Buenos Humos

Desiertos demográficos en Castilla-La Mancha

31 agosto, 2018 00:00

Pilar Burillo, experta en Sistemas de Información Geográfica integrada en el Instituto Serranía Celtibérica, ha llamado la atención sobre la situación de despoblamiento que sufre desde  hace años una buena parte de la provincia de Guadalajara. Se define un territorio como desierto demográfico cuando tiene una densidad de población menor de 10 habitantes por kilómetro cuadrado y en el caso que nos ocupa estamos hablando de densidades inferiores a 5 hab./km. cuadrado, unas densidades muy parecidas a las de las serranías de otra provincia de la comunidad: Cuenca. Compárense estas cifras con la densidad media del conjunto de España, 92 hab./ km. cuadrado; de la comunidad de Madrid, 805 hab/Km. cuadrado; o, del cercano corredor del Henares con densidades por encima de los 230 hab/km. cuadrado.

Es verdad que las dos provincias de nuestra región, y con ello no quiero desmentir la afirmación de Pilar Burillo porque creo que se refiere al conjunto de las diez provincias que comprenderían la “Serranía Celtibérica”, no son las que están en mayor riesgo de vivir una situación irreversible de despoblamiento. Soria con el 94% de sus municipios en riesgo de extinción encabeza el triste ranking, pero Guadalajara y Cuenca la siguen muy de cerca con el 90% y 87% de sus municipios en riesgo de desaparición. 

El Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, en un estudio dedicado a los estudios rurales españoles, clasifica en una primera categoría con pérdida de población irreversible, y se dice que se pierden cinco pobladores rurales por hora, a 1.840 entidades rurales que tienen una media de 110 habitantes, un 45% de mayores de 65 años y una densidad de 4,3 hab./km. cuadrado. Esos casi dos mil municipios estarían condenados a la extinción y buena parte de ellos están situados en las dos provincias de la región que se desangran sin remedio.

La siguiente categoría de municipios rurales que clasifica el CED de la UAB, serían los denominados espacios rurales de emigración: núcleos de población cuyos nacidos residen en otros. Su densidad sería un poco más alta, unos 6,2 hab./km. cuadrado, pero sus tasas de crecimiento serían igualmente negativas con medias de población de unos 160 habitantes.

Pero no se necesita ser un experto en demografía para vivir esa realidad. En los pueblos, simplemente hay que escuchar las campanas y contar las veces que doblan por un difunto y las que tocan a gloria por algún bautizo. Nuestros pueblos sólo han crecido en sus cascos urbanos y en los cementerios. En muchos casos el crecimiento de su superficie construida ha sido inversamente proporcional al de sus habitantes. Paradójicamente, buena parte de los pueblos de nuestra región, como los de la Jara o de la Sierra de San Vicente en Toledo, ocupan hoy una superficie mayor ahora en la extensión y en el número de sus edificaciones, cuando su población se reduce al veinte por ciento de la que tuvieron antes de los años sesenta del siglo pasado. Los cementerios lo mismo. Casas cerradas que se ocupan apenas una vez al año y cementerios que acogen  los protagonistas del mayor éxodo rural vivido en el siglo XX en España.

El Plan de Estabilización de 1959, que puso las bases de lo que hoy es España, un país mayoritariamente urbano, industrial y de servicios, frente al país rural dedicado al sector primario que fue hasta entonces.