Clinton y el modelo chileno de pensiones

Clinton y el modelo chileno de pensiones

La tribuna

Clinton y el modelo chileno de pensiones

El autor, economista y ex ministro de Chile, explica cómo el 'impeachment' por el caso Lewinsky impidió que en EEUU se implantase su sistema de pensiones.

16 agosto, 2016 00:11

“Son las 00.30 o la 1.00 y Bill Clinton me pregunta a mí y a Dottie: '¿Qué sabes sobre el sistema chileno de pensiones?'”, cuenta Richard Lamm, que fue gobernador de Colorado por tres periodos. Era marzo de 1995, y Lamm y su esposa estaban pasando el fin de semana en el dormitorio Lincoln de la Casa Blanca.

Leí sobre esta sorprendente conversación de medianoche en un artículo en la revista Newsweek firmado por Jonathan Alter (13 de mayo de 1996), mientras esperaba en el aeropuerto internacional de Dulles un vuelo hacia Europa. El artículo también decía que temprano, la mañana siguiente, antes de que saliera a correr, el presidente Bill Clinton se las arregló para que un informe especial sobre esta reforma chilena, producido por su equipo, fuera deslizado por debajo de la puerta de Lamm.

Esa noticia atrajo mi interés. Tan pronto como regresé a Estados Unidos fui a visitar a Richard Lamm. Quería conocer las circunstancias exactas en las que el presidente de la primera potencia mundial involucró a un colega ex gobernador en un intercambio sobre el sistema que yo había implementado 15 años antes.

Con Lamm compartimos un café en la terraza de su casa en Denver. No sólo fue el anfitrión más amable para este curioso chileno, sino también demostró estar profundamente motivado por el tema del envejecimiento y el futuro de Estados Unidos. Tuvimos entonces una intensa conversación. Al final, me atreví a pedirle una copia del informe que Clinton le había entregado. Estuvo de acuerdo en entregármelo con la condición de que no lo hiciera público mientras Clinton fuera presidente.

Clinton, dada su pasión por las políticas públicas, se convirtió en casi experto en el sistema de capitalización de Chile

También me dio una copia de una nota autografiada en un papel oficial de la Casa Blanca, fechada el 21 de marzo de 1995, que acompañaba el informe deslizado debajo de su puerta. Decía: “Dick, perdón, no te pude ver por la mañana. Fue grandioso tenerte a ti y a Dottie. Aquí está el material sobre Chile que te mencioné. Saludos, Bill”.

Tres meses antes de ese intercambio entre Clinton y Lamm sobre el sistema chileno de pensiones, tuve una animada comida en Santiago con el periodista Joe Klein de la revista Newsweek. Unas pocas semanas después, escribió un fascinante artículo titulado, “¿Si Chile puede hacerlo… no podría (Norte) América privatizar su sistema de seguridad social?”. Concluía manifestando que “el sistema chileno de pensiones… es tal vez la primera política social significativa que emana del hemisferio sur” (12 de diciembre de 1994).

Tengo razones para pensar que probablemente este artículo atrajo la atención de Clinton y, dada su pasión por las políticas públicas, se convirtió en casi experto en el sistema de capitalización de Chile. Clinton conocía a Klein, que cubrió la carrera presidencial de 1992 y de forma anónima escribió el best-seller Primary Colors, un levemente velado registro de la campaña de Clinton.

Mientras estudiaba para un master y un doctorado en Economía en la Universidad de Harvard, me enamoré del experimento único de Estados Unidos sobre libertad y gobierno limitado. En 1835 Alexis de Tocqueville escribió el primer volumen de Democracy in America, con la esperanza de que muchos de los saludables aspectos de la sociedad norteamericana pudieran ser exportados a su nativa Francia. Yo soñaba con exportarlos a mi querido Chile.

