Spanish Inquisition. Desde luego, el titular del reciente editorial de The Times acerca del inminente juicio a los líderes separatistas no se andaba por las ramas. O al menos eso parecía, porque el artículo en sí era sorprendentemente matizado. El editorialista señalaba que el referéndum del 1-O y la DUI posterior fueron ilegales, y que los cargos contra los líderes separatistas son legítimos. Pero dio exactamente igual: los independentistas transformaron rápidamente el titular en un hashtag en apoyo de sus tesis, y entre los constitucionalistas cundieron la indignación, el orgullo herido y una plomiza sensación de déjà vu.

Efectivamente, esto ya lo hemos vivido. Ya hemos pasado días enteros decepcionados por el tratamiento que algunos medios extranjeros daban a la crisis catalana. Ya nos hemos revuelto contra la pereza intelectual que ha teñido numerosos análisis, y ya hemos asistido al inagotable despliegue de energía del separatismo en busca de apoyos internacionales -o de cualquier cosa que pudiera parecerlo-. Y la sensación de familiaridad resulta especialmente pesada porque sabemos que esto no es un episodio fugaz: el juicio a los líderes separatistas durará meses.

Por esto deberíamos llegar al juicio del procés con algunas lecciones aprendidas. Por ejemplo, que las distintas ramas del Estado nunca estarán totalmente a la altura del desafío que supone rebatir las tesis independentistas ante la opinión internacional. Por un lado, porque se enfrentan a serias dificultades estructurales: la política internacional suele interesar como proveedora de épica o de extravagancia, y como confirmación de estereotipos heredados. Y, por otro, parece que una vez más se llega tarde y mal a un campo que los separatistas llevan meses trabajando (el editorial del Times, por ejemplo, incluía varias declaraciones de Jordi Sànchez al periódico, por ninguna de algún representante del constitucionalismo). Desgraciadamente, esto no nos debería sorprender: si el Gobierno de Rajoy afrontó esta tarea con desgana, ¿qué hace pensar que el de Sánchez, necesitado del apoyo independentista para los Presupuestos, se empleará con mayor intensidad?

Así las cosas, habría que limar nuestra predilección por los argumentos de autoridad, especialmente cuando remiten al extranjero. No se trata de encerrarse en un “¡que inventen ellos!” propio de otras épocas, sino de recordar que la validez de un mensaje no depende de quién es su emisor, sino del mensaje en sí. Pero, además, el constitucionalismo no debería esperar sentado a que el Gobierno dé nuevas muestras de incapacidad. Durante la fase crítica del procés se produjo una movilización de la esfera pública que cristalizó en varias iniciativas independientes -como pueden ser el Foro de Profesores y Voices from Spain-, además de en el esfuerzo de muchas personas que a título individual aportaron visiones alternativas a las de los independentistas. Los déjà vu desconciertan y hasta deprimen, pero también señalan una evidencia: que no se parte de cero.