Opinión

Uso de la fuerza, uso justificado

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Imagina que me meto en tu casa. Sí, sin que me conozcas y sin permiso tuyo. ¿Qué haces?

Tienes dos opciones. Una: echarme a la fuerza tu mismo. Pero, como no eres violento y sabes que existe una ley que me impide hacer lo que hice eliges la opción dos: llamar a la Policía.

Llega la policía, les explicas la situación y se dirigen a mí para echarme de tu casa. Les contesto que yo no tengo casa, que en aras del derecho que tengo como persona a no vivir en la calle es que estoy ahí. Evoco la libertad, la igualdad, la fraternidad, el derecho a decidir dónde meterme y que la democracia está de mi lado.

La policía intenta convencerme con el argumento de que la ley vigente me impide meterme en casa de alguien más. Yo me niego a salir.

Para ese momento ya los vecinos empiezan a hablar. Unos dicen que pobre de mí, que mi situación me ha obligado a actuar así.

La policía sigue intentando dialogar conmigo, pero yo sigo negándome. Incluso grito a los vecinos y les pido que me defiendan, que tengo derechos, que la libertad es mi bandera. ¡Algunos de ellos me apoyan!

Tú, atónito y la policía viendo que el tiempo pasa me amenaza con usar la fuerza para sacarme de ahí. Yo me niego a salir. El derecho mundial está de mi lado.

La policía intenta tomarme para sacarme de ahí, yo me resisto y los insulto. ¡Faltaba más! ¡Violentos ellos!

Ellos me someten a la fuerza. Yo pataleo, me toman de las extremidades y al intentar moverme y patalear caigo y me rompo la nariz. Sangro.

La policía nuevamente me toma y entre pataleos me saca de tu casa a la calle mientras yo a gritos pido diálogo.

Vecinos indignados te llaman represor y violento. Escriben en redes sociales que el uso de la fuerza no es el camino.

Y así ante todos tú con la ley en la mano quedas mal y yo que me la salto quedo bien.