse del impopular Ejecutivo del que forma parte. Según los sondeos, sólo un 18% de los alemanes dice estar "un poco" satisfecho con el trabajo de Scholz y compañía. Apenas un 1% dice estar muy satisfecho. Todo esto, en un clima económico degradado, marcado por la desaceleración económica y la recesión del año pasado.

Si hubiera elecciones generales en Alemania este domingo, ganaría la CDU, a la que se atribuye un tercio de los votos. La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se quedaría con un quinto del electorado. Socialdemócratas y Los Verdes no superan el 15% en las encuestas. Los liberales deberían luchar en esas hipotéticas elecciones por estar por encima del 5% necesario para lograr representación parlamentaria.