Opinión

Los huérfanos de la Constitución

Sánchez y Ábalos en el Congreso de los Diputados.

Sánchez y Ábalos en el Congreso de los Diputados.

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Acontece que el ciudadano, en nuestras democracias, sólo interviene en el Estado para elegir. Y si es en democracias parlamentarias, para elegir no a los que mandan sino a otros señores que van a decir lo que pensamos los ciudadanos y a elegir en nuestro nombre (esto es lo radicalmente fraudulento) al alcalde, al presidente de la Autonomía y al presidente del Gobierno, en el caso de las Monarquías. Porque si el sistema es presidencialista, al jefe del Estado también.

Pues bien, esa democracia es la mayor mentira de la historia moderna. Qué moderna, de todas las historias humanas.

En rigor, quien manda es el mismo político elegido. Y está el resultado; lo que interesa más en nuestra vida ciudadana no es tanto la convivencia de todos como el dinero. Nuestros representantes quieren, por eso, estar cerca del Presupuesto nacional, que es dinero, sea por que están en el partido, o coalición que gobierna, sea porque es partido en la oposición que quiere quitar al que está para ponerse él en su lugar.

Lo que hay, pues, en las democracias, sean mejores o peores, son no Estados de Derecho sino Estados capitalistas. Para eso sirvieron nuestras guerras mundiales, especialmente la Segunda, para que las ideologías de partido único -el comunismo, el fascismo, el nazismo- fuesen sustituidas por este sistema de muchos partidos, de gran "libertad", o mejor, de muchas libertades, con una sola ideología: dominar el presupuesto del Estado.

Las personas se creen libres en ellas pero en todas ellas hay pobreza o cinturones y barrios de miseria. Hay hasta racismo. Todos lo sabemos.

El gran desafío de los intelectuales de hoy: qué hacer con nuestras democracias sin destino. Es decir, por qué hasta ahora no hemos llegado a la convivencia. Porque convivir no es solo vivir bien, es con-vivir, vivir con el otro en paz.

No hemos llegado aún a la penúltima revolución (al ser humano siempre le faltará la
última).

Me parece que la próxima, que puede ser esa penúltima, es la de la Libertad y la Justicia. Porque es imposible la Libertad sin Justicia y la Justicia sin Libertad.  Como si las dos fuesen un sólo ser, una sola alma, porque allí, en ambas, latiese un sólo corazón. En la Justicia está la Igualdad. Y en el día a día de la convivencia, la fraternidad.

Yo pensé que el camino de nuestra democracia la hace defectuosa y fraudulenta, porque es sólo la mitad del camino. Elegir es sólo la mitad. Falta la otra mitad, falta des-elegir. Deselegir al corrupto, al mentiroso.

¿Cómo hacer esto? Es muy fácil. Te dirás: ¿y el caos que vendría "deseligiendo"? Pero eso sería otro artículo.