La cultura de la responsabilidad individual que hizo grande a EE.UU. se diluyó al crearse un Estado benefactor

Una vez concluido mi doctorado en 1974 y, mientras disfrutaba en plenitud mi posición como teaching fellow en Harvard y profesor en la Universidad de Boston, tomé la más difícil decisión de mi vida: regresar para contribuir en mi país a recuperar su economía y su democracia destruidas, siguiendo el ejemplo de los principios e instituciones creados en Estados Unidos por los llamados padres fundadores. Al poco tiempo fui nombrado ministro del Trabajo y Previsión Social, y en 1980 creamos un sistema de capitalización con cuentas personales de ahorro para la vejez.

El historiador Niall Ferguson escribió en su best-seller mundial The Ascent of Money que esta reforma estructural fue “el más profundo desafío al Estado de Bienestar en una generación. Thatcher y Reagan vinieron después. El desafío al Estado de Bienestar comenzó en Chile”.

En algún momento durante el siglo XX, la cultura de la responsabilidad individual que hizo a Estados Unidos una nación grande y libre fue diluida por la creación de un Estado benefactor, con aspectos que imitaban el crecientemente fallido Estado de Bienestar europeo. Lo que Estados Unidos necesitaba, a mi juicio, era un regreso a lo esencial de la Revolución Americana, a los principios fundacionales del gobierno limitado y la responsabilidad personal.

En cierta forma, los principios que Estados Unidos ayudó a exportar exitosamente a Chile a través de un grupo de economistas liberales, necesitaban ser reafirmados en el propio Estados Unidos a través de una reforma estructural profunda, coherente con esos principios. Como el sistema chileno de pensiones está basado en principios universales, los pilares de esta reforma pueden exportarse al mundo.

El ex jefe de gabinete de Clinton viajó a Chile y quiso conocer de primera mano el éxito del modelo chileno

Una vez que culminó exitosamente la transición a la democracia que habíamos diseñado en la Constitución de 1980, y una vez que hice todo lo posible para asegurar la estabilidad del modelo económico y las modernizaciones sociales -incluyendo mi propia campaña presidencial “educativa” de 1993-, decidí dedicar mi vida a compartir el Modelo Chileno por el mundo.

A comienzos de 1995, cuando el presidente Clinton estaba teniendo conversaciones de medianoche sobre el Modelo Chileno, recibí una extraordinaria invitación que me ayudaría mucho en mi lucha en Estados Unidos. Ed Crane, cofundador y presidente del Cato Institute, el think tank libertario más influyente del mundo, me honró nombrándome distinguished senior fellow y copresidente de su Social Security Choice Project. Acepté de inmediato con tanto entusiasmo como alegría.

El Instituto Cato había publicado estudios sobre Seguridad Social y cuentas individuales desde 1979, basados en los trabajos de James Buchanan, que también era distinguished senior fellow del Instituto junto con Friedrich Hayek, ambos premios Nobel de Economía. En los años siguientes, viajé intensamente por todo Estados Unidos compartiendo la experiencia chilena en conferencias, encuentros, reuniones públicas, audiencias en el Congreso y entrevistas en los medios de comunicación. Me impresionó la receptividad y apertura mental del público, pero lo que Milton Friedman llamó “la tiranía del status quo” hacía difícil para los líderes políticos adoptar esa solución para el creciente problema de la Seguridad Social.

En enero de 1996, Mack McLarty, enviado especial para las Américas del presidente Clinton y su ex jefe de gabinete, viajó a Chile y quiso conocer de primera mano el éxito del primer sistema integral de cuentas personales de ahorro para la vejez. Nos reunimos durante largas horas y me preguntó tanto sobre los principios como sobre los detalles del sistema. Unas pocas semanas después, recibí una carta suya con un entusiasta mensaje: “José, sin ninguna duda, la reforma del sistema de pensiones de Chile ha sido un factor que ha contribuido en forma clave -algunos lo llaman 'la madre de todas las reformas'- al actual éxito económico de Chile. La reforma del sistema de Seguridad Social que tú desarrollaste y por el cual luchaste ha dejado a tu país con una base estable para el futuro. Aunque las experiencias chilenas y norteamericanas son diferentes en varios sentidos clave, creo que podemos aprender mucho de la audaz iniciativa de tu país, que es ampliamente envidiada a lo largo del hemisferio”.

