Últimamente, oímos a demasiada gente hablar de capitalismo despiadado a la ligera, así que me he puesto a reflexionar un poco sobre el tema en un sentido más amplio, no sólo el sesgado políticamente de manera interesada.

Ya sabemos cómo se originó la polémica y también sabemos cómo el aludido respondió unos días más tarde recordando que “los empresarios son los que generan riqueza y bienestar. Si después, a los que les toca gestionarla lo saben hacer, hay riqueza para todos y si no, hay enfrentamiento".

Coincido totalmente con la apreciación de que el tejido empresarial es el que crea mayor riqueza en el mundo y así lo confirma ese 70% del PIB mundial que dicen que generan las empresas. No debemos olvidar que las compañías generan riqueza y que una parte se transmite a la sociedad. De igual modo, es importante no criticar a las empresas por tener beneficios (cosa que no siempre sucede); sino por si lo hacen sin respetar los criterios ESG que cada vez ganan mayor importancia.

Recuerdo que hace unos años, cuando empecé a hablar sobre el hecho de que las empresas estaban evolucionando hacia un modelo en el que el beneficio económico perdía importancia respecto a los beneficios sociales y medioambientales, había quien se cuestionaba si esto era posible.

Los hechos han demostrado que sí que lo es. No sólo es posible, sino que se está convirtiendo en una realidad en muchas partes del mundo gracias a la combinación de distintas fuerzas, entre ellas la de los consumidores, el sistema financiero, algunos gobiernos y, cómo no, la fuerza de la creciente sensibilización de muchas empresas (privadas y públicas). 

No os preocupéis, no soy tan inocente como para creer que el cambio es igual en todo el planeta, ni que todo el mundo se ha sensibilizado y responsabilizado de repente. Ni siquiera dudo del hecho de que todavía quedan reductos del pasado, empresarios que solo buscan el beneficio económico, olvidándose de los derechos humanos en general y de los trabajadores en particular. Pero bueno, siendo realistas, eso lo vemos en cada vez menos países democráticos y en demasiadas dictaduras capitalistas disfrazadas de rojo.

Lo que sí que veo es cómo movimientos, que antes eran bastante residuales, como B Corporation o One Percent for the Planet, cada vez tienen más empresas que se unen a ellos. Me encanta ver que sus poderosos mensajes –'Hacer de los negocios una fuerza para el bien' o 'Poner a las personas y al planeta por encima de los beneficios'– y su abnegado trabajo están sirviendo para crear varias redes de empresas que abordan los problemas ambientales más apremiantes de nuestro planeta y que ambicionan transformar la economía global para beneficiar a todas las personas, las comunidades y a la tierra en su conjunto.

Oír cosas como “No nos detendremos hasta que todos los negocios sean una fuerza para el bien” nos da una idea del alcance del compromiso; y confirma una tendencia futura que ya es presente para muchas empresas y para muchísimas personas.