E n 1929 se inauguraba una estación de trenes, principalmente mercantes, en el distrito 13 de París, conocida como la Halle Freyssinet. Sin embargo, aunque su apariencia exterior sigue recordando a ese orígen ferroviario, la actual Station F que ocupa su lugar poco tiene que ver en su actividad con los orígenes de la instalación, que estaba a punto de ser derruida hasta que encontró un nuevo sentido a su existencia. Salvo que consideremos la incubación de más de mil startups como un particular viaje sobre raíles hacia la economía digital gala.

Desde 2017, este particular edificio de 34.000 metros cuadrados alberga la mayor incubadora de startups del mundo, fruto de la apuesta de país de Francia por el emprendimiento tecnológico que esta nación viene enarbolando desde que Enmanuel Macron llegó a su presidencia. Un espacio enorme de trabajo colaborativo, dividido en tres naves distintas (una para eventos y reuniones, otra para el trabajo diario de las startups y otra para el mayor restaurante de Europa con 4.500 metros cuadrados -italiano para más señas y con música en directo por las tardes-) que da empleo a alrededor de 4.000 personas llegadas no sólo de todos los rincones de Francia, sino del mundo entero. No en vano, más de la mitad de los profesionales que se citan cada jornada en Station F son extranjeros. Y si nos atenemos al toque social, este centro también posee programas para ayudar a personas con orígenes difíciles, ofreciéndoles hasta un año de acceso gratuito a estas instalaciones tan anheladas por la comunidad.

Quizás la magia de este curioso concepto radica en la inusual convivencia en un espacio relativamente compacto de estos emprendedores de nuevo cuño, algunas de las mayores compañías digitales del mundo (como Google, Microsoft, Facebook, OVH o Amazon), firmas verticales con sus propios programas de aceleración (es el caso de L’Oréal, Havas , Adidas, Ubisoft o Vente-Privee, por ejemplo), cerca de 40 fondos de inversión internacionales y numerosos organismos públicos de apoyo a la innovación, facilitación de la siempre ardua burocracia francesa y acceso a financiación oficial. En total, nada menos que 30 Administraciones Públicas distintas tienen presencia física en Station F, a las que los emprendedores pueden acercarse en cualquier momento para solucionar sus inquietudes regulatorias o fiscales.

La presencia de las grandes firmas digitales tampoco es baladí. Ni Apple ni Google poseen programas de mentorship de esta índole en ningún otro lugar del mundo. Igualmente, Facebook ha situado en esta estación de tren abandonada gran parte de su estrategia de innovación en materia de inteligencia artificial, con el fin de aprovechar el talento local europeo y las conexiones con las universidades del Viejo Continente. Misma situación es la que acontece con Microsoft, en la que además se da la curiosa circunstancia de que Roxanne Varza, directora de Station F, fue anteriormente una de las máximas responsables de las iniciativas de startups en Microsoft Francia durante tres años. Y lo que es más: si sumamos todos los capítulos de innovación vertical, de los distintos agentes privados implicados, que se dan cita en Station F, la cifra supera la treintena con facilidad.

A diferencia de otros espacios de trabajo colaborativo, donde se reproducen el ruido y las conversaciones improvisadas en cualquier rincón, en Station F la nota imperante es el silencio. Presumen de esa calma aparente, de esa concentración en los proyectos. Y el entorno, de hecho, favorece ese espíritu recogido y racional: tonos blancos, alguna nota de color perfectamente cuidada y una armoniosa relación de espacios vacíos que impregnan al visitante de la magnifiiencia de esta peculiar ubicación del mapa innovador global. La elegancia de la sencillez y la severidad de la grandeza, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos.

Pero como toda incubadora de startups, Station F es un organismo bien vivo. Cada año se celebran en este espacio más de 600 eventos, muchos de ellos orientados a la alfabetización digital de la sociedad parisina y otros tantos orientados a fomentar el talento digital femenino dentro de esta (por desgracia) desigual industria en que nos movemos. también es frecuente el movimiento de startups, tanto entrando como saliendo de esta estación (el período de estancia depende del programa de aceleración específico, pero suele rondar el año de duración). Tampoco es desdeñable, como ejemplo de ese latido vivo de la innovación surgida sobre los antiguos raíles del ferrocarril, el número de startups que han logrado un «exit» en estos apenas dos años de vida de la iniciativa: más de 20 compañías surgidas en Station F han logrado convertirse en un éxito comercial, muchas de ellas siendo adquiridas por colosos del sector como SAP o BP.