En su mensaje sobre el Estado de la Unión, Clinton advirtió al país sobre la próxima crisis de la Seguridad Social

En su mensaje sobre el Estado de la Unión, en enero de 1998, el presidente Clinton advirtió al país sobre la próxima crisis de la Seguridad Social y llamó a un debate abierto sobre la necesidad de reformas: “Sostendremos en diciembre una Cumbre en la Casa Blanca sobre Seguridad Social. Y dentro de un año convocaré a los líderes del Congreso para trabajar en una histórica legislación bipartidista y lograr un hito para nuestra generación, un sólido sistema de Seguridad Social para el siglo XXI”.

Al escuchar el discurso en mi oficina del Instituto Cato en Washington comprendí que había llegado el momento. Recordé el Carpe diem de Virgilio. Tenía que llegar hasta el mismo presidente. Conociendo la reputación de Clinton como un voraz lector, resolví escribirle una carta abierta en un diario importante, al que seguramente prestaría atención.

Ese abril, en una conferencia en Tokio organizada por el Instituto Cato y la poderosa Keidanren -la asociación de empresarios de Japón-, le comenté a un colega conferenciante, George Melloan, del Wall Street Journal, mi idea de la carta abierta. Me dijo que era muy inusual en su diario publicar una nota como esa, pero después de leer un borrador aceptó entusiasmado. Melloan me pidió enviarla por fax a la columnista del Wall Street Journal Mary O’Grady, en Nueva York. Desde el Hotel Imperial, con mi colega Bob Borens del Cato, pasamos toda la noche intercambiando faxes entre Tokio y Nueva York, revisando cada coma de mi carta, hasta que todos estuvimos plenamente satisfechos. La carta abierta al presidente Clinton fue publicada en la página editorial del Wall Street Journal el 10 de abril de 1998 (el texto completo está en www.josepinera.org).

Mis expectativas fueron superadas cuando a los pocos días recibí una invitación de Gene Sperling, el asesor de políticas económicas del presidente, haciéndome la extraordinaria invitación a hablar en la próxima Cumbre de la Casa Blanca sobre Seguridad Social. Entre el público estarían líderes de todas las áreas de la sociedad civil, expertos de think tanks y Universidades, dirigentes sindicales y empresariales. Y, muy importante, una delegación de 60 senadores y miembros de la Cámara de Representantes, así como el equipo económico del Gobierno.

Más del 90% de los chilenos eligieron el sistema de cuentas personales de ahorro, en lugar del de reparto

La apuesta era alta. En una conferencia de prensa el 2 de diciembre de 1998, en la semana previa a la Cumbre, Sperling declaró: “Creo que la realidad política es que 1999, al ser un año sin elecciones y con un presidente demócrata en su segundo periodo, ofrece una oportunidad única para una reforma estructural, particularmente dada la sólida situación fiscal del país”.

Si bien me sentí muy honrado con esta invitación, especialmente considerando que era el único orador que no tenía un pasaporte estadounidense, era al mismo tiempo consciente del desafío crucial de ese discurso. En sólo unos minutos tendría que explicar el sistema chileno de pensiones, sus fundamentos y su arquitectura de transición, y explicar por qué una reforma como ésta tenía relevancia para Estados Unidos.

Cuando las cámaras de televisión que transmitían la Cumbre comenzaron a correr, entregué el mensaje que había querido dar desde hacía mucho tiempo. “Cada trabajador chileno tiene una cuenta personal de ahorro para la vejez, y yo también tengo una. El trabajador coloca su aporte mensual en su cuenta y puede saber en cualquier momento cuánto dinero tiene ahorrado y cuánto ha ganado por rentabilidad de sus fondos. Al acumular ahorros durante toda su vida laboral, los trabajadores pueden así beneficiarse de una de las fuerzas más poderosas del universo: la fuerza del interés compuesto.

