Oeste castellano

Talavera: ¿una manifestación contra nosotros mismos?

22 noviembre, 2017 00:00

Convocada como el sorteo de los ciegos y aprovechando el hallazgo, el día once, del mes once a las once de la mañana se celebró en Talavera de la Reina una gran manifestación por el futuro de la ciudad, contra la marginación en que nos consideramos embutidos y contra todos los políticos, por aquello de la equidistancia, cuando todos sabemos quienes son los responsables de esta situación. No sólo lo sabemos, sino que estamos en disposición de establecer una relación jerárquica de responsabilidades, entre las que no deberíamos dejarnos fuera a nosotros mismos.

Esto de “contra todos los políticos” es chocante viniendo de gente que se denomina a sí misma como demócrata. Los políticos en España no son impuestos, sino elegidos por sufragio directo. O sea, que algo de responsabilidad tenemos si los que llevamos votando tantos años se han revelado como incompetentes no de ahora, sino desde hace ya lustros. Es más, convendría que fuésemos al psicólogo para que nos explique esta insistencia enfermiza y un poco rara de respaldar con nuestro sufragio persistentemente al que no hace más que fastidiarnos la vida.

La manifestación del 11 del 11 a las 11 tuvo, sin duda, muy buena voluntad y muchísima razón, aunque no sabemos si fundamentada en el análisis de situación o en convocar a las masas a la trinchera. El día en que se aprobó el primer estatuto de autonomía, a Talavera se le firmó el certificado de defunción con métodos paliativos, como para que no nos diésemos cuenta. La tercera vez que un político dijo que éramos la segunda ciudad en importanica de Castilla-La Mancha debería haber despertado nuestras sospechas. Pero esa cosa aldeana de la que fardan los nacionalistas catalanes y vascos principalmente, lo que nos produjo fue un orgullo de boina que se nos ha pasado porque ya no somos ni la tercera.

Ese día de proclamación de la autonomía supuso poner vallas al campo alrededor de Talavera, una ciudad que lo era por simple situación geográfica, de lo que derivaron todas sus virtudes económicas y de desarrollo social. El hecho más sórdido que constata esta afirmación que entonces negaban todos los políticos, empezando por el presidente de la Diputación Provincial de Toledo, es que un hombre fue enviado al hospital de Talavera desde Arenas de San Pedro (50 kilómetros) infartado; en el hospital Nuestra Señora del Prado se le estabilizó y se le renvió camino de su hospital de referencia, Ávila (más de ciento y pico kilómetros); en el puerto del Pico, cerrado por la nevada, la ambulacia tuvo que volver y el hombre murió en el trajín.

La manifestación del 11 del 11 a las 11 no se convocó por esto ni por situaciones parecidas aunque no hubiesen sido tan luctuosas. Cuando ocurrió ningún político se refirió al asunto y casi ningún periodista preguntamos. Seguíamos siendo la segunda ciudad en importancia de Castilla-La Mancha. Cuidados paliativos.

Hace unas semanas el PP enarbolaba la bandera de haber atendido una exigencia vecinal para impedir dos significativas inversiones privadas en la crianza del cerdo por los presuntos malos olores que pudiese producir y con el argumento delirante, por el desconocimiento que supone de la historia reciente de esta ciudad y su tan invocada comarca, de que Talavera nunca había tenido tradición en la cría del porcino. Es decir, se rechazan dos inversiones privadas que hubiesen generado negocio en varios sectores profesionales y de oficios, y acudimos a una manifestación en la que, al fin y al cabo, lo que se reclaman son subvenciones y que el trabajo lo hagan otros, lo que va en contra de la idosincrasia del talaverano, que si se ha destacado por algo ha sido por su iniciativa emprendedora, hoy desaparecida en este gandul combate.

Vale, no hemos sido tratados como otros, pero también en igualdad con otros -Molina de Aragón, toda Cuenca, y el resto de Guadalajara-, y manifestarse contra eso está muy bien. Pero ahora hace falta el trabajo y debate diario, y en ese, los subvencionados, los que viven del presupuesto, no deben opinar, son vasallos. Amanuenses de los cuidados paliativos.