Andaba uno titulando esta columna cuando la compañera Noelia Hernández me advierte de que tanto la columna de opinión Esther Paniagua, ayer, como la de Mikel Álvarez e Idurre Albizu, de hoy, coinciden en el tema de los ecosistemas con la mía. En condiciones normales debería cambiarla, pero como somos disruptores, tenemos la excusa para saltarnos las reglas. Aunque mirado desde otro prisma, que en apenas dos días, desde Málaga, Guipúzcoa y Valencia/Madrid hablemos de lo mismo, quiere decir que el concepto se mueve y es tendencia. 

Porque Esther Paniagua hablaba de la creación de ecosistemas tras asistir en Málaga al Foro Transfiere. Y terminaba su columna citando a Chris Anderson, el pope de las charlas TED: “Cada paso significativo del progreso humano ha ocurrido sólo porque los humanos han compartido ideas entre sí y luego han colaborado para convertir esas ideas en realidad”.

Álvarez y Albizu, presidente y responsable de desarrollo de negocio del Parque Tecnológico de Garaia, respectivamente, exponen hoy la evolución de la innovación y cómo la sexta ola, la posterior a la innovación en abierto, es la de los ecosistemas donde diferentes actores de diversos ámbitos co-crean a varias bandas en innovación.

Y quien suscribe, que vive en el AVE Valencia-Madrid (un día me asignarán asiento fijo), cree que la digitalización va a seguir pasos parecidos a los que han vivido los parques tecnológicos en la innovación, pero en el ámbito digital. Los PERTE van a contribuir a ello, porque exigen cadenas de valor para los proyectos. Integración de más de cinco empresas, de diferentes ámbitos de la producción y de diferentes autonomías, al menos el último en salir, el agroalimentario.

Esa transversalidad para optar a las ayudas, generará ecosistemas por obligación. Pero también llega en un momento de necesidad. Porque a medida que conoces equipos que están transformando las empresas, te das cuenta de que no existe un patrón. No hay un libro de instrucciones. No hay histórico que pueda guiar en la toma de decisiones.

La paleta de herramientas digitales no está definida, está en constante renovación. Nadie sabe realmente qué es bueno y qué es malo. Y, sobre todo, no hay estándares en muchos ámbitos que ayuden a decidirse por los sistemas que van a ser mayoritarios. El mercado es libre y se está creando. Por ejemplo, si hablamos de sistemas de trazabilidad, ¿qué pasará con aquellas empresas que elijan uno que no vaya a ser el predominante en su sector? ¿Tendrá problemas de reconocimiento y conexión con los demás?

De ahí la tendencia a crear ecosistemas de digitalización. Agrupaciones de actores digitalizadores con demandantes de tecnología. Empresas interesadas en caminar rápido hacia la digitalización que crean sus estándares para comunicar sus estructuras. 

Interesa a las tecnológicas porque podrán vender en serie a más clientes e imponer sus estándares. Interesa a las empresas que se están digitalizando porque les da seguridad. Interesa a los sectores porque avanzarán más rápido en este camino.

Ecosistema D+I

Es el espíritu de D+I, crear un ecosistema transversal, un punto de encuentro del conocimiento y de todos aquellos interesados en la digitalización para ayudar en esta revolución. De ahí que esta semana Disruptores e Innovadores (D+I), la publicación decana de la innovación y la digitalización en España, anunciase el fichaje de seis nuevas figuras. Sandra Viñas en la redacción de Madrid; Pablo Ortega, corresponsal en Silicon Beach (Los Ángeles) y los columnistas Arantxa Herranz, con su visión de la industria TIC, Xavier Borrás, desde la perspectiva de la nanotecnología y Laura Cuesta Cano, experta en formación y nuevas tecnologías.

El ecosistema de columnistas, redactores y corresponsales que está configurando D+I es una tupida red de antenas que permite detectar y poner en negro sobre blanco (salmón en nuestro caso), cualquier tendencia. La mejor prueba es el debate de los ecosistemas de hoy, en el que coincidimos tres, bebiendo de fuentes bien diversas en diferentes puntos del mapa.

Fruto de esa aportación del ecosistema, y entrando ya de lleno en el resumen a lo mejor de la semana de D+I del que se ocupa cada domingo esta columna, destacamos la pieza que firmaba Julio Miravalls el miércoles sobre la regulación los drones. Enaire, la entidad encargada de la regulación de su vuelo, dejará en manos de los ayuntamientos la letra pequeña de las normas que deberán cumplir los drones para sobrevolar cualquier municipio. Tiempo habrá para entrar en detalles, pero dejar algo así en manos de 8.000 alcaldes y equipos de gobierno, permítanme que me acoja al derecho a la duda. Al miedo a que se convierta en un caos de normas y de fronteras en el aire.

En un momento en el que buscamos la estandarización, la trazabilidad total, la transversalidad... darle a los alcaldes el arma de poder distinguirse del pueblo vecino (con el que generalmente rivalizan y no colaboran)... me parece un error.

