Un informe del World Economic Forum revela que un tercio del alimento creado en el mundo, unos 1.300 millones de toneladas, se pierde o desperdicia. En Europa y América del Norte, perdemos entre 95 y 115 kg al año por persona, pero países como Corea del Sur, donde se acumulaban hasta 130 kilos por persona, han conseguido no superar los 11 kg.

¿Cómo? El Gobierno surcoreano ha tomado una serie de medidas radicales para asegurar que la montaña de alimentos desperdiciados empezara a reciclarse. En 2005, el vertido de alimentos estaba prohibido y en 2013 se introdujo el reciclaje obligatorio de residuos de alimentos mediante el uso de bolsas biodegradables especiales.

Así, se calcula que una familia promedio de cuatro personas paga unos seis dólares al mes por las bolsas, una cuota que ayuda a fomentar el compostaje casero. Con esta tasa se cubre el 60% del funcionamiento del programa del Gobierno.

Estos desperdicios recogidos en las bolsas biodegradables se exprimen en una planta de procesamiento para eliminar la humedad y se utilizan para crear biogás y aceite biológico para ayudar al sistema agrícola urbano del país (170 hectáreas ya en Seúl, es decir el tamaño de 240 campos de fúbtol).

Otra pieza clave de este puzle ha sido la tecnología y, en concreto, en Seúl los 6.000 contenedores automatizados equipados con balanzas e identificación por radiofrecuencia (RFID) para pesar los residuos de alimentos a medida que se depositan. Se trata de máquinas de pago por reciclaje que han logrado reducir los desperdicios en la ciudad en 47.000 toneladas en seis años, según datos de las autoridades municipales.

Con todas estas medidas, se ha podido pasar del 2% que se reciclaba en 1995 al 95% en la actualidad. Sin duda, un ejemplo a seguir en el terreno de la sostenibilidad del futuro de nuestras ciudades.