El pasado domingo, el programa Drag Race España vivió el episodio del Snatch Game, esto es, un concurso televisivo de preguntas y respuestas en el que las participantes tienen que imitar a celebridades. Killer Queen decidió meterse en la piel de una excesiva Isabel Díaz Ayuso, que para los jueces fue la mejor de la noche.

Esta Killer-Ayuso vestía con un traje de chaqueta de la Comunidad de Madrid, y cuando no hablaba, no paraba de hacer todo tipo de tics. Mi próximo plan para la comunidad de Madrid (se calla mientras le da un tic) es que reine la democr... El caos. Que reine el caos” decía en su presentación.

En sus respuestas, Killer Queen hizo referencia a los menús de Telepizza para las familias más necesitadas, aseguraba que su programa estaba copiado de Donald Trump, o decía que “el problema de las drag queens son sus cabezas liberales”. Cuando el concursito terminó, la doble de Ayuso se enfadó. “Tanto maricón, voy a cerrar esto en cuanto acabe”, dijo irritada.

En las redes sociales muchos tuiteros alabaron el trabajo de interpretación e improvisación de Killer Queen, mientras que otros no terminaron de identificar a la mandataria madrileña en su imitación. Y también hubo voces que criticaban su elección del personaje, alegando que el arte del drag y la política no debían mezclarse.

Sabia y prudente, Killer Queen lleva tiempo diciendo en las redes sociales que el drag no es un mero entretenimiento, que también es un arma política. Algo que ya habíamos comprobado a través del programa matriz, RuPaul’s Drag Race.

Allí han tenido como invitada a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Las participantes han narrado episodios como la detención de Bob the Drag Queen por protestar para la aprobación del matrimonio igualitario. Peppermint contó cómo casi no puede salir de Rusia por ser una mujer transexual. O las reinas han hablado sobre las terapias de conversión (como las que apoya Rocío Monasterio) mientras se vestían o maquillaban.

Hice terapia de reorientación para hacerme hetero. Fue horrible, todo es: Tienes que rezar más, date prisa. Tienes que quedar con chicas, y de golpe te haces heterosexual. Casi me destruye” confesó Tempest Dujour, de la temporada 7, para añadir que quería contar su historia “para mostrarles a esos chicos que luchan que hay alguien que les entiende”.

“Es increíble que un ser humano pueda decir: no quiero que otro tenga los mismos derechos” comentaba sobre los conservadores Brook Lynn Hytes, una de las participantes de la temporada 12 en ese sentido.

Sin olvidarnos de las parodias del Rusical de Trump, o cuando Aquaria hizo de Melania Trump en el Snatch Game y mandaba mensajes de ayuda. Y de que en la temporada 12 cada capítulo terminaba con carteles invitando a los espectadores a registrarse para votar.

Shuga Cain con un look a lo Donald Trump en la temporada 11

El drag, como arte, rompe con las codificaciones sociales, ayuda a expresar el género de maneras diferentes, y durante su espectáculo, crean un espacio seguro para todo aquel que se salga de lo cisheteronormativo.

Las drag queens han estado al frente de muchas marchas desde antes de Stonewall, han ayudado a un cambio social, y continúan al pie del cañón. Exponen cómo la sociedad han construido términos cerrados como el de hombre y mujer, y han desafiado estas dos categorías demostrando que se puede explorar un amplio terreno entre uno y otro.

“El drag es mucho más que hombres homosexuales disfrazados de mujeres. Se trata de crear espacio y crear validez para las personas que quieren expresar su género de manera diferente y según sus propias reglas” afirmaba en 2017 Sasha Velour, ganadora de la temporada 9 de RuPaul’s Drag Race. “Y las drag queens y los drag kings, deben estar a la vanguardia de la presión por derechos y protecciones, creando espacios seguros para todo el espectro de personas trans y no conformistas de género”, añadía en una entrevista.

En la actualidad, el drag tiene en España un peso más político que nunca. Hay partidos que quieren imponer leyes que merman los derechos, que no quieren proteger a las personas LGTBIQ+ de las agresiones y la discriminación, que no quieren hablar de la complejidad del género. Por eso el drag sirve como altavoz para luchar por la igualdad. Como dijo la concursante Nina West, “Que nadie diga que vuestra voz no cuenta. Todos tenemos el poder de generar cambios”.

Del mismo modo, las drags tienen entre manos todavía algunos retos que superar, como por ejemplo, el lograr la dignidad de su propio colectivo laboral. Por dedicarse al drag parece que tienen que demostrar más que otros que bajo esas pelucas y tacones hay grandes artistas, cantantes, bailarines y cantantes. Que no tienen por qué encontrar solo un nicho de mercado en los bares y discotecas nocturnos, y que tienen que seguir luchando para construir una sociedad donde respeten estas prácticas artísticas.

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