Cuando le pidieron escribir una historia de España desde la restauración de la monarquía en 1874 hasta nuestros días, Paul Preston buscó un hilo conductor, y encontró uno bien largo y resistente, que ha hilvanado tenazmente el destino de nuestro país con tres hebras: la corrupción, la incompetencia política y la división social, términos que aparecen en la portada de su nuevo libro, Un pueblo traicionado, que publica hoy la editorial Debate. “Por un lado quise hacer una narrativa amena y duradera pero algo capaz de explicar por qué ese período fue tan conflictivo en términos políticos y sociales. Entonces, mi propia experiencia de cincuenta años de estudio de la historia de España me inclinó a enfocarla en esos términos”, explica Preston a El Cultural desde Londres, donde reside.

En el prefacio del libro, dos citas encarrilan esa narrativa. La primera, de Ortega y Gasset en 1921: “Empezando por la Monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo. [...] Se han obstinado en hacer adoptar sus destinos propios como los verdaderamente nacionales”. A continuación, Antonio Machado, en referencia a la defensa de Madrid durante la guerra civil: “En España lo mejor es el pueblo. [...] En los trances duros, los señoritos [...] invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva”.

Un pueblo traicionado abarca desde la citada restauración monárquica con Alfonso XII, marcada por el caciquismo y la alternancia de gobierno basada en el amaño de elecciones, hasta 2014, fecha en que Juan Carlos I abdicó en nombre de su hijo, Felipe VI. En esos 140 años, recorridos por Preston en 600 páginas (notas aparte), “las deficiencias de la clase política española” se han manifestado en muchas maneras y ocasiones, ya sea a través de los 25 pronunciamientos militares que se produjeron entre 1814 y 1981 o los incontables casos de corrupción de los que el historiador destaca los que protagonizaron el multimillonario Juan March y el político Alejandro Lerroux, sin dejar de lado los más recientes, como el caso Gürtel, el del 3 % en Cataluña o el de los ERE en Andalucía.

Pregunta. El ejército, que se había inmiscuido tradicionalmente en la política interior para imponer su visión de la unidad de España, cambió de actitud y se democratizó, según cuenta en su libro, a raíz de su entrada en la OTAN, la reforma de Narcís Serra y el apoyo del Rey a la democracia. ¿Cómo se operó el cambio de la Iglesia?

Respuesta. Hasta la muerte de Franco, la Iglesia era una fuerza muy conservadora. Un porcentaje alto del pueblo seguía los mandatos de la Iglesia. En los últimos años del franquismo y los primeros de la transición, la Iglesia jugó, con el Cardenal Tarancón, un papel muy progresista y determinante para el restablecimiento de la democracia.

P. Usted publicó en 2003 una biografía del rey Juan Carlos I (Juan Carlos: el rey de un pueblo. ¿Se siente defraudado por los casos de corrupción que han salpicado a la familia real en los años posteriores?

R. La palabra exacta no sería ‘defraudado’, sino más bien ‘entristecido’. Mi admiración por Juan Carlos vino por mi simpatía por la manera en la que le fueron robadas su niñez y su adolescencia y por el coraje de su papel en la transición. Nada de lo que se ha revelado en los últimos cinco años en términos de sus debilidades y errores puede disminuir la importancia de su contribución al restablecimiento de la democracia.

P. La corrupción es un fenómeno universal, pero ¿qué características propias ha tenido tradicionalmente en España?

R. Efectivamente, hay pocas naciones a las que la corrupción no haya manchado. Lo que pasa es que es muy difícil generalizar. Si hablamos de la picaresca de antes, tipo Lazarillo, fue consecuencia de la pobreza. Durante las dictaduras de Primo de Rivera y Franco fue institucionalizada. Lo que hizo Juan March a lo largo del período y otros muchos en la democracia actual, chanchullos capitalistas, no es muy diferente de lo que se hace en Gran Bretaña o Estados Unidos.

