¡Buenas tardes!

Aquí os dejo los veinte poemas finalistas:

Bang

En el ojo de la iguana hallé nuestra verdad,

Los aullidos no se escuchan en la luna de Saturno.

Préstame tu corazón, quiero embalsamarlo.

Khadi

Emergen lentamente los tejados.

La sequía excarcela las historias

cuyas larvas germinan en el fango.

Gambela

Ahora que reinvento el crujido

con pasos de hojarasca, soy el viento

que borra las páginas del bestiario.

Eliseo

Dobla las púas de las estrellas

Derrota al imán de los abismos

No esperes que el relámpago te sonría.

Hellen R.

Con un aleteo de penurias,

mi voz comanda las ventiscas

de las comarcas del pecho.

Karen

Te busco en la tumba de los audaces

en el desierto de tus pómulos.

Pero he vuelto a perderte de nuevo.

Pablo Cavero

Cenicientos almanaques desempolvados

en desvanes heridos por borrascas perpetuas

caricias otra vez vigentes.

María José Viz Blanco

Recordaré la belleza

de tu arquitectura

cuando mis cimientos estén rotos.

War

Caminaba hacia el abismo y sus tripas sonreían,

Mis alas se pudrieron y el mundo fue Hindenburg,

Quédate conmigo, en la esquina reptan tigres.

Medea

Llegaron los barcos pisando mis raíces

la tierra sangraba un aullido

asfixiado en la grieta del espejo.

Rigoberta Wellington

Tus palabras tienen sabor a keroseno,

Mañana nacerá un caballo en las tierras altas de Mongolia,

Y serás carne amarga en mi telaraña.

Retorno

Tengo la boca llena de metralla

Y de mis manos salen dardos

vestidos de palabras

Clementina Vidal

Qué lejos de la sangre

El ardor helado de tu caída;

Qué cerca de la espina está la noche.

Marguerite

Cabalgan sobre mi memoria

tus ojos de cal,

alimañas en la noche sagrada.

Ponolepo

Hambre de ocaso

Fagocitadora luna

Vuelve la noche.

Marta

El silencio aguijonea mis recuerdos

acaricio el hueco frágil de tu ausencia

en el preludio de otra melodía sin notas

Laoconte

Ya estuve aquí libando de tu pecho

el desorden que gobernaba

los gritos contra los cristales.

Juanvi

Entre cruzados de porcelana

(o tal vez sean campos magnéticos)

el vuelo de los leones como causas perdidas.

Aparte

Nos citamos en el campo de batalla

para fundir las armas abandonadas

con el calor de sus empuñaduras.

Zíngaro

El anacoreta sueña en su cueva muda

recuperar los vértigos de la montaña rusa

de sus danzas zíngaras.

Tema de la semana que viene: “La sombra del naranjo”.