Somewhere over the rainbow sonaba en la voz de Ella Fiztgerald. La familia le apretaba la mano en un vano esfuerzo por retenerle, al menos unas horas más, en un mundo al que había ayudado ser más alegre y feliz. Gene Wilder y sus risas se apagaban definitivamente a los 83 años, la memoria destrozada por el Alzheimer, la mirada algo perdida. Incluso el reino de los trolls se rindió ante su figura y a los pocos minutos de la noticia de su muerte, el pasado 29 de agosto, el actor era trending topic con emotivos recuerdos a sus películas, sus personajes, a las risas que nos había regalado. Varias generaciones de espectadores unidas en un duelo que repasaba sus grandes éxitos, sobre todo Willy Wonka y la fábrica de chocolate y El jovencito Frankenstein (nominado al Oscar al mejor mejor guión original), dos de sus trabajos más recordados.

Gene Wilder (centro), interpretando al jovencito Frankenstein

Wilder fue un actor de parejas. Amigo íntimo y cómplice colaborador (incluso como guionista) del director Mel Brooks –a quien conoció gracias a su esposa Ann Bancroft, con quien trabajó en Madre coraje y sus hijos (1964)– cosechó junto a él sus primeros grandes éxitos. No solo en la piel del inolvidable doctor Friederich Frankenstein sino, también, en Sillas de montar calientes y Los productores, por la que logró su primera nominación al Oscar. Esta semana. Brooks acudió al programa The tonight show, con Jimmy Fallon, para rendirle homenaje. Contó distintas anécdotas y confesó que extrañaba no poder llamarle por la noche para echar unas risas. Junto a Richard Pryor conquistó al público en disparatas comedietas como No me chilles que no te veo, grandes éxitos comerciales. Wilder coincidió con Pryor en Locos de remate, cuando éste era cocainómano, y el rodaje fue una pesadilla, casi tan loca como la trama de la película. Pero no solo le ayudó entonces, también al descubrirse la esclerosis múltiple que finalmente acabaría con su vida.

Wilder en una de sus últimas apariciones EFE

No me mientas que te creo, de Maurice Phillips, fue la última colaboración de la pareja: Pryor, con los temblores impidiéndole moverse; Wilder, apoyándole y repitiendo todas las tomas que hicieran falta. Aunque quedan sus trabajos a las órdenes de Woody Allen, Sidney Poitier o Stanley Donen (inolvidable su triste y cruel zorro domesticado en El principito), incluso como director, con La mujer de rojo como muestra de su talento, hay otra parte, humana y personal, menos conocida. En 2005 publicó sus memorias, Kiss me like a stranger (Bésame como a un extraño), en las que se podía intuir la importancia del amor, de las relaciones y del matrimonio, en la vida de este cómico que siempre se sorprendió de la reacción del público: "Ya podía hacer el papel más dramático de la función que era salir a escena y echarse todo el mundo a reír", se quejaba no sin cierta ironía.



Mery Mercier

Mery Mercier

Su primer matrimonio fue precipitado y corto. Se conocieron mientras estudiaban teatro y los cinco años de relación se vieron marcados por largas separaciones, debidas a las giras teatrales que realizaban por trabajo. No tuvo una carrera de grandes éxitos, al menos en la gran pantalla: fue personaje habitual de la serie Aterriza como puedas y compartió cartel con De Niro en Gente de Sunset Boulevard.

Mary Joan Schulz

Wilder y Mary Joan

Amiga de su hermana, madre de Katharine –que acabaría siendo, aunque adoptiva, su única hija– se casó con ella "para hacer las cosas bien". Se refería, precisamente, a la hija, que pronto comenzaría a llamarle "papá"… Los siete años de matrimonio acabaron cuando Mary Joan se obsesionó con la idea de que tenía una amante, Madeline Kahn, con quien trabajaba en El jovencito Frankenstein. No era así. Y tras el divorcio se descubrió que, de ese rodaje al menos, quien le gustaba era Teri Garr…

Gilda Radner

Gilda Radner y Gene Wilder

Ni todas las risas que provocó a los espectadores con sus delirantes comedias bastaron para acallar el recuerdo de los gritos de dolor de Gilda Radner, su tercera esposa, fallecida en 1989 debido a un cáncer de ovarios diagnosticado cuando la metástasis había avanzado de manera irreversible. 

