El World Economic Forum celebró su esperada reunión anual en Davos durante los pasados días 15 y 19 de enero. Los líderes mundiales se congregan allí desde hace ya varios años para discutir sobre los grandes problemas del mundo y ver cómo darles solución.

Hubo una época en que algo que se decía en Davos podía provocar un pequeño cataclismo, ya saben: una caída en bolsa de todo un sector económico, un anuncio inesperado desde el gobierno de algún país o, incluso, los ciudadanos podían modificar sus grandes decisiones de consumo, ahorro e inversión.

El encuentro ha ejercido históricamente de oráculo del mundo económico y político global. Al fin y al cabo, allí se congregan todos los que mandan, y dicen saber mucho de los grandes males del mundo. Ahora a la sociedad pública mundial le pasa como a las democracias, que cada vez hacen menos caso a sus intelectuales por aquello de ese mal que se extiende sin remisión llamado edadismo.

Lo de Davos, qué quieren que les diga, ha decaído bastante. Para empezar, no sé por qué siguen insistiendo en celebrar una cumbre de esta naturaleza en un pueblo apartado de los Alpes suizos, con el engorro que supone llevar allí a tanto mandatario. ¿No sería más fácil hacerlo en Nueva York, Londres o Shangai, por decir tres grandes urbes así a lo bruto?

Tengo un amigo que dice que Davos es la esencia de la contradicción humana: un lugar donde se habla sin parar de luchar contra el cambio climático por parte de gente que llega allí en aviones privados, que se aloja en hoteles lujosos y donde se beben más botellas de Don Perignon per cápita que en cualquier otro lugar del año. Muy alineado el escenario, en todo caso, con la esencia de esta etapa histórica de la humanidad que nos ha tocado vivir. Soy de los que piensa que los líderes son siempre el fiel reflejo de nuestras sociedades, decimos a veces que no nos gustan, pero les aseguro que visto el panorama estamos bien representados por ellos.

Como en esta columna solemos hablar del progreso económico y social al hilo de las grandes transformaciones tecnológicas e innovadoras, me interesó sobremanera el título con el que Davos 2024 se presentó ante el mundo mundial: "Reconstruyendo la confianza en el futuro". Esto tiene su aquel porque, normalmente, todos los líderes políticos suelen decir en sus comparecencias públicas que tienen mucha confianza en el futuro (básicamente porque quieren seguir siendo los más votados), pero lo que no sabíamos es que la cosa andaba tan mal y que van a Davos a decir otra cosa distinta a lo que dicen en su casa.

O sea que antes de Davos no teníamos mucha fe en el porvenir, pero después de cuatro días de sesiones frenéticas, ya hemos recuperado nuestra ilusión por lo que va a acontecer.

He elegido siete (por aquello de ser un número mágico, y parece que es eso precisamente, magia, lo que nos vende el oráculo de esta cumbre) momentos y/o conclusiones del cónclave. Por si alguno de ustedes quiere leer o escuchar lo más importante que se dijo allí, pueden consultarlo en esta dirección. También, dejo patente, de paso, que las sentencias de las que parto en mi análisis no son invento mío, ni estoy retorciendo lo que allá se dijo, como pudiera parecer un lector incrédulo al leerlas. Todas sin excepción están extraídas de la web oficial del evento.

1) La primera conclusión, según el comunicado oficial de la propia organización, ha sido de manera literal que "los líderes deben aunar esfuerzos". Me atrevo a subrayar que, para llegar a semejante conclusión, no hacía falta reunirse. O quizás sí, uno ya no sabe bien. Aquí ya se observa un primer indicio de presbicia en el ojo clínico de Davos. Cuando la geopolítica manda –¡y cuándo no lo ha hecho!–, los consensos internacionales ceden su paso a los intereses nacionales. Esto es de primero de Relaciones Internacionales y sorprende que se sigan escribiendo estas frases en modo wishful thinking.

2) “La economía mundial mostró una marcada resiliencia el año pasado, afirmó Christian Lindner, pero como nos recordaron Ngozi Okonjo-Iweala y David Rubenstein, las previsiones son difíciles. Estamos pasando a la 'no normalidad', dijo Christine Lagarde". Esto se puede leer de forma literal en la web del WEF. Vamos a ver, que las previsiones son difíciles lo sabe cualquier hijo de vecino (y también los que de verdad se dedican a eso). Decir que hay incertidumbres en la economía mundial y riesgos no es precisamente la mejor forma de reconstruir la confianza, bajo mi modesto parecer.

Respecto al comentario de Lagarde, lo único que puedo decir al respecto es que mis conocimientos de hermenéutica no dan para tanto. Pero lo que sí es seguro es que ella es la Presidenta del Banco Central Europeo y nuestras cuotas hipotecarias están en sus manos. Y eso ya parece más preocupante a tenor de estas reflexiones que realiza en voz alta.

