Opinión

Extirpar el odio de Cataluña

Agentes antidisturbios de la Policía Nacional y de los Mossos d' Esquadra discuten durante el 1-O.

Agentes antidisturbios de la Policía Nacional y de los Mossos d' Esquadra discuten durante el 1-O. EFE

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La ficción jurídica regulada en un artículo de la Constitución que jamás ha sido aplicado, y, por tanto, no ha sido desarrollado por normativa complementaria, comienza a situarse como probable. El 155 aparece en el escenario político de nuestra nación sin que prácticamente nadie piense en las consecuencias que traería su aplicación.

Pensar que todo sería tan fácil como suspender al Gobierno Autonómico junto a todas sus instituciones, Parlamento, entes instrumentales, agencias, Consejerías y todo el aparato funcionarial, es simplificar demasiado. Visto el nivel de adoctrinamiento existente en las instituciones autonómicas, no es descabellado prever un grado de insumisión que pudiera hacer inviable mantener el modelo institucional actual. No es posible un cambio de naipes, pues la baraja está rota.

Existe una opción B que alejaría el fantasma de la aplicación del demonizado artículo 155, dicho sea de paso: si salimos airosos de este brete, debería suprimirse, pues ningún gobierno parece capaz de ir más allá de la amenaza de su uso. Esta herramienta consistiría en la suspensión provisional de los ideólogos de este proceso por parte del Tribunal Constitucional. Ello supondría una personalización de las responsabilidades derivadas de la situación tipificada en el mencionado 155, y alejaría la responsabilidad de todo el aparato funcionarial autonómico cuya condena supondría una quiebra de la sociedad catalana difícil de asumir por la población y el Estado Español.

No va a ser cuestión de dos días liberar las mentes de los independentistas convencidos por un nacionalismo tatuado a fuego en sus psiquis, pero sí puede serlo extirpar a sus ideólogos de las instituciones para regenerar un modelo político que pueda seguir permitiendo todas las opciones democráticas viables para su autogobierno. ¿Cómo lograrlo? Convocando inmediatamente unas elecciones autonómicas que reflejen el tablero real que pueda derivarse de este conflicto enquistado, una vez que ya se ha demostrado que el procés sólo ha supuesto una materialización del odio que los separatistas han intentado inocular a la población.
Es tiempo de hombres de estado, de políticos de altura.