Gilda era una actriz con un potencial cómico que demostraba en directo cada semana en el show Saturday Night Live. Se conocieron en el rodaje de Una fuga muy chiflada (Hanky Panky) y se casaron dos años después. En su libro de memorias It’s always something, publicado el año de su muerte, Gilda describía ese encuentro: "La primera vez que le vi mi corazón dio un vuelvo, que quedé colgada de él. Era alto, divertido, divertido y olía muy bien." Cuando terminó se rodaje, le abrazó y le musitó: "si quieres volver a verme solo tienes que ponerte en contacto con mi mánager y decirle 'los patos están en el estanque'. El sabrá qué hacer…".



Intentaron tener hijos, incluso acudieron a clínicas de fertilización, pero nada parecía funcionar. Gene la dirigió en La mujer de rojo pero mientras preparaba el rodaje de Terrorífica luna de miel, todo empezó a torcerse. El actor nunca se perdonó que fuera incapaz de detectar los síntomas de una enfermedad de la que su esposa tenía antecedentes familiares, pero "nuestra ignorancia en aquellos años era tremenda. Ella se sentía cansada, iba mucho al baño, pero nunca sospechamos que fuera por el cáncer. Siempre hay posibles enfermedades menores que tienen esos síntomas y nunca quieres ponerte en lo peor… Pero lo peor es cuando te dice que ya no tiene solución".

La muerte de Gilda marcó a Wilder

Tras el fallecimiento de su esposa, que solo tenía 42 años, tras una larga y terrible agonía que le marcó emocionalmente, Gener Wilder creó la Fundación Gilda’s Club New York City que, entre otras cosas, desarrolló el Programa de Detección de Cáncer de Ovario Gilda Radner para el hospital Cedars-Monte Sinaí, uno de los más prestigiosos del país. El actor llegó incluso a acudir a un Comité del Congreso de los Estados Unidos para solicitar el uso de la prueba de sangre CA-125. Se trata de una proteína que se encuentra en la sangre. En muchas mujeres con cáncer de ovario, los nieles de CA-125 aparecen elevados.

También es útil como marcador tumoral para ayudar en el tratamiento en mujeres con cáncer de ovario (nivel alto a menudo baja si el tratamiento surte efecto). Sin embargo, otras afecciones comunes también pueden elevar los niveles de CA-125. Además, no todas las mujeres que padecen cáncer de ovario presentan un alto nivel de CA-125. Gene Wilder lo sabía. "Pero lo cierto es que, en pacientes con antecedentes familiares, como en el caso de Gilda, es un indicador a tener muy en cuenta", reconoció ante la Comisión. "Yo no soy de dar discursos, me pongo nervioso. Yo soy de actuar. Pero todavía la recuerdo gritándome ‘Ya es tarde para mí, pero no para otras. No dejes que le suceda a nadie más', así que mi deber es cumplir esa promesa”, confesaba a la revista People. Todas esas experiencias aparecen en su libro Gilds’s disease (La enfermedad de Gilda) publicado en 1998.

Karen Boyer

Aunque había trabajado en el departamento de vestuario de un estudio de cine, Karen se había centrado en su trabajo como logopeda colaborando en distintas asociaciones de apoyo a sordomudos. Por un lado, Gene recurrió a ella para trabajar su papel en No me grites que no te veo; por otra parte, ella le pidió consejo para grabar unas cintas de autoapoyo. A la quinta sesión ya tenían una cita para cenar.

Wilder y su cuarta esposa Karen Boyer



Había pasado un año de la muerte de su mujer, y aquel encuentro le permitió "volver con los vivos". Gene no solo había quedado viudo, había quedado marcado por el cáncer y las secuelas emocionales de la enfermedad. Se casaron en 1991. No tuvieron hijos, pero se les vio felices en innumerables eventos, siempre de la mano, mostrando su cariño en público. Cuando a Gene Wilder le fue diagnosticada la enfermedad, las apariciones fueron haciéndose menos habituales y más discretas.

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