3) Ya con la siguiente conclusión de la cumbre vamos entrando en temáticas más interesantes. Según nuestros líderes "en el futuro los seres humanos vamos a tener mejores herramientas". Se estaban refiriendo a la IA, a la que compararon con la máquina de vapor, y entiendo también que a las hachas neolíticas. Pero lo que no nos dijeron es para qué las queremos o para qué las necesitamos, que son un poco mi obsesión enfermiza con la IA de marras, como dejo patente en mis últimas tribunas en este periódico.

Eso sí, nuestro presidente del Gobierno esbozó allí su preocupación por la gobernanza y los riesgos de estas herramientas de inteligencia artificial. Al César lo que es del César. Menos mal que hay alguien liderando en el mundo este debate.

 4) Reconozco que con la cuarta conclusión entramos en territorio ignoto. El nuevo presidente del Banco Mundial, Ajay Banga, afirmó que tenemos una "crisis climática existencial" y también que "el sentido de la urgencia es nuestra única salvación". No me negarán ustedes que para recuperar la confianza no hay mejor manera de animar a los queridos conciudadanos de todo el globo terráqueo. Ni Paulo Coelho alcanza semejante grado de lucidez.

Uno que siempre ha tenido un cierto sentido trágico de la vida, no debería sorprenderse de estas cosas, pero creo que tenemos un serio problema cuando el futuro se dibuja con el pincel del apocalipsis climático y la única cosa que se le dice a las generaciones presentes es que tienen con urgencia que renunciar a sus actuales modelos de bienestar para que no se cumpla una hipótesis, la del futuro desastroso para todos. Esto sí que es "doctrina del Shock" en vena. Aquí deberían volver a leer la segunda conclusión y aquella brillante frase-eslogan: "las previsiones son difíciles" y, así, pueden cerrar el círculo de la reflexión.

 5) Y en estas llegó Javier Milei y montó el escándalo, que diría Rafael: "Estoy acá para decirles que Occidente está en peligro. En todo el mundo, los líderes que deben defender sus valores se encuentran cooptados por una visión del mundo que conduce al socialismo y a la pobreza". Si hiciésemos caso a lo que la izquierda mundial siempre ha pensado de Davos (una reunión de los mandamases del capitalismo) la advertencia del presidente argentino sería una broma. Pero hete aquí que la cumbre habla de otras cosas, o no.

Siempre he sido un pragmático en este sentido: hay suficientes evidencias en política económica para saber qué sectores de la economía y la sociedad gestiona mejor el Estado y en cuáles lo hacen mejor las empresas y el mercado, desde el punto de vista del óptimo social. Ha sido la combinación inteligente de ambas esferas la que nos ha llevado a alcanzar altas cotas de bienestar en ciertas partes del mundo. Pero esto comienza a ser (Estado vs Mercado, Colectivismo vs Libertad) como las guerras de moros y cristianos. No hay manera de introducir racionalidad en el debate.

 6) La cumbre en la parte que nos interesa desde el punto de vista de nuestra comunidad de vecinos, dejó una foto para la posteridad entre el presidente Sánchez y algunos CEOs y directivos de empresas españolas presentes en Suiza. Dado que, precisamente, el presidente español había llamado a las empresas del mundo a defender a los trabajadores y a la democracia (es decir, como si fueran sindicatos) extrañó en cierto modo la forma elegida para convencer de semejante máxima a los directivos españoles.

Si lo que se trataba era, haciendo honor al eslogan de la cumbre, de recuperar la confianza, la cosa no debió de salir bien. La foto que se publicó del encuentro era toda una declaración de principios. He estado en entierros más coloridos y alegres que lo que esa escenografía transmitía. Doctores tiene la Iglesia en esta materia y estando Sánchez, evidentemente, entre doctores andaba el juego.

7) Puede que piensen a estas alturas del artículo que hasta ahora he estado escribiendo un texto nihilista y bromista para reírme de todo. Reconozco que puede dar esa impresión, pero nada más lejos de la realidad.

Lo diré de otro modo: si este tipo de mensajes, ideas y conferencias son lo único que tienen que aportar nuestras élites mundiales, creo que tenemos un serio problema. Ahora se dice que vivimos en tiempos difíciles –en mi opinión siempre lo fueron, díganselo si no a quienes tuvieron que vivir guerras mundiales, hambrunas, sangrientas revoluciones o tantos cataclismos–, pero la generación de seres humanos que mejor ha vivido hasta hoy (con todas nuestras desigualdades y con tantas imperfecciones) creo que se está confundiendo en la definición de los grandes retos y en la forma de abordarlos.

La Cumbre de Davos está perdiendo su capacidad para ver qué está pasando ahí fuera. El encuentro siempre fue como una versión moderna de la caverna de Platón: todos observábamos las sombras que los líderes y mandatarios querían que diésemos por realidades incontestables.

Al menos, permítanme la expresión castiza, antes se lo curraban un poco más. Este año les ha salido una colección de frases de libro de autoayuda, en consonancia, todo hay que decirlo, con los nuevos hábitos lectores, como así demuestra el hecho de que la sección de este tipo de libros es ya la más numerosa en la mayoría de las librerías de nuestro país.