Las transformaciones digitales a las que todas las empresas se ven abocadas en estos momentos por su mera supervivencia nos deja, a veces, situaciones paradigmáticas de lo ambiciosamente confuso que puede ser este proceso. Tomas y dejes que ofrecen promesas de un futuro mejor con un telón de fondo algo más complejo.

Pongamos el caso de Repsol, compañía que la pasada semana llevó a cabo una rueda de prensa junto a Microsoft para confirmar la prolongación de su alianza estratégica hasta 2022. Una relación de la que hablaremos luego, pero debemos comenzar por los cimientos del planteamiento de la petrolera en su autodenominado (perdonen por la reiteración) "ambicioso programa para transformar la compañía para el futuro".

Decir eso es como decir nada, pero la compañía ofrece algunos detalles en los que podemos ahondar. Por ejemplo, la firma indica que su plan de digitalización ha de aportar 1.000 millones de euros a su cuenta de resultados en 2022 y 300 en el futuro inmediato de 2030. Sin embargo, Repsol no especifica cómo va a contabilizar ese aporte, si va a ser por nuevos servicios o por la optimización de los ya existentes, o ni tan siquiera si se van a incluir conceptos tradicionales (como la venta en las tiendas de sus gasolineras con programas de puntos) como un ingreso provocado por lo digital con el simple barniz de una app que recomiende productos a los clientes.

Hojas de Excel aparte, también resulta extraño que su plan estratégico de modernización de Repsol abarque el período 2016-2020... pero existan predicciones del impacto a dos años más vista. ¿Cómo es posible anticipar el rendimiento de unas acciones en materia digital que no están ni planteadas ni presupuestadas en el diseño macro de la empresa? 

Ahora ya dejando estas contradicciones, nos acercamos a otra más: la gestión del cambio cultural. No es baladí que compañías como Repsol han sido acusadas históricamente de una filosofía de trabajo muy conservadora, rozando la burocracia y con el secretismo como bandera, incluso a costa de la innovación. Por ello, la firma española hace un gran hincapié en su apuesta por metodologías como 'lean' y 'agile', así como de una "simplificación de la estructura organizativa" para afrontar los retos del mañana. Lo cierto es que, en su transición a la nube, Repsol no solo no ha simplificado su estructura sino que ha creado un nuevo Centro de Competencias en Cloud con 20 empleados dedicados, pero existen otros 100 empleados también formados en estas lides en otras áreas de la empresa. ¿Ven ustedes potenciales duplicidades? Por no hablar de que se presume de que son "las unidades de negocio las que lideran la transformación digital", pero el que concentra todo el poder de decisión en este terreno sigue siendo el tradicional CIO.

Y ya que hablamos de cloud, que es lo que motivaba la "exclusiva" rueda de prensa (en la que no se permitió tomar fotografías, entre otras medidas peculiares), Repsol muestra un ambicioso objetivo de llevar el 70% de sus infraestructuras a la nube (actualmente ronda el 30%), al mismo tiempo que pasa de 2.300 a 4.000 servidores ejecutándose en estos entornos. Ello lo harán, prioritariamente, sobre servicios Azure de Microsoft, pero la compañía ya está trabajando también con Google Cloud en otras situaciones, como por ejemplo la operativa de algunas plantas.

Preguntados Valerio Martín, CIO y CDO de Repsol, y Fernando Duro, director de servicios TI de la firma, al respecto de cuáles son los usos de cada una de las tecnologías y la estrategia que han planteado para cada proveedor de su foco multicloud, ambos directivos rechazan concretar nada. "Donde no llegue Microsoft usaremos otros fabricantes", afirmó Duro. "Usaremos Microsoft como plataforma grande para luego ir tirando de microservicios que hagan llamadas a distintas nubes". Considerando que existen, según la propia Repsol, más de 150 casos de uso de la tecnología cloud en su empresa, resulta difícil de entender que no exista un desglose del mejor proveedor para cada una de esas situaciones.

Pero su movimiento a la nube arroja otro interrogante de mayor calado si cabe. Y es que, si el 70% de sus cargas de trabajo se van a ejecutar en la nube para 2022, ¿qué va a hacer Repsol con sus más de 50 centros de datos en propiedad? Esa cifra, proporcionada por su IT Global Operations Manager, Patricia Rodríguez, en un reciente evento, es difícil de creer, pero aún asumiendo que el número real sea sensiblemente inferior, Repsol tendrá una gran cantidad de servidores completamente infrautilizados o directamente apagados en apenas 3 años. ¿Seguirá los pasos de BBVA o Telefónica, que pusieron en el mercado sus CPD para tratar de hacer caja y poder apostar libremente por la nube sin el peso de estos edificios? El departamento de comunicación de Repsol no ha querido proporcionar comentarios sobre este tema a INNOVADORES durante la elaboración de este artículo.