Tomen como ejemplo la última aplicación del blockchian que contaba Noelia Hernández el lunes en D+I. 'Blockchain' para prevenir riesgos laborales: así verifica que los empleados reciben sus equipos de protección. Lo está implantando Eulen con la consultora atSistemas para equipar al personal con EPIs (Equipos de Protección Individual).

“El proceso que utilizábamos hasta ahora no nos había dado ningún problema, era más manual, pero completamente seguro. Lo que buscábamos ahora era una tecnología habilitadora para mejorar la certificación en la entrega de los EPIs y aumentar la seguridad de los trabajadores reduciendo así sus riesgos laborales”, explicaba el director técnico comercial de Servicios Auxiliares del Grupo Eulen, Guillermo Pérez Morales.

Cuando los empleados de Eulen operen con otros equipos en diferentes empresas, precisarán de una norma común, un lenguaje consensuado con el que se entiendan las máquinas. Las empresas sin duda avanzarán en ese camino en busca de la mejora de costes... pero los ayuntamientos tendrán la tentación contraria, porque el objetivo de los políticos es rivalizar y derrotar al contrario.

Donde tendrán que integrarse en es Nunsys. Esta semana Bea Aznar entrevistaba a Paco Gavilán tras la compra de Sothis a Juan Roig. La unión de ambas empresas va a generar uno de los principales actores de la digitalización en España. El enfoque del director general se centra en jugar en la liga global, crecer en nuevos mercados, pero sin sobredimensionar la estructura territorial. "Seguimos un modelo SaaS y queremos internacionalizarlo con distribución, con empresas parecidas a nosotros en otros países que comercialicen ese producto, pero no tanto con presencia física nuestra", indica Gavilán.

Quien avanza a pasos de gigante hacia su salida a Bolsa a final del año que viene es Regemat 3D. La startup de bioimpresión abre su segunda ronda de financiación. En el emergente sector de la biofabricación, que moverá 1.600 millones en 2024, la bioimpresión 3D es una de las tecnologías más prometedoras. Es la que fabrica tejidos y órganos en el laboratorio, de forma que se puedan regenerar lesiones y acortar las listas de espera de donantes.

Regemat 3D fabrica sistemas de biofabricación de tejidos y órganos- bioimpresoras y biorreactores- que investigadores de todo el mundo usan para intentar encontrar soluciones a las lesiones tisulares en tejidos como el cartílago, hueso, médula espinal y tejido muscular entre otros.

La empresa está convencida de que en los próximos años empezaremos a ver soluciones basadas en bioimpresión en clínica y que, para ello, "es necesario aumentar los recursos destinados a estas tecnologías".

Guerra aeroespacial

La batalla de la semana la protagoniza Teruel, que se suma a pedir la sede de la 'NASA' española. Hasta el momento Andalucía, Cataluña y León lideraban la carrera por la tecnología aeroespacial. La Agencia Espacial Española, recogida en la Estrategia de Seguridad Nacional y en el anteproyecto de Ley de la Ciencia, es uno de los órganos de nueva creación que el Consejo de Ministros contempla ubicar en alguna parte del territorio español tras un procedimiento abierto, transparente y competitivo al que podrán presentarse todos los entes autonómicos y locales del país.

"El Ministerio de Ciencia e Innovación es conocedor del interés de la ciudad y la provincia y de sus potencialidades, ya que así se lo he hecho saber en los últimos meses en sendas cartas remitidas a su titular", comentaba esta semana la consejera de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento, Maru Díaz, en referencia a Teruel.

Pero para guerras, la que nos ha montado el imitador de Hitler que salió del KGB. Si quieren más argumentos para detestar al indeseable de Putin, lean la pieza en la que Alberto Iglesias explica la otra guerra que se está librando, la cibernética. Estamos ante el primer gran conflicto híbrido, ataques cuerpo a cuerpo en las calles de Kiev y máquina a máquina en el ciberespacio.

Desde enero de este año, tanto analistas como compañías tecnológicas vienen alertando de un aumento considerable de los ataques contra servicios digitales esenciales de Ucrania (como la banca) así como de sus infraestructuras críticas y recursos gubernamentales. Ataques que, aun a riesgo de caer en la trampa de la falsa bandera, han sido atribuidos directamente a Rusia.

Es la versión más negativa de la tecnología, cuando se usa para hacer el mal. Ahí nunca imperará la estandarización, cada loco querrá su propio sistema de ataque. Pero la ONU debe impulsar un gran ecosistema entre los países para protegerse de los ataques de los locos solitarios como Putin. Aplicar sanciones cibernéticas a los países que fomenten estas prácticas. Quizás sea más eficiente que la temida expulsión de Rusia de Eurovisión... ¿Y por qué no?  

** Rafa Navarro es editor de D+I y CEO de Inndux Digital Group.