Opinión

En la encrucijada educativa

Tres niños con sus maletines escolares se dirigen al colegio.

Tres niños con sus maletines escolares se dirigen al colegio.

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"La educación nunca termina, pues es un proceso de perfeccionamiento y por tanto ese proceso nunca termina. La educación dura tanto como dura la vida de la persona". Este pensamiento ya enunciado por Aristóteles pone de manifiesto la importancia que, en la vida de toda persona, ha de tener la educación. Sin embargo, y contraviniendo los más antiguos dogmas, asistimos a una perversión de la educación, basada, la mayor parte de las ocasiones, en ideas del partido político de turno.

Todo lo que rodea a la educación se usa como arma arrojadiza contra la oposición, contra los demás. Ciertamente, estamos convirtiendo a los docentes en marionetas, y a los educandos en seres aborregados, sin ninguna capacidad crítica y, por ende, sin capacidad para salirse del camino marcado.

Hoy nos encontramos con el período de adaptación... ¿Qué narices es eso? ¿Desde cuándo un crío necesita adaptarse? Siempre se ha ido a clase, desde el inicio, todas las horas y nunca ha pasado nada. Con acciones así se reduce el tiempo que se permanece en el colegio y, por tanto, también el tiempo que se dispone para enseñar los conceptos necesarios.

Por otro lado, la educación bilingüe supone un lastre difícil ya de ignorar. ¿Qué necesidad tienen los niños de aprender un idioma adicional? ¿Por qué no se deja a la libre elección de los padres? Es más, o que sea el futuro estudiante quien decida si desea estudiar otro idioma o no. Puede ser, incluso, que ese estudiante prefiera estudiar alemán en lugar de inglés. ¿Por qué el Estado debe pensar por él? Otra incongruencia del sistema educativo actual.

Qué decir del nivel en las aulas. Cada vez es más bajo. Además, no es raro encontrar en un aula a niños con un nivel extremadamente bajo, y que deben recibir clases de apoyo. No es lógico que el docente deba adaptar las clases a estas personas que no deberían haber superado el curso.

Hace falta mayor disciplina en las aulas. No puede ser que un chico de 12 años se vea envalentonado y pueda plantar cara a un profesor. Se necesita dotar a los profesores de mayor autoridad, ya sea para expulsar o castigar a los rebeldes. Siempre se ha podido echar de clase a alguien, y ahora parece que es pecado. En la búsqueda de ser políticamente correctos, se nos olvida nuestro compromiso con las generaciones futuras. Ser demasiado condescendientes en su educación provoca lo que vemos cada día; desde jóvenes cuyo mayor deseo es acabar en programas del corazón o en Operación Triunfo, hasta otros que, sin capacidad para responder a las necesidades de la universidad, pasean los libros durante años, usando, eso sí, el dinero del contribuyente en una educación desaprovechada.