Artista francoitaliana con una notable trayectoria a sus espaldas, Valeria Bruni Tedeschi (Turín, 1964) ha trabajado como actriz en más de 90 producciones y ha dirigido cinco película de ficción, todas ellas con un marcado carácter autobiográfico. Como si fuera una especie de Woody Allen europea, Bruni nos cuenta sus desvelos sentimentales interpretando ella misma a un personaje patoso de carácter nervioso e inseguro que vive sus romances con angustia. Película a película, hasta llegar a esta lograda La casa de verano, en la que se inspira en Shakespeare, Jean Renoir o el maestro neoyorquino para retratar el verano como un espacio de fantasía erótico festiva y cierta locura, Bruni va matizando su propio personaje de mujer madura y alocada que se debate entre sus impulsos y su cabeza mientras se enfrenta a su muy rica y conflictiva familia.  

En su debut, Es más fácil para un camello… (2003), nos contaba su sentido de culpa por haber nacido en una familia riquísima, sus dificultades para formar familia estable y su carácter fantasioso y soñador. En Actrices (2007), veíamos un clásico de su cine, a ella misma locamente enamorada de un hombre más joven y sintiéndose culpable por haber llegado a los 40 sin hijos ni una vida estable. Un castillo en Italia (2013) está más centrada en su familia y la enfermedad terminal de Sida de su hermano al tiempo que volvemos a ver sus inseguridades cuando se enamora de otro jovencito (al que también interpreta Louis Garrel). En esta La casa de verano, la saga prosigue cuando su personaje acaba de ser abandonado por su marido a las puertas de un verano que se prometía idílico en la mansión familiar de la Costa Azul.

En su famosa obra El sueño de una noche de verano, Shakespeare nos proponía una fantasía tórrida en la que las hadas se conjuraban para que los personajes se enamoraran sin remedio dejándose llevar por la sensualidad de las noches cálidas. Woody Allen en aquella sensacional La comedia sexual de una noche de verano (1982) o incluso Jean Renoir en películas míticas como La regla del juego (1939) o Una partida de campo (1946) nos proponían un escenario y un desarrollo similar de personajes al presentarnos una galería de excentricidades en un verano que intrínsecamente se presta al desenfreno y a liberar nuestros instintos más primarios. Así, además de la propia Bruni, que se pasa toda la película llorando por su ruptura sentimental, conocemos a un viejo campesino que lame la oreja de su señorito, una ama de llaves con ganas de marcha o un desconsolado viudo que no logra suicidarse.

En este mundo un poco surrealista que por momentos recuerda a Fellini, la directora sigue jugando con su tono habitual, en el que los toques de comedia se alternan con los momentos más dramáticos. La casa de verano, sin embargo, es quizá la película más dura y más triste de la directora, que interpreta a una cineasta en el propio filme acentuando ese tono autobiográfico. Siempre ha habido una parte "seria" en las películas de Bruni pero en esta nueva cinta, detrás de las bromas sobre sus problemas con sus allegados por su tendencia a incluir sus historias personales en los filmes que dirige o los detalles sarcásticos como que la nueva novia de su ex sea una modelo de lencería cuya imagen empapela el país, vemos a una Bruni más hosca y amarga que en las otras ocasiones. 

@juansarda