Opinión

El Rey y los inciviles

Felipe VI, entre Íñigo Méndez de Vigo y Ángel María Villar, en el palco del Calderón.

Felipe VI, entre Íñigo Méndez de Vigo y Ángel María Villar, en el palco del Calderón.

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Hace algunos meses coincidí con un vecino en la puerta del ascensor de nuestra finca y mientras nos cedíamos amablemente el paso se coló entre ambos otro vecino, adolescente él, que había venido corriendo desde la puerta de entrada al zaguán y, ya una vez dentro del ascensor, comenzó a pulsar el botón de su piso compulsivamente.
Yo me quedé algo bloqueado y cuando me disponía a entrar en la cabina como si nada hubiese pasado, mi vecino adulto me paró cogiéndome del brazo y se dirigió al adolescente haciéndole salir fuera y obligándole, tras decirle buenos días, a esperar a que entrásemos nosotros para que lo hiciese él a continuación.

Llegado a su destino, el joven se apeó el primero y cuando yo me disponía a hacer lo propio al llegar a mi piso, mi resolutivo vecino, tal vez contestando a mi mirada