Opinión El merodeador

Merodeos

12 enero, 2016 01:35

El Rey impide a Forcadell hacer propaganda desde Zarzuela

La negativa del rey Felipe VI a recibir a la presidenta del Parlamento catalán para firmar el real decreto de nombramiento de Carles Puigdemont es muy significativa. El monarca ha dado un portazo a los máximos adalides del independentismo, culpables políticos del periodo de máxima tensión territorial conocido en España desde 1934. No es la primera vez que el procedimiento constitucional de comunicación al Rey de la designación de un nuevo presidente autonómico se hace mediante correo, como ha pedido Zarzuela al Parlament. Pero sí es la primera vez que, sin mediar una causa de fuerza mayor, el monarca se niega a recibir al presidente de un Parlamento autonómico para cumplir con este trámite. Carme Forcadell había pedido ir a Palacio, así que la negativa del Rey sólo puede interpretarse como un gesto deliberado. El jefe del Estado ejerce un papel arbitral que le impide hacer pronunciamientos políticos, pero no es una figura decorativa que pueda permanecer impasible y ajena a la realidad del país. En cada circunstancia, el protocolo elegido por el monarca implica un mensaje. Felipe VI acierta al no brindar a Forcadell una ocasión de oro para hacer propaganda de la ruptura.

Caso Madrid Arena, el juicio de una tragedia que pudo evitarse

Cinco chicas de entre 17 y 20 años murieron aplastadas durante la celebración de la fiesta de Halloween de 2012 como consecuencia de una avalancha en el pabellón Madrid Arena. La controversia con la que este martes arranca el juicio, en el que el empresario Miguel Ángel Flores se enfrenta a una pena máxima de cuatro años de cárcel acusado de homicido imprudente, vuelve a poner el foco en una tragedia que pudo evitarse. Hay muchos motivos para la polémica. Aquel local estaba funcionando sin licencia, no tenía una enfermería en condiciones, la seguridad era insuficiente, la cámara instalada en el vomitorio en el que perecieron las jóvenes era una simple carcasa, el aforo -7.000 personas- llegó a triplicarse, y en la entrada del local se celebró un botellón que dificultó la asistencia. Es obvio que no sólo la negligencia de los gestores del Madrid Arena, sino también la falta de celo municipal, contribuyó al fatal desenlace. Sin embargo, es muy complicado atribuir responsabilidad penal a funcionarios concretos. Esta tragedia es motivo suficiente para endurecer los controles de las salas de fiestas en general y para revisar la pena en casos de homicidio imprudente.

La constante reinvención de Bowie nunca borró su identidad

David Bowie siempre fue varios pasos por delante en la expresión musical y artística. Su desafío a las convenciones le convirtieron en una referencia cultural durante sucesivas décadas. Fue unos de los máximos exponentes del glam, estilo que contribuyó a popularizar; convirtió los sonidos electrónicos en un complemento del rock; fue icono pop; experimentó con el jazz y, en su puesta en escena, exploró los límites de su propia identidad mediante la creación de heterónimos y la ambigüedad sexual. De ahí su cultivada fama de artista excéntrico y camaleónico que, sin embargo, no mermó un ápice -más bien al contrario- su inconfundible sello. La marca Bowie no sólo consistía en una forma de cantar, también comprendía un modo de vestir, de mirar, de andar e incluso de pensar. No en balde abanderó la liberación y la exaltación individual de los jóvenes de los 70, 80 y 90. Hizo conocidas aunque mediocres incursiones en el cine y se interesó también por el mundo del arte. Bowie aparecía y desaparecía de las portadas por sorpresa. La última ha sido publicar un disco el día de su 69 cumpleaños, tan sólo tres antes de morir -su lucha contra el cáncer durante 18 meses no había trascendido- en el que ha dejado un estribillo que nadie interpretó como si fuera un epitafio: "Mira aquí arriba, estoy en el cielo".

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