Del aterrizaje de Irene Lozano en las listas del PSOE son previsibles las consecuencias nefastas que para el confort del "pesebre socialista", que dice Gorriarán, puede tener un fichaje tan inflamable.

Pero se ignoran los razonamientos y presunciones que han llevado a Pedro Sánchez a convertir a la diputada de UPyD en número cuatro de su candidatura como garantía de su compromiso con la regeneración.

El socialismo de camisa blanca y siglas diminutas debe explicarse. No es cuestión baladí que los votantes conozcan los procesos reflexivos y desiderativos de quien se pretende presidente. Sobre todo, porque el fichaje de Lozano parece tan extemporáneo y arbitrario que resulta difícil concluir que pueda mejorar otra cosa que no sea a la oposición interna del secretario general, "revisable" su liderazgo -que dijo Ximo Puig- a partir de las 20 horas del 20-D.

O Pedro Sánchez es un inconsciente movido por la euforia, el vértigo o el pánico, o Pedro Sánchez es un genio que ha encontrado en Lozano, hasta ahora azote del bipartidismo, un talismán con el que levantar en las encuestas al partido de los ERE.

Irene Lozano es, además de una buena parlamentaria y una paracaidista que levanta ampollas en el PSOE, un paradigma de la incoherencia y la autosuficiencia en beneficio propio. Arremetió sin piedad contra el partido en el que ahora recala. A la luz de su salto al PSOE, la saña con que atacó a Sosa Wagner, cuando propuso una natural convergencia entre UPyD y Ciudadanos, resulta un reflejo retrospectivo de mala conciencia. Y fue centinela de las esencias de UPyD frente a Rosa Díez en un embrionario proceso de refundación del que salió derrotada por las bases.

Es muy desconcertante que Pedro Sánchez haya tenido que salir a buscar fuera del PSOE la restitución ética de sus propias filas. Y resulta estupefaciente que el casting de la pulcritud lo haya ganado una mujer cuyo principal mérito consiste, por lo visto, en convertir el revuelo vergonzante del transfuguismo y las puertas giratorias en una especie de milagro de la transmigración del escaño.

Hay que tener mucho desparpajo para alegar que la mejor prueba del compromiso de Sánchez con la regeneración política es ella misma, cuando ha dejado el acta de UPyD este viernes para colarse públicamente en el PSOE. Y hay que ser muy osada para argüir que si no se despeina pese al aluvión de críticas es porque comprende la "naturaleza humana".