Tras la explosión del pasado domingo en el barrio de Chelsea de Nueva York que dejó veintinueve heridos, muchos medios internacionales (entre ellos El País y el New York Times) se apresuraron a publicar sus textos acerca de “lo que sabemos y no sabemos del atentado”. En realidad, ese “lo que sabemos y no sabemos” no es más que la vieja noticia de toda la vida pero presentada en forma de enunciado.

La idea subyacente es que el lector moderno a) no tiene el tiempo ni la paciencia ni las ganas de leer textos ligados y b) prefiere las píldoras informativas instantáneas que le den una idea rápida y lo más destilada posible de la noticia. En otro orden de cosas, lo que sabemos y lo que no sabemos no deja de ser lo menos interesante de un atentado: lo verdaderamente significativo suele ser, como dijo Donald Rumsfeld, lo que no sabemos que no sabemos.

Existen en internet cientos de páginas que recogen las frases más absurdas de George W. Bush. En ellas suelen encontrarse también algunas de los miembros más destacados de su administración. Entre ellas la mencionada de Donald Rumsfeld: “Hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay cosas que no sabemos. Pero también hay cosas que no sabemos que no sabemos. Y si nos fijamos en la historia de nuestro país, es esa última categoría la que suele dar problemas”.

Esa frase de Rumsfeld es, y ya me perdonarán los aludidos, un excelente detector de demagogos. Porque, al contrario de lo que pretende la llamada “sabiduría popular”, se trata de una frase brillante que expone de una forma especialmente inteligible uno de los dilemas básicos a los que se enfrentan ingenieros, científicos y por supuesto las agencias de inteligencia del mundo entero. De hecho, la idea de lo desconocido-desconocido fue creada en 1955 por los psicólogos norteamericanos Joseph Luft y Harrington Ingram y fue de inmediato adoptada por la NASA por su utilidad conceptual en el terreno de la exploración espacial. Y fue precisamente de ahí, de William Graham, director de la NASA entre 1985 y 1986, de donde Rumsfeld sacó la frase. Otra cosa muy diferente es lo tendencioso del uso concreto de la frase que hizo él.

Pero el concepto de lo desconocido-desconocido, que por si a alguien le interesa se utiliza básicamente en esa herramienta de psicología cognitiva llamada Ventana de Johari, deja fuera de la ecuación aquello que ninguno de los medios incluye en sus artículos sobre “lo que sabemos y no sabemos”. Se trata de lo que desconocemos que sabemos. O mejor dicho: de aquello que sabemos que sabemos pero preferimos fingir que no sabemos. Es aquella información que, a pesar de haber sido ampliamente contrastada y confirmada, pretendemos desconocer porque choca con nuestra idea de lo políticamente correcto o de lo socialmente admisible.

En el caso del atentado del pasado domingo, la religión. Concretamente, la islámica. Esa gran conocida-desconocida por los pazguatos occidentales. Los mismos, por cierto, que llamaban imbécil a Donald Rumsfeld por su frase.