Opinión

El nacionalcatolicismo, la póliza especializada

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Érase hace años, cuando la Santa Madre Iglesia caminaba tranquila, dormía tranquila y soñaba en paraísos terrenales. Aquella Iglesia no sufría de alucinaciones, no; era la seguridad que daba una buena póliza de seguros... Era el santo nacionalcatolicismo.

La convivencia era tal, que todos comprendían que se pudiera oficiar la Santa Misa en latín, dar el Sermón en euskera y solicitar el óbolo o limosna en castellano. A la finalización de los oficios todos contentos, sobre todo el oficiante por la summa inteligencia demostrada.

Jesús llegó a ser el amigo vasco bonachón y comprensivo con ciertas vivencias de la época... kilómetros abajo, Jesús, lloraba en silencio las tragedias personales... Y más abajo, en el centro, dicen que Jesús, no me lo creo, construyó la gran City financiera del nacionalcatolicismo.

Han pasado los años y el nacionalcatolicismo ha ido cambiando de formato aunque conserva, corregida y actualizada, la famosa póliza para una sana convivencia. Como decía alguien que conocí: “Una úlcera bien cuidada y mimada con cara de santo, da para enterrar a todos”.

2017, septiembre. Me he sentado frente a un altar solitario; no he levantado la cabeza por vergüenza: “Señor, todo sigue igual, igualito”.

Las misas se ofician en lenguas vernáculas, las homilías son bilingües y las limosnas en castellano. Los sacerdotes rezan y predican mediante cartas nacionalcatalanistas. Los obispos han aprendido lo importante que es mirar de soslayo... Y los de abajo van olvidando lo que es el amor fraternal y lo que es peor, orar en las Iglesias porque suelen estar cerradas...

Las únicas verdades que permanecen son la hipocresía barata y la dicotomía del lenguaje religioso. Quizás es que no nos hemos adaptado al mundo de las redes sociales. Quizás es que ha aparecido la religión on line y no nos hemos dado cuenta.

¡Zapatero a tus zapatos! y vosotros, curas de cartas político-interesadas dedicaros a “aprender el lenguaje del evangelio”.