En estas últimas semanas, en las que apenas podemos salir de casa para contadas misiones al supermercado o al médico, las redes sociales se han convertido en una válvula de escape ideal para levantar la moral de estas tropas silenciosas que llamamos ciudadanía. Un ejercicio de humor y de actitud positiva frente a la resignación y el miedo que se materializa en un sinfín de memes y parodias de toda índole.

Entre todas esas publicaciones que circulan por la Red, hay una que me ha llamado especialmente la atención. En ella, se plantea una supuesta encuesta que reza: "¿Quién ha sido el verdadero motor de la digitalización de su empresa?". Es una pregunta bien manida, habitual en los mentideros de este sector desde hace algún tiempo a razón de la sempiterna pugna entre el CIO, los responsables de operaciones y los equipos comerciales. Sin embargo, ahora hay una nueva opción a elegir: el COVID-19.

Y es que ha tenido que ser la crisis sanitaria del coronavirus la que haya destapado las necesidades de transformación tecnológica de muchas empresas. Muchos ‘call centers’ han puesto en evidencia su falta de sistemas que permitan teletrabajar a sus empleados, cuando es uno de los sectores más fáciles para hacerlo. Son varias las compañías que han visto como sus estrategias de trabajo remoto eran ineficaces o, directamente, nulas. Otras organizaciones se han enfrentado a la cruda realidad de que sus infraestructuras TIC no podían resistir un aumento del tráfico tan considerable como el eque estamos viviendo, pese a llevar propugnando años y años sobre la escalabilidad y la flexibilidad que los entornos ‘cloud’ ofrecen al respecto. 

Ha tenido que ser un colapso global, la parálisis del mundo tal y como lo conocemos, el que haga despertar del sueño de los ignorantes a muchos directivos que se llenaban de orgullo al hablar sobre la digitalización de sus negocios, cuando el discurso era vacío e inocuo. Ha tenido que ser un virus invisible al ojo humano el que amplíe al microscopio las carencias acumuladas en transformación tecnológica de las compañías. Ahora solo queda confiar en que estas empresas aprendan la lección y, rompiendo con el dicho, no vuelvan a tropezar en la misma piedra.