"Después de mi cuarto viaje me dediqué a una vida de placeres y diversiones y olvidé mis pasados sufrimientos. Pero mi alma me inducía a nuevos viajes. Compré mercaderías de fácil salida y de ganancia segura y partí hacia Basora". Así comienza el relato del quinto de los siete viajes de Simbad el Marino, narración de origen remoto incorporada en el siglo XVII a "Las mil y una noches".

Ilustración: Javier Muñoz

Ilustración: Javier Muñoz

No será difícil reconocer en estas palabras la atmósfera de la España del dinero fácil, el gasto desbocado y los negocios especulativos de la pasada década. Tampoco, identificar el choque con la realidad de mayo de 2010 con el momento en que unos pajarracos, tan monstruosos al menos como los mercados, arrojan piedras del tamaño de aquellas primas de riesgo estratosféricas hasta hacer zozobrar el barco de Simbad. Incluso podríamos añadir, a costa de alterar la secuencia de la película, que el rescate bancario fue la tabla de salvación a la que pudo aferrarse el náufrago hasta llegar a la isla de la calma, una vez que Eolo Draghi dispersó a las aves de presa y sustituyó los vientos adversos por otros favorables.

Pero lo que ahora nos concierne es lo que le sucedió a Simbad en la isla. "Llegué a un estanque donde iba a dar el agua de un manantial y a la orilla estaba sentado un venerable anciano cubierto con un amplio manto hecho de hojas de árbol", cuenta la bella Sherezade tomando la voz del Marino. "Al preguntarle al anciano por su estancia en ese sitio, me hizo unas señas que significaban: te pido que me cargues y atravieses el arroyo, vayamos a coger frutas en la otra orilla".

Tal y como le ocurrió al pueblo español cuando Rajoy resumió en términos equivalentes su oferta electoral de 2011, Simbad pensó que después de tantas penalidades bien podía confiar en alguien experimentado de apariencia respetable y lo cargó a sus espaldas. En eso consiste el contrato con cualquier gobierno: pagamos impuestos para sufragar su aparato administrativo y su inevitable maquinaria política, y aceptamos los sacrificios de todo trayecto incómodo, a cambio de la expectativa de llegar a esa "otra orilla" en la que nos espera la recompensa de la prosperidad.

Recordemos lo que le pasó sin embargo a Simbad con aquel viejo que tanta confianza le había inspirado. "Lo transporté a la otra orilla del arroyo hasta el lugar indicado. Cuando quise bajarlo apretó más sus muslos en torno a mi cuello. Haciendo un esfuerzo inmenso, quise zafarme pero me apretó tan fuertemente que casi me estrangula. Se me oscureció el mundo. Cuando respiré me dio dos puntapiés en el estómago. Me indicó que anduviera por debajo de los árboles y se puso a coger frutas y a comerlas".

¿No es esta también la crónica de nuestra decepción? Los españoles cumplimos la parte que nos correspondía del trato, otorgando a Rajoy un firme soporte en forma de mayoría absoluta y asumiendo las subidas de impuestos y recortes de servicios de su política de ajuste. En 2012 estuvimos al borde de la muerte por asfixia a causa de la presión fiscal a la que nos sometía quien resultó ser además un viejo borde y antipático. Para quienes le habíamos apoyado, su actitud ante la corrupción y su pasividad ante el separatismo fueron peores que patadas en la barriga.

Los españoles cumplimos la parte que nos correspondía del trato, otorgando a Rajoy un firme soporte en forma de mayoría absoluta

Para colmo fuimos comprobando, consternados, que el aparato del Estado -lo que Rivera llama la "burbuja política"- no estaba a las duras pero sí a las maduras. En los años peores apenas hubo recortes en el sector público y en cuanto la situación ha dejado de ser límite, se ha reanudado el festín del gasto. En ninguno de los cuatro años de Rajoy se ha cumplido el objetivo de déficit -la desviación supera en este último el 25%- y la deuda ya está en un alarmante 100% del PIB. ¿Cómo no sentir una mezcla de estupor y vértigo al descubrir que la "otra orilla" se parece demasiado a aquella de la que veníamos?

Desde hace al menos un año los españoles estamos intentando romper el contrato de 2011 pero no encontramos la fórmula jurídica para hacerlo. Pese al rotundo castigo electoral que el PP recibe cada vez que acudimos a votar, Rajoy sigue sobre nuestros hombros, aferrado implacable a nuestro cuello, con la excusa de que nadie ha logrado formar una mayoría alternativa. La situación es tan frustrante que podemos entender bien lo que sentía Simbad: "Llegada la noche me obligó a tenderme con él para dormir sujeto. Jamás había sufrido tantas humillaciones y malos tratos. No sabía de qué valerme para deshacerme de él... Me hallaba en un deplorable estado".

