A la izda., una de las dos únicas fotos conocidas de Lorenzo Perrone, distribuida por su sobrina Emma Barberis. A la dcha., detalle de la ilustración de Adrià Fruitós para la portada de 'El hombre que salvó a Primo Levi', de Carlo Greppi (ed. Crítica)

A la izda., una de las dos únicas fotos conocidas de Lorenzo Perrone, distribuida por su sobrina Emma Barberis. A la dcha., detalle de la ilustración de Adrià Fruitós para la portada de 'El hombre que salvó a Primo Levi', de Carlo Greppi (ed. Crítica)

Historia

Lorenzo Perrone, el albañil que salvó a Primo Levi en Auschwitz: "Encarnó el bien radical frente a tanto mal"

El historiador Carlo Greppi narra la vida del hombre que se jugó la vida alimentando a escondidas al escritor, uno de los mayores testigos del Holocausto.

14 diciembre, 2023 02:30

Primo Levi (Turín, 1919-1987) habló muchas veces de Lorenzo Perrone, el hombre que le salvó la vida cuando estuvo preso en el campo de concentración Auschwitz III-Monowitz. En Si esto es un hombre (1947), su libro más famoso y uno de los testimonios más importantes del Holocausto, el escritor judío italiano escribió: “Creo que es a Lorenzo a quien debo estar vivo hoy”.

Lorenzo Perrone (Fossano, 1904-1952) era un albañil piamontés, pobre y casi analfabeto, que trabajaba en la ampliación del campo de exterminio nazi. Un día a principios del verano de 1944, mientras colocaba ladrillos subido en un andamio, ordenó al famélico prisionero 174.517 que le pasara un cubo con argamasa. Pero Primo Levi estaba tan desnutrido que al tratar de alzárselo, lo tiró al suelo.

Después de su primer encuentro, Lorenzo se jugó la vida cada día llevando sopa a escondidas a Primo Levi, a su amigo Alberto Dalla Volta —ambos compatriotas del albañil— y a otros “esclavos de los esclavos”, es decir, a los que ocupaban el lugar más bajo en el escalafón de los prisioneros.

Después de su liberación, Primo Levi, eternamente agradecido, mantuvo el contacto con Lorenzo durante años y trató de ayudarle económicamente. Incluso le puso su nombre a dos de sus hijos: Lisa Lorenza y Renzo. Ahora era su salvador quien necesitaba ayuda: era pobre y alcohólico, había contraído tuberculosis y ya no tenía ganas de vivir.

Hasta ahora poco se sabía de la vida de Lorenzo Perrone antes de su llegada a Auschwitz como trabajador voluntario. Después de una intensa investigación, un paisano de Levi y Perrone, el historiador italiano Carlo Greppi (Turín, 1982), ha reconstruido en el libro El hombre que salvó a Primo Levi (editorial Crítica) la biografía de este hombre que salvó a varias persona de la muerte pero no pudo salvarse a sí mismo. 

Pregunta. ¿Cómo se enteró usted de la existencia de Lorenzo Perrone y por qué decidió escribir un libro sobre él?

Respuesta. La chispa para mí fue la voz en vivo de Primo Levi en el documental Il coraggio e la pietà de Nicola Caracciolo, de 1986, que vi en 2014. Sólo en ese momento me di cuenta de lo importante que era la figura de Lorenzo Perrone en la vida y en la obra de Levi. La necesidad de investigar y escribir esta historia ha aumentado a lo largo de los años, en particular entre 2019 y 2022: me volví cada vez más consciente de que el "personaje" de Lorenzo debería tener su propia biografía.

"Cada día, durante seis meses, Lorenzo arriesgó su vida por estos dos muchachos, estos dos 'esclavos de esclavos'"

P. Imagino que reconstruir la vida de Lorenzo ha sido una tarea muy complicada. ¿Cuáles han sido los principales obstáculos o los aspectos más difíciles? ¿Cuáles han sido sus principales fuentes?

R. La parte más difícil de reconstruir en una vida como ésta —la de un albañil semianalfabeto, que creció entre las tabernas del "viejo pueblo" de una pequeña ciudad piamontesa, Fossano, y estaba acostumbrado a migrar regular y clandestinamente a buscar trabajo— es la que precedió a su encuentro con Levi en Monowitz, en junio de 1944. Los primeros 40 años de su vida están llenos de vacíos, permítanme el oxímoron. A partir de entonces queda la voz de su amigo para darnos las coordenadas, y de hecho las obras de Levi, incluidas las numerosas entrevistas concedidas en la última parte de su vida, fueron una de las dos matrices de mi trabajo junto con el archivo de Yad Vashem, el museo del Holocausto de Jerusalén, que nombró a Lorenzo Perrone "Justo de las Naciones". Luego vino el trabajo de campo, sobre todo en Fossano, y una impresionante investigación en equipo en la que participaron decenas de testigos, archiveros y estudiosos. Mi agradecimiento hacia esta red de personas tan generosas es inagotable. También porque permitió encontrar fuentes de inestimable valor.

P. Perrone arriesgó su vida para ayudar a Primo Levi (y a Alberto Dalla Volta). ¿Cuál fue el momento más peligroso para él?

R. Todos, diría yo. Cada día, durante seis meses, arriesgó su vida por estos dos muchachos, estos dos "esclavos de esclavos", a quienes hasta junio de 1944 nunca había visto. Y lo hizo por varias personas más de diversas nacionalidades, de las que probablemente nunca sabremos nada. Fue la encarnación concreta del bien sistemático y radical, frente a tanto mal.

