El tristemente fallecido Stephen Hawking se comunicaba con el mundo a través del sintetizador de voz de un ordenador diseñado para él. Utilizaba un lenguaje directo, con precisión casi quirúrgica en el uso de las palabras dada la penosidad de su desempeño, para expresar con sencillez y claridad ideas de enorme complejidad.

Aunque tal vez la mente más brillante de la física teórica de nuestros tiempos estaba equivocada (dicho con el máximo respeto para el profesor). Según nuevas teorías de la comunicación, quizás debería haber aprendido a subir selfies a las redes sociales para universalizar el conocimiento. ¿O no?

En el reciente Mobile World Congress, es decir en la víspera, Samsung hizo en Barcelona la presentación más relevante de un producto listo para llegar ya al mercado, sus nuevos Smartphones S9 y S9+. Una presentación de ámbito mundial en España, reforzada hoy con otra de ámbito local en Madrid, ante el inminente lanzamiento de los nuevos dispositivos.

Pero como el márketing moderno exige un relato, lo que se ha presentado en realidad es la teoría, confirmada a través de una encuesta, de que “la imagen es una forma de lenguaje que el 80% de los usuarios utiliza para comunicarse” -dice Santiago Cantalejo, director de la encuesta hecha por The Cocktail Analysis-, de manera  que las fotos, emojis, gifs y vídeos son “nuevos idiomas” para concluir que, con tales herramientas, “todos somos creadores de contenidos”.

Siguiendo con entusiasmo esa teoría, el cineasta Carlos Theron entiende que el uso de la cámara del móvil “hace evolucionar la narrativa y provoca una reflexión sobre la imagen” y “hace al espectador más experto”. La socióloga Amparo Lassen establece que el nuevo terreno de juego crea “obligaciones sociales de comunicación”, porque ya existe “un hábito, una obligación y una expectativa de quienes esperan nuestras comunicaciones”.

Todo esto, por no decir descarnadamente: fíjense ustedes en las maravillas tecnológicas condensadas en un empaquetado de hardware y software de menos de 170 gramos. Comprueben la extraordinaria potencia del procesador de ocho núcleos, apoyado en 6 gigabytes de memoria RAM (en el modelo S+), sus capacidades para tomar fotos con mínima luz, imitando al ojo humano, o captar vídeo a cámara lenta y superlenta, con el doble objetivo trasero…

Pero, en realidad, ni siquiera se trata de usar la máxima tecnología empaquetada por la compañía que presume de ser “la segunda en patentes del mundo, con 60.000 ingenieros en I+D, que no sólo están implicados en el futuro 5G, sino también hay gente trabajando en el 6G”, tal como explica Celestino García, vicepresidente de Samsung España. Los jóvenes de 18 años, aclara Cantalejo, usan más la cámara delantera, que es más sencilla, porque se alimentan de selfies, emojis y, con el nuevo ‘dispo’, de auto emojis en realidad aumentada.

¿Qué tiene que hacer hoy en día un fabricante de móviles para decirle al mundo que sigue ofreciendo innovación, además de añadir más tecnología, cada vez que saca un modelo nuevo…?

…Pues eso: el relato. Samsung presenta su modelo más reciente como ‘The Camera. Reimagined’ (dos conceptos, con un punto entre medias) y sus expertos descubren que la salsa de la nueva sociedad, la comunicación del influencer profesional, es encontrar la manera de expresar con una foto bien tirada que al levantarse “tiene una legaña en el ojo”. Esos influencers son “estrellas del rock”, asevera Cantalejo, y llegan a las masas porque “no buscan el arte, sino captar la imperfección del día a día”.

Es decir, la tecnología punta esta diseñando las cámaras más brillantes para acabar redescubriendo el neorrealismo italiano. Pero sin Rossellini, Visconti, Vittorio de Sica ni, ¡ay!, la inconmensurable Anna Magnani.