La falta de acuerdo entre Podemos y En Marea, que concurrirán por separado a las elecciones gallegas de septiembre pese a que hace sólo dos meses fueron juntos a las generales, demuestra la fragilidad estructural del proyecto que dirige Pablo Iglesias.

Es probable que el fracaso electoral de la coalición Unidos Podemos el 26-J, sumado a las discrepancias entre Iglesias y los nacionalistas gallegos, que pretendían poner el acento en el discurso separatista, hayan precipitado el divorcio de las izquierdas en Galicia. Pero lo que está claro es que la gran heterogeneidad de proyectos que Iglesias trata de concentrar bajo el paraguas de Podemos ya quedó demostrada tras las dos últimas elecciones generales, al pugnar sus distintos socios por crear grupos parlamentarios propios en el Congreso.

La división del bloque de izquierdas juega a favor de Núñez Feijóo, a quien las encuestas sitúan a un solo escaño de la mayoría absoluta. Pero sobre todo, lo que demuestra este desencuentro entre Podemos y las Mareas, es que Iglesias, que presume de tener un amor en cada puerto, está demostrando su incapacidad para crear alianzas políticas estables.