Por segunda vez en su historia, el Gobierno de Reino Unido estará en manos de una mujer. Theresa May, hasta ahora ministra del Interior, ha sucedido este miércoles a David Cameron al frente del Ejecutivo británico. May toma las riendas en un momento especialmente complicado, ya que deberá dirigir las negociaciones de salida de la UE. La decisión, de la que ella no era partidaria, será ahora su responsabilidad.

La primer ministro tiene reputación como negociadora implacable y gestora eficaz. A pesar de que en Interior se mostró muy dura frente a la inmigración, votó en el reférendum a favor de permanecer en la UE. Su victoria como líder del partido conservador frente a los eurófobos Andrea Leadsom y Michael Gove es, en ese sentido, una buena noticia. Sin embargo, no cabe hacerse ilusiones. May ha dejado claro que no habrá marcha atrás en el proceso de ruptura con Europa, ya que “el brexit significa brexit”. Su propósito de seguir la línea impuesta por los partidarios de abandonar la UE puede verse en el nombramiento del controvertido antieuropeísta Boris Johnson como responsable de Exteriores.

Tras conocerse los resultados del referéndum, Cameron anunció que la responsabilidad de activar el artículo 50 del Tratado de la UE, que pondría en marcha el proceso de salida, debía recaer en el próximo Gobierno. Ahora que Theresa May ha tomado posesión, no hay excusa para no hacerlo. May lo tiene claro, Bruselas debería tenerlo también y actuar en consecuencia.