P. En el prólogo dice que el documental Il coraggio e la pietà describe la solidaridad (tanto la “pretendida como la auténtica”) que mostraron los italianos ante los judíos perseguidos. ¿A qué tipo de “solidaridad pretendida” se refiere?

R. En las décadas de la posguerra, también gracias a la difusión de obras como Il coraggio e la pietà, se construyó en Italia el mito de la "buena gente", que esencialmente sostiene que los italianos, por cultura —por no decir: por naturaleza— fueron —por no decir: son siempre— solidarios, generosos, humanos. Esto no es verdad. A pesar de las peculiaridades de cada contexto geográfico, social y cultural, el ser humano en el momento de la Shoá dio lo mejor y lo peor de sí mismo; y los italianos no fueron la excepción. Existía una vasta red de participación y complicidad en los crímenes cometidos en la península italiana y en el extranjero, y al mismo tiempo había miles de personas capaces de oponerse al proyecto de aniquilamiento llevado a cabo por los nazifascistas. Había italianos terribles e italianos maravillosos.

"Los vio morir todos los días, los vio adelgazar notablemente: lo vio todo. Y actuó"

P. ¿Qué se sabía del Holocausto en Italia cuando Lorenzo Perrone se alistó como trabajador voluntario para la Alemania nazi?

R. Nada, esencialmente, si se era una persona común y corriente como Lorenzo. No poco, incluso diría que mucho, si se estaba en otros niveles de la sociedad: pienso obviamente en los dirigentes político-militares de la República Social Italiana y en las jerarquías vaticanas. Incluso las víctimas, como dice el propio Levi, tenían cierto temor —fundado, hoy lo sabemos— por los rumores procedentes de Europa del Este, pero no tenían la menor idea de la inmensidad del crimen que se estaba cometiendo.

P. ¿Qué impresión tuvo Lorenzo Perrone cuando vio de primera mano el estado físico en el que se encontraban los prisioneros? ¿Llegó a saber de las cámaras de gas?

R. La documentación no proporciona una respuesta definitiva a esta pregunta específica. Lorenzo vivió y trabajó en estrecho contacto con los "esclavos de los esclavos" durante más de dos años y medio, por lo que presumo que "allí" conoció cada detalle del exterminio en curso, alcanzando el mismo nivel de percepción de los acontecimientos que los internados. Los vio morir todos los días, los vio adelgazar notablemente: lo vio todo. Y actuó.

P. Además de la solidaridad, ¿cree que desafiar a la autoridad fue un estímulo para Lorenzo a la hora de ayudar a Primo Levi?

R. Seguramente. Hasta donde sabemos, se resistía totalmente al poder. Y para él un poder absoluto y genocida como el de los verdugos de Auschwitz era ciertamente la negación de todo en lo que creía.

"Aquel hombre, destrozado por la experiencia, no pudo volver a levantarse: no quiso que lo ayudaran en todo el camino"

P. Aunque Lorenzo fue voluntariamente a trabajar a Auschwitz, ¿se convirtió en esclavo? ¿No tenía derecho a renunciar?

R. Podría haberse ido, e incluso haber regresado a casa una Navidad, pero yo —con cautela— planteo la hipótesis de que no abandonó su trabajo porque ya estaba ayudando a otros, y quién sabe a cuántos. Aunque no tengo pruebas de eso. Lo cierto es que después del 8 de septiembre de 1943, cuando cayó el régimen fascista e Italia firmó el armisticio con los aliados, en realidad los trabajadores "libres" ya no lo eran, hasta el punto de que para irse habrían tenido que huir. Pero nunca se convirtieron en esclavos: obedeciendo órdenes, salvo excepciones, estaban destinados a sobrevivir, a diferencia de los internados.

P. Primo Levi enfermó “una vez, pero en el momento justo”. ¿Qué papel tuvo la suerte en su supervivencia?

R. Fue central. Es el eje del "tríptico" suerte-habilidad-prevaricación, para Levi los "ingredientes" necesarios para sobrevivir. Y de hecho tuvo una buena dosis de los dos primeros, lo que le permitió evitar prevaricaciones. Entró en el laboratorio de química y contrajo escarlatina: supo explotar una habilidad y tuvo una suerte inmensa, que le evitó las marchas de la muerte. Pero para llegar a los últimos meses con vida antes de la liberación del campo, el encuentro con Lorenzo fue fundamental. El albañil de Fossano es la suerte constante de la que depende todo lo demás. De lo contrario, Levi habría sido, con toda probabilidad, uno de los enterrados en el verano o principios del otoño de 1944.

P. ¿Qué hizo Primo Levi por Lorenzo Perrone cuando recuperó la libertad?

R. De todo: era un amigo presente, empático, solidario. Pero hay una diferencia sustancial, además del contexto completamente diferente, entre la ayuda que Lorenzo le dio a Primo "allá" y lo que Primo intenta darle a Lorenzo durante el tiempo de su regreso. En Auschwitz, en 1944, aquel joven quiso salvarse: no se lo pidió a Lorenzo, pero este le ayudó. Entre 1945 y 1952, en Italia, aquel hombre, destrozado por la experiencia, no pudo volver a levantarse: no quiso que lo ayudaran en todo el camino. Quería morir, vivir ya no le interesaba. El joven amigo Primo, que estaba floreciendo, hizo todo lo que pudo, pero no fue suficiente. Y Lorenzo se hundió.