María Sánchez y Verónica Murguía. Foto: Jose González y Alejandro Arras.

María Sánchez y Verónica Murguía. Foto: Jose González y Alejandro Arras.

Jardines colgantes

¿Debe el arte tener ideología?

El mundo en este momento es feo y necesita la belleza del arte. La ficción nos puede ayudar a lidiar con la crispación y la polarización. 

21 mayo, 2024 01:51

La escritora cordobesa María Sánchez, que acaba de publicar el poemario Fuego la sed, confiesa que no le disgusta para nada que definan su literatura como política. “Lo que me disgusta —aclara a Anna María Iglesia (Letra Global)— son aquellos que vacían cualquier cosa de contenido político, sosteniendo que lo que hacen no es político. ¿Cómo no lo va a ser? Todo es político. Pensar en el arte como algo vacío de ideología, de política o de emoción es absurdo. Todas las personas tienen una ideología, conflictos, emociones y afectos”.

A Verónica Murguía le parece “muy mal que los artistas se mantengan totalmente al margen”, aunque “no necesariamente han de producir idearios”. Entrevistada por Alejandro Arras (Letras Libres), la escritora mexicana precisa que no cree “en el arte comprometido, un experimento que no cuajó… Pero insiste en que “tenemos que ser todos muy críticos con los políticos, hay que preocuparse por la política y hay que participar”.

Quien lanza un mensaje muy optimista es Nuria Pérez, creadora del pódcast Gabinete de curiosidades. “La ficción es lo que más nos puede ayudar a lidiar con la crispación y la polarización —declara a Inés Martín Rodrigo (El Periódico de España) cuando está a punto de publicar su novela No tocarás—. Y qué bonito es ese ejercicio que nos da la ficción de vivir en la ambigüedad, ir restaurando la relación con la duda que hemos perdido... Ahora todo son certezas [...]. El mundo en este momento es feo y necesita la belleza del arte, porque necesitamos entender, a través del arte, sobre todo del clásico, que nada es nuevo [...]. Nuestro desafío es hacer obras tan interesantes que la persona lo aparque todo”.

“Pensar en el arte como algo vacío de ideología, de política o de emoción es absurdo”, María Sánchez

A propósito de clásicos, Andrea Marcolongo confiesa que “la pregunta que más me inquieta es cómo podemos defender hoy las ideas y los valores del mundo clásico que, a diferencia del Partenón, no tienen consistencia pétrea, sino que son invisibles e intangibles”. La autora del reciente libro Desplazar la luna, entrevistada por Benjamín G. Rosado (El Mundo), se lamenta de que “nos adueñamos de los principios de la democracia, pero olvidamos dónde surgieron”.

En el cine, preocupa que “se vincule a las películas intimistas, chiquititas, a las directoras por defecto”. Son palabras de Andrea Jaurrieta, que ha estrenado Nina. “Me jode que se nos una a todas debajo de un mismo paraguas por ser mujeres: ‘Ah, como sois directoras, todas al mismo saco’. Y no —protesta la directora navarra ante Alberto Sisí Sánchez (Vogue)—. Estamos unidas porque dirigimos, pero no tenemos que hacer el mismo cine [...]. Te encasillan y creen que puedes hacer las cosas con menos dinero y, sin embargo, todos los proyectos grandes de acción o thriller se los dan a los tíos. Esa es mi reivindicación. Que nos dejen hacer el cine que queramos y que tengamos los mismos presupuestos”.

“No creo en el arte comprometido, fue un experimento que no cuajó”, Verónica Murguía

Manuel Arias Maldonado afronta en su ensayo Ficción total el debate sobre el presunto antifeminismo de Vértigo. “Yo lo que digo en el libro es que la mirada feminista está bien, pero no puede ser la única —manifiesta a Gonzalo Núñez (Ethic)—. No podemos dejar solo al feminismo porque entonces ya nos dice de entrada que el cine debe ser una herramienta para acabar con la opresión patriarcal. No, eso no es el cine, el cine es muchas cosas; si usted quiere, puede utilizar el cine para ese fin, pero ya está imponiéndole una finalidad políticoideológica. Yo confronto esa opinión que sugiere que Scottie es un representante del patriarcado y Judy, una víctima”.

P. S. Fernando Savater, que ha publicado Carne gobernada: De política, amor y deseo, reflexiona sobre la labor del filósofo. “La filosofía es una tarea, y esto lo explicó muy bien José Gaos, con un poco de soberbia —cuenta a Manuel Llorente (Zenda)—. O sea, hay que ser soberbio para ser un buen filósofo, porque la pretensión del filósofo es desmesurada: un mamífero que pretende comprender el universo, imagínate. Por eso creo que es una cuestión de juventud más que otra cosa. Creo que los viejos somos ya demasiado escépticos y estamos ya demasiado zarandeados como para tener la soberbia suficiente para convertirnos en dueños del universo. Hace ya mucho que dejé la filosofía. La recuerdo con cariño y con entusiasmo, pero ya se lo dejo a los jóvenes”. 

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