La imagen de aquel terrible viejo del mar que accedía a la grupa en un momento de debilidad de su porteador y al que luego no había manera de quitarse de encima ha inspirado en distintos momentos históricos tanto a los humoristas gráficos como a los escritores políticos. Es el caso por un lado de la famosa caricatura de Lincoln en el Illustrated Newspaper cargando a su provecto e incompetente ministro de Marina Gideon Welles, apodado "Padre Neptuno"; y por el otro de las crónicas de Marx en el Daily Tribune sobre la España del bienio progresista (1854-1856), en las que utilizó el símil para referirse al entonces jefe del Gobierno: "Espartero es uno de esos hombres tradicionales que el pueblo acostumbra a cargarse a las espaldas en los momentos de crisis sociales y que, como el perverso viejo que hundía obstinadamente sus piernas en torno al cuello de Simbad el Marino, son luego muy difíciles de quitar".

Pese al rotundo castigo electoral que el PP recibe cada vez que acudimos a votar, Rajoy sigue sobre nuestros hombros, aferrado implacable a nuestro cuello

Aunque el general Espartero, líder del partido progresista y héroe popular desde sus triunfos en la primera guerra carlista, ocupaba un lugar muy distinto al de Rajoy en el imaginario colectivo, el mapa político de entonces tenía sorprendentes similitudes con el de ahora. El bipartidismo vigente desde hacía más de veinte años entre moderados y progresistas había sido alterado por dos fenómenos nuevos. Por un lado, la Unión Liberal que terminaría liderando O'Donnell y que, como partido de centro, "demostró desde sus mismos orígenes una extraordinaria capacidad para restar apoyos por la derecha al progresismo y por la izquierda al moderantismo". Y por el otro, el Partido Demócrata "que hacía lo propio por la izquierda respecto al progresismo". Cualquiera diría que estas palabras fueron escritas para enfatizar el paralelismo con la irrupción de Ciudadanos y Podemos en la España actual; pero pertenecen a la biografía de Isabel II de Isabel Burdiel publicada en 2010 cuando Ciudadanos no había salido de Cataluña y Podemos ni siquiera existía.

Según explica la misma autora el gran problema de aquel momento de transición era "cómo desembarazarse de la tutela de Espartero". El ennoblecido como Duque de la Victoria era el tapón que impedía una combinación estable y así quedó reflejado en las cartas que el embajador francés Turgot mandaba a su gobierno: "El descenso de la popularidad de Espartero es evidente, incluso entre sus partidarios, a pesar de mantenerle el afecto, se habla en voz baja de su incapacidad política... La necesidad de un gobierno activo y enérgico se hace sentir cada día más vivamente".

También en el PP se dice ahora todo eso, y mucho más, entre susurros; y tampoco parece haber manera de quitarse de encima a este otro fastidioso viejo del mar que es Mariano Rajoy. El presidente en funciones sigue inmóvil subido a nuestra grupa y, lo que es peor, atenazando, bloqueando y estrangulando a quienes buscan una salida política distinta de la fatídica repetición electoral a la que hoy por hoy parecemos abocados.

El presidente en funciones sigue inmóvil subido a nuestra grupa y, lo que es peor, atenazando, bloqueando y estrangulando a quienes buscan una salida

Los votantes del PP deberían sentirse agraviados por la estolidez de su líder mientras los firmantes del Pacto del Abrazo resisten firmes los cantos de sirena de Pablo Iglesias. Rajoy ni siquiera ha saltado a la cancha donde se disputa el partido de baloncesto y hasta en el remedo de la carrera de cuadrigas de Ben Hur, urdido por Buenafuente, mientras Sánchez, Rivera e Iglesias se desgañitan azuzando a sus caballos, él permanece impávido en la tribuna.

Rajoy está siendo incapaz de promover iniciativa alguna para desbloquear la situación pero también se niega a "echarse a un lado", como le acaba de pedir Girauta, para buscar, ya contra reloj, una fórmula de gobierno que incluya a PP, PSOE y Ciudadanos. A efectos prácticos es como si los 123 diputados del PP se hubieran evaporado del tablero. Qué gran oportunidad perdida y qué dislate si ese absentismo termina permitiendo a Podemos formar parte del Gobierno o al menos condicionarlo, en un contexto en el que la situación económica se deteriora a ojos vistas. Sobre todo cuando lo que hoy nos dice el primer sondeo de EL ESPAÑOL -también en esto rompemos moldes al externalizar sólo el trabajo de campo- es que los únicos que mejorarían en unas nuevas elecciones serían Ciudadanos e IU, con lo que el escenario se separaría muy poco del actual.

Simbad tuvo que matar al viejo del mar para desembarazarse de él. Lo hizo embriagándolo primero con la fermentación de unas uvas en una calabaza. A Rajoy por el contrario toca sacarlo de la recurrente borrachera de egoísmo en la que vive inmerso, mediante la ducha fría de la realidad y el interés general. Si ninguno de sus allegados es capaz de hacerlo con la urgencia que la gravedad de la situación requiere, no quedará más remedio que esperar de los idus de abril el metafórico magnicidio que no nos trajeron los idus de marzo. O convertir, en último extremo, las urnas del 26-J en un nuevo plebiscito en su contra, para poder al fin escuchar esas palabras de unos pescadores que sonaron como música celestial en los oídos de Simbad: "Tu eres el primero que ha podido librarse de ese jeque sin que te estrangulara. ¡Bendito sea Alah, que te libró de él!".