P. ¿Cómo cambió la corrupción política después del franquismo? ¿Se volvió más sofisticada?

R. Si hablamos de la corrupción de Javier de la Rosa, de los llamados ‘beautiful’ y del Gürtel, del 3 por ciento, efectivamente fue más sofisticada. Sin embargo, la corrupción descarada inmobiliaria en muchos pueblos de Andalucía y Valencia, aunque a mayor escala, tiene elementos de la picaresca de otras épocas.

P. En su libro dice que el pueblo español es honesto y sus líderes, corruptos. ¿De verdad es así? ¿No hay corrupción en todas las capas de la sociedad, por ejemplo los pagos sin facturar para evitar impuestos?

R. No lo digo tan tajantemente pero es verdad que hay corrupción en todas las capas de todas las sociedades. La corrupción a pequeña escala se encuentra en todos los países pero no es comparable ni con la corrupción de Franco o Primo de Rivera ni con la de los que cito arriba. ¿Qué posibilidades de corrupción tenía un obrero en Barcelona a finales del siglo XIX o un bracero andaluz en casi todo el período?

P. ¿La política ha creado siempre cortinas de humo o supuestos enemigos del pueblo para desviar la atención y esconder su incompetencia y su corrupción? ¿Consideraría dentro de este fenómeno la actitud de los dirigentes catalanes independentistas?  

R. Es un fenómeno que se ha visto en algunas estrategias políticas a ambos lados del Ebro pero es un tema demasiado complicado para resumir en un par de frases, máxime para alguien como yo que vive tan lejos.

P. En su opinión, ¿cuál ha sido el mayor caso de corrupción de todos los que retrata en el libro?

R. Esto sería un concurso o una liga difícil de decidir. Quizás La Canadiense de March, pero hay otros concursantes: el 3%, el Gürtel, las cosas de Jesús Gil... 

P. ¿Y el más insólito?

R. En cuanto a lo insólito, más bien diría grotesco, también hay muchos concursantes —quizás el fraude inmobiliario de Pilar Franco o el caso ‘Brugal’ en Alicante y el papel picaresco de Ángel Fenoll de Orihuela— pero hay tantos casos que es difícil elegir.

P. Además del paro y la marcha de la economía, “los políticos en general” y la corrupción son los dos problemas que más preocupan a los españoles hoy según la última encuesta del CIS. ¿Cree que ese “divorcio” entre la sociedad española y su clase política es cada día mayor? 

R. Ya que no vivo en España es muy difícil que yo opine. Visto desde fuera, tengo la impresión de que, poco a poco, la actitud popular hacia la corrupción va cambiando. Creo que la actual crisis en Cataluña puede empeorar la opinión pública respecto a los políticos, lo mismo que pasa en Gran Bretaña por el Brexit.

P. Los periódicos y los juzgados están llenos de casos de corrupción. ¿Hay más corrupción que nunca o se investiga más que nunca?  

R. Diría lo mismo, que me es difícil opinar, pero creo que es que se investiga más que nunca y los periodistas están jugando un papel crucial en este avance.

P. ¿Cuál es la actitud que más ve en Reino Unido hacia España hoy?

R. Desgraciadamente, como consecuencia del Brexit, hay poco interés en lo que pasa fuera

P. En su libro dice que en la sociedad española “la suposición tácita de que los problemas políticos y sociales podían resolverse de forma más natural mediante la violencia que mediante el debate está firmemente arraigada”. ¿Lo que está pasando estos días en Cataluña es un ejemplo de ello? 

R. Otra vez diría que me es difícil de opinar desde lejos. No sé hasta qué punto la violencia que se ve ahora se presta a esa generalización porque la intromisión de elementos radicales en los movimientos de protesta se ve en todos los países —Hong Kong y Francia, por citar dos ejemplos recientes—.  Lo que quise decir en mi libro es algo bastante más complicado: la tendencia de los gobiernos de favorecer la represión sobre la reforma y la disyuntiva que eso planteaba a los que buscaban reformas: apatía o violencia.

@FDQuijano