Opinión

El cristianismo ante la sociedad actual

El Papa es el jefe de Estado del Vaticano.

El Papa es el jefe de Estado del Vaticano. Reuters

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El contraste entre la enseñanza cristiana y ciertas corrientes dominantes en la cultura y la vida social de Occidente ha dado pie a un debate sobre la actitud que debe adoptar el creyente. Unos sostienen que el actual ambiente hostil exige replegarse. Otros reivindican un cristianismo más activo capaz de regenerar la cultura. Reproducimos algunos comentarios de José M. Carabante sobre dicho contraste.

Los diagnósticos sobre la situación de la fe cristiana, sobre todo en Occidente, varían. Rod Dreher, redactor y bloguero de The American Conservative, que se ha hecho famoso por su propuesta de “la opción Benito” (“the Benedict Option”), cree que hay un evidente debilitamiento de los valores cristianos y que paulatinamente se ha configurado una cultura pública secularizada y hostil al cristianismo, además de implacable con el disenso.

Dreher se refiere principalmente a la sociedad norteamericana, pero la cuestión es aplicable a otras. Sin embargo, no todos vierten un juicio tan negativo sobre la situación actual del cristianismo. R.R. Reno, director de First Things, afirma que ciertamente el contexto social y religioso se está transformando, tanto en EE.UU. como en otras partes del mundo; pero sería erróneo concluir que la causa cristiana “ha perdido en todos los frentes”. No hay solo síntomas de decadencia: también se perciben formas de vivir el cristianismo más sinceras y maduras. Y, por otro lado, no se trata de un desafío históricamente diferente a otros.

Dreher quiere evitar a toda costa la falsificación del mensaje cristiano por la presión del credo posmoderno: por ello cree que lo más saludable sería aislarse para eludir la hostilidad que en su opinión muestra el entorno social hacia la religión.

Según James K.A. Smith en The Washington Post, esta estrategia nace de un miedo apocalíptico a la cultura contemporánea y aflora en cierto sectores cuando constatan que la tradición cristiana, antes predominante, ha perdido su poder y sus privilegios. Se lamenta de que, por ejemplo, en este tipo de diagnósticos pesimistas se pasen por alto la vitalidad de las comunidades afroamericanas en EE.UU. o el despertar de la fe en África y en Asia gracias a los movimientos pentecostales.

Dreher quiere evitar a toda costa la falsificación del mensaje cristiano por la presión del credo posmoderno.

Además, este llamamiento al repliegue, ¿no estaría en contradicción con la invitación que el Papa Francisco ha cursado a los cristianos con el fin de que salgan a las periferias? Para Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, la intención del Papa es evangelizar mediante la implicación del cristiano en los problemas más acuciantes del momento, recuperando así el compromiso con la caridad, una de las señas de identidad propia de la cultura cristiana. Y recuerda que también las comunidades monásticas destacaron por su generosidad y entrega a los pobres.

Riccardi sostiene en Periferias. Crisis y novedades para la Iglesia que mediante esta estrategia el cristianismo puede, en línea con el Concilio Vaticano II, aproximarse al hombre de hoy y recuperar su sentido misionero. De las diversas iniciativas que emprendan los cristianos para ayudar a aquellos que, alejados de la Iglesia, sufren o se sienten marginados, surgirá una comunidad “que será capaz de comunicar el Evangelio, de vivirlo en las periferias de las ciudades y de dar origen a diversos tipos de vivencias cristianas, aunque convergentes en la única gran familia de la Iglesia”.

Dreher, sin embargo, parece haber perdido la esperanza en el diálogo con una cultura pública “progresista” que, paradójicamente, se muestra intolerante con los valores religiosos. Una retirada a tiempo: esa es la consigna que propone para salvar la identidad del cristiano de la homogeneidad ideológica. A su juicio, la fragilidad de la familia, el eclipse de la moral y la difusión de valores relativistas, también entre creyentes, ha convertido la esfera pública en un lugar incómodo y difícil para vivir la fe. Para Dreher, resulta imprescindible trabajar en la construcción de “comunidades, instituciones y redes de resistencia” que contrarresten la corriente dominante y sean, por su forma de vida alternativa, piedra de escándalo para el mundo de hoy.