En Estados Unidos, por ejemplo, ha empezado a funcionar AIM (Aspiration Impact Measurement), una nueva funcionalidad de la compañía Aspiration que ofrece un análisis del impacto social de los gastos de los usuarios para ver si están alineados con sus principios. Para utilizarla, hay que realizar los pagos con la tarjeta de la compañía y mediante una serie de informes propios sobre la Responsabilidad Social Corporativa de las empresas con las que el usuario realiza transacciones ofrece un índice que permite conocer al usuario si las empresas en las que 'gasta' están alineadas con sus intereses.

Este es uno más que uno de tantos ejemplos que prueban que la llegada de los millennials a las finanzas, como perfil demográfico que empieza a empoderarse económicamente, va a marcar un cambio en las tendencias que hasta ahora se habían establecido. Una mayor preocupación por la sostenibilidad y las políticas responsables con la sociedad y el medio ambiente son algunas de las características que les definen, y que se han visto trasladadas también al mundo de la inversión. Así, según el Estudio Global de la Inversión Sostenible 2016 entre 2014 y el año pasado el volumen movido por este tipo de fondos creció un 25% a nivel mundial y un 12% a nivel europeo. Las cifras a nivel nacional son más tímidas, pero el cambio es irrefutable.

La propia Organización de las Naciones Unidas ya apoyaba esta idea hace unos meses con la publicación  por parte del organismo de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) 'Fintech y Desarrollo Sostenible: evaluando las implicaciones', en el que desgranaba los motivos por los cuales las nueva tecnologías financieras pueden ser una importante palanca de cambio para promover un desarrollo económico más sostenible. La UNEP señalaba en concreto a la tecnología blockchain, la automatización de procesos mediante Inteligencia Artificial y el Internet de las Cosas como las verdaderas claves que podrían rediseñar la estructura de la economía global.