Le dimos a cada trabajador la posibilidad de permanecer en el antiguo sistema de reparto o trasladarse al nuevo sistema, entregándoles Bonos de Reconocimiento a los que decidieran cambiarse. Más del 90% de los trabajadores chilenos eligieron libremente el sistema de cuentas personales de ahorro, en lugar del sistema de reparto.

Creo que este sistema le haría bien a Estados Unidos y puede hacerse porque este país tiene muchas ventajas

La reforma no la expliqué como una contribución a los equilibrios macroeconómicos, o al desarrollo del mercado de capitales, aunque sí lo fue y de manera crucial. La expliqué reiteradamente por televisión como un paso crucial hacia convertir a todos los trabajadores en propietarios contribuyendo así a su dignidad, libertad y empoderamiento.

Creo que este sistema le haría bien a Estados Unidos y puede hacerse porque este país tiene muchas ventajas. Hace 18 años, Chile no tenía mercado de capitales y ustedes tienen el mejor mercado de capitales del mundo. Hace 18 años, la tecnología de la información estaba todavía en su infancia, mientras que hoy la revolución tecnológica permite administrar millones de cuentas a un costo insignificante. …Y, además, son una nación de mente tan abierta y flexible que incluso han invitado a un chileno a compartir este día memorable.

Por ello, tengo enormes esperanzas en este país que tanto admiro y que tanto quiero. Y me gustaría que mi hijo, que nació en Boston y tiene un pasaporte estadounidense, si decidiera trabajar en Estados Unidos, también pudiera tener una cuenta de ahorro para su vejez”. (El texto completo de mi discurso está en: http://www.cato.org/policy-report/januaryfebruary-2016/president-clinton-chilean-model-full)

Así habló el presidente Clinton en el Estado de la Unión de enero de 1999, dos meses después de la Cumbre: “Nuestra disciplina fiscal nos da una inigualable oportunidad para enfrentar un extraordinario nuevo desafío: el envejecimiento de Estados Unidos. Con el número de estadounidenses mayores que se duplicará a 2030, el baby boom se convertirá en el senior boom… La mejor forma de mantener la Seguridad Social como una garantía sólida no es haciendo recortes drásticos en los beneficios, ni elevando las tasas de impuestos en las nóminas de sueldos.... propongo una nueva iniciativa de pensiones para un retiro seguro en el siglo XXI. Propongo que usemos un poco más del 11% del superávit fiscal para establecer una cuentas universales de ahorro -“USA Accounts”- para darle a todos los estadounidenses los medios para ahorrar… los “USA Accounts” ayudarán a todos los estadounidenses a compartir nuestras riquezas como nación y a disfrutar de una jubilación más segura”.

Aunque Clinton fue absuelto y eso le permitió permanecer en el poder, la dura prueba agotó su capital político

Las primeras salvas se habían lanzado: “Para establecer cuentas de ahorro universales -USA accounts-…”. Esta era la primera vez que un presidente de Estados Unidos proponía la creación de cuentas de ahorro individuales para la vejez.

Pero ello no sucedería. Justo cuando Clinton estaba preparándose para este desafío, se encontró inesperadamente sumido en el escándalo de Monica Lewinsky. El asunto fue, sin duda, un evento vergonzoso, pero fue el proceso de impeachment lo que sepultó la posibilidad de la reforma en ese momento.

El presidente, sitiado, no pudo entregar su propuesta. Como señaló un editorial de The New York Times el día después de su discurso, “considerando que el control republicano del Congreso y la batalla por el impeachment probablemente dejarán un gusto amargo, los planes del presidente ciertamente son más bien un punto de partida para iniciar la conversación que un proyecto para el futuro”.

Aunque Clinton fue absuelto por el Senado y eso le permitió permanecer en el poder, la dura prueba agotó tanto su capital político como su resolución para emprender grandes reformas. Clinton no impulsó ninguna gran legislación durante lo que le quedaba de su mandato. La bomba de tiempo de las pensiones no fue desactivada. Una oportunidad vital había sido desperdiciada.

