Les pido hacer uso de su imaginación para visualizar esta escena: dos equipos, de la misma empresa y que comparten un mismo objetivo, pero que no se hablan. O solo lo hace uno de los dos, sin recibir el mismo trato por parte de su homólogo. Dos grupos de trabajo que no saben lo que hace el de al lado y que, como manda la lógica, acaban echando por tierra el propósito común que ambos buscan.

¿Les suena? Estoy seguro de que más de uno de nuestros lectores se siente identificado con esta situación. Es algo (demasiado) frecuente en las grandes -y no tan grandes- empresas. En la era de la comunicación ubicua, de las posibilidades infinitas de colaboración, siguen mandando los silos y los reinos de taifas. Irónico, ¿verdad?

Quizás esta ironía se resuelva recurriendo al viejo mantra de que lo importante no son las herramientas -léase desde un clásico correo electrónico hasta los medios más lustrosos como Teams o Slack- sino la actitud de los líderes, primero, y los empleados, después, a la hora de colaborar unos con otros. No es la falta de alternativas para garantizar que la información -y con ella el éxito- fluya en una compañía: lo es el interés de sus componentes en hacer que esa relación funcione.

Por supuesto, esta falta de compenetración a la hora de que diversos equipos trabajen en una misma dirección, con esa comunicación bidireccional imprescindible, no es algo exclusivo de un sólo sector productivo. Nos podemos encontrar con una gran cantidad de casos similares en verticales como la misma administración pública, la industria, las grandes consultoras, las empresas tecnológicas, el sector de los medios y el entretenimiento y un largo etcétera.

Los motivos son muy diversos e, incluso, a veces son desconocidos para uno o ambos polos de la comunicación fallida: desde empleados que buscan proteger sus anheladas parcelas de poder a toda costa contra enemigos imaginarios hasta rencillas personales, pasando por malas estructuras jerárquicas, menosprecios a los compañeros de la mesa de al lado o procedimientos burocráticos que lastran cualquier posibilidad de acercamiento entre los equipos en cuestión.

Un caso inmediato

Ahora les propongo pasar de la imaginación del comienzo de esta columna, y la reflexión que le ha seguido, a algo más tangible. Para ello, nada mejor que acercarnos a una problemática de comunicación trascendental que se lleva replicando desde hace demasiado tiempo en el área digital: la que involucra a los equipos de ciberseguridad y de redes de comunicaciones en las empresas.

Un reciente estudio de Netskope señala que, mientras que el 45% de los equipos europeos de seguridad y de redes forman parte del mismo grupo y dependen del mismo responsable, el 43% de los profesionales europeos de TI afirma que "los equipos de seguridad y de redes no suelen trabajar juntos".

Y lo que es más grave, el 44% de los profesionales de redes y seguridad describe la relación entre ambas secciones como "combativa" (13%), "disfuncional" (10%), "fría" (10%) o "irrelevante" (10%).

Si se preguntan por la consecuencia inmediata de esa actitud "combativa" entre dos grupos de trabajadores que deberían ser aliados, aquí queda el dato: el 51% de los encuestados coincide en que la falta de colaboración entre los equipos especializados impide que su organización aproveche las ventajas de la transformación digital.

¿De verdad compensa, tanto a la empresa como a la salud mental y física de unos compañeros quemados y hastiados de no entenderse, mantener esta clase de pugnas en las empresas? La experiencia, las cifras y la lógica indican que no. Y, sin embargo, he aquí esta columna en pleno 2021 que sigue tratando de una problemática que ya debería estar erradicada hace lustros.