¡Qué bonito es el Cabo de Gata! Hace poco tuve la suerte de disfrutar de unos días de vacaciones con la familia en un hotel de los de siempre, sencillo, familiar y cercano: el Hotel Las Calas, en Agua Amarga.

Allí me explicaron con orgullo cómo intentan usar productos de proximidad para fomentar la economía local y me indicaron algunas rutas por el parque natural. En definitiva, me ayudaron a recordar que aquello es un pequeño paraíso en Almería donde pude ir a correr por senderos con vistas espectaculares de mi querido mar Mediterráneo y donde también pude ver muestras del incivismo de muchas personas que parecen saber disfrutar de la naturaleza, pero no amarla.

Os parecerá un poco radical, pero es la única explicación que encuentro a llenarla de pañuelos desechables… No entiendo cómo la gente puede sobrevivir en otras partes del mundo sin usarlos después de hacer aguas menores o mayores… Tomadlo como un comentario irónico sobre un problema real, que seguro que se acentúa durante el periodo estival por la masificación de todos los pequeños paraísos naturales que tenemos alrededor.

Sea como sea, en esta columna, como es de rigor, no me voy a dedicar a daros envidia sobre mis pequeñas vacaciones, pero sí a compartir algo que descubrí en la zona y sobre lo que he estado investigando un poco: el carbono azul.

Una vez más, empezaremos por el principio, porque seguro que os preguntáis ¿qué es el carbono azul? Es el término para el carbono capturado por los ecosistemas oceánicos y costeros del mundo. Si lees esta columna seguro que sabes que las actividades humanas emiten dióxido de carbono y que estos gases están afectando negativamente al clima del mundo. El tema es tan grave que en EEUU, el presidente Biden está planteándose acciones extraordinarias para abordar la crisis climática, incluso declarar la emergencia climática.

De igual modo, es probable que no estés familiarizado con que nuestros mares, océanos y nuestras costas brindan una forma natural de reducir el impacto de los gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera, a través de la absorción de este carbono.

Los pastos marinos, los manglares y las marismas saladas a lo largo de nuestras costas "capturan y retienen" el carbono, actuando como algo llamado sumidero de carbono. Estos sistemas costeros, aunque mucho más pequeños que los bosques del planeta, secuestran este carbono a un ritmo mucho más rápido y pueden seguir haciéndolo durante millones de años. La mayor parte del carbono absorbido por estos ecosistemas se almacena bajo tierra donde no podemos verlo.

El problema es que cuando estos sistemas se dañan, se emite una enorme cantidad de carbono a la atmósfera. Lo cual hace que proteger y restaurar los hábitats costeros sea una obligación si queremos reducir el cambio climático. Un país como el nuestro, debe proteger las costas porque es un atractivo innegable para los millones de turistas que nos visitan, pero también debe hacerlo para proteger el planeta en su conjunto. 

Tan importante es este tema que hace unos días fue noticia que el Reino Unido será la primera nación en crear un mapa completo de sus reservas de carbono azul. Las razones son lógicas, actualmente no hay mucha información sobre cómo se oculta y almacena el carbono en los hábitats marinos; y dos tercios del Reino Unido están bajo el agua. Sin duda este estudio será importante para ayudar al Reino Unido a lograr cero emisiones netas; a ver cuantos países más se inspiran en esta iniciativa.

Por ir cerrando esta columna, os recordaré que el 70% del planeta está cubierto por agua, que el 97,5% del agua del mundo es salada y que muchos de los alimentos y mercancías que consumimos llegan gracias al transporte marítimo.

Con este último punto abro otro melón para otra columna en la que podremos reflexionar sobre si el futuro del transporte marítimo navega con energía sostenible y si empresas como la cántabra Bound4blue, con sus velas rígidas para barcos pesqueros y mercantes van a jugar un papel fundamental en la reducción de los costes de combustible y la contaminación.

Ya veis, al final he acabado hablando del azul de los océanos; cuando mi idea inicial era hacer una reflexión sobre la naturaleza en general y la suciedad que dejan muchos humanos poco sensibles en nuestras montañas y en nuestros bosques.