Al igual que en una tragedia griega, el fracaso en este tema puede ser explicado en términos de una debilidad fatal

En su libro de 2002 The Natural: The Misunderstood Presidency of Bill Clinton, Joe Klein, después de varias horas de conversaciones con el ex presidente, llegó a la siguiente conclusión: “El escándalo Lewinsky tuvo un poderoso, aunque usualmente olvidado, impacto en la sustancia de los últimos dos años de Clinton en el poder. Cuando le pregunté al presidente qué podría haber logrado sin el escándalo, dijo que no estaba seguro. Presionado, Clinton reconoció que pudo haber sido capaz de reformar los sistemas de Pensiones y Salud si a los republicanos -y a los medios- no se les hubiera suministrado una forma alternativa de diversión en 1998 y 1999. En efecto, Clinton estaba preparado, en el momento en que presentó su desafío de Save Social Security First, en su mensaje sobre el Estado de la Unión de 1998, a hacer algo que pocos presidentes habían hecho: terminar su segundo periodo con una despedida en alza por un logro significativo. Había domesticado al Congreso republicano. Había un gran superávit presupuestario para utilizar. 'Ambos partidos estaban justo detrás de los grandes temas', dijo Bruce Reed, el asesor de asuntos domésticos de Clinton… 'Podríamos haber agregado una opción de cuentas individuales en el sistema de Seguridad Social'”.

Como afirmó un periodista, Clinton sacrificó “un legado duradero cuando tuvo un affaire con Lewinsky, la joven becaria de la Casa Blanca. Los demócratas liberales se oponían a estos cambios en las pensiones. Entonces, para obtener su apoyo y evitar el impeachment, Clinton pospuso el paquete de reformas”.

Tres asesores de Clinton, -Douglas W. Elmendorf, Jeffrey B. Liebman y David W. Wilcox- escribirían luego un artículo confirmando que la posibilidad existió y que el impeachment la destruyó. Así lo resumió Glenn Kessler en el diario The Washington Post: “En 1998, el presidente Clinton y sus asesores económicos pasaron 18 meses discutiendo secretamente los elementos de un plan para agregar cuentas individuales al sistema de Seguridad Social, pero lo abandonaron cuando estuvo claro que el presidente tendría que hacer frente a un juicio político, como lo confirma un artículo de tres ex funcionarios del gobierno, que será presentado hoy en una conferencia en Harvard”.

Al igual que en una tragedia griega, el fracaso de Clinton para hacer una reforma de la Seguridad Social puede ser explicado en términos de una debilidad fatal. Bill Clinton era, sin duda, un político muy talentoso y un hombre de notable inteligencia, pero lamentablemente no era un estadista que estuviera dispuesto a sacrificar los placeres terrenales por un legado duradero. Esta gran reforma, que tanto necesita Estados Unidos, sigue pendiente.

Es sorprendente cómo nuestras imperfecciones pueden tener consecuencias de una tremenda importancia

Se comprobó en este episodio que Bill Clinton no pertenecía a la “familia del león o la tribu del águila”, según las inmortales palabras del gran Abraham Lincoln, el “leñador” de Pablo Neruda.

Es sorprendente cómo nuestras imperfecciones humanas pueden tener consecuencias involuntarias de una tremenda importancia.

Al viajar de vuelta toda la noche a mi país en esos primeros meses de 1999, supe muy bien que aunque la semilla de esta idea se había plantado en Estados Unidos, la flor no iba a brotar  durante la Presidencia de Clinton.

Y brotaron de mi memoria las terriblemente bellas palabras que Shakespeare le dio a Hamlet: “Benditos aquellos/ Cuyo temperamento y juicio están tan bien/ combinados,/ Que no son una flauta entre los dedos de la fortuna,/ Dispuesta a sonar según ella guste./ Dame un hombre/ Que no sea esclavo de sus pasiones y lo colocaré/ En el centro de mi corazón; sí, en el corazón de mi corazón”.

***José Piñera, economista y ex ministro de Chile, dirige la revista 'Economía y Sociedad' (www.economiaysociedad.cl).

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