Un equipo de investigadores madrileños ha revelado que la dispersión de semillas que el ganado hace en las vías pecuarias, durante la trashumancia, deja una huella genética en las plantas, y concluye que el pastoreo después de la floración beneficia a los insectos polinizadores.

El estudio ha sido ejecutado por los grupos 'AdaptA', de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), y 'Ecología Terrestre', de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), y ha sido realizado en un tramo de la Cañada Real conquense, en Castilla-La Mancha.

Los autores resaltan la importancia de conservar la práctica ganadera de la trashumancia en paisajes donde la intensificación agraria está muy extendida, los herbívoros silvestres se han reducido y la abundancia de barreras artificiales al tránsito dificulta la existencia de migraciones naturales.

En este sentido, en esta investigación se pone de manifiesto la importancia de las vías pecuarias para las poblaciones de numerosas especies herbáceas, que dependen "casi exclusivamente" del ganado para emigrar y, por lo tanto, sobrevivir a posibles cambios del clima local, explican los autores en un comunicado.

Añaden que su objetivo era examinar por primera vez las consecuencias del uso y existencia de las vías pecuarias sobre la genética de las poblaciones de plantas, en concreto en las 'Plantago lagopus', una especie que las ovejas dispersan a su paso.

La investigación concluye destacando la necesidad de mantener una elevada diversidad genética y una reducida endogamia, para prevenir posibles amenazas en el futuro, siendo necesaria la dispersión de semillas por herbívoros para evitar el empobrecimiento genético de las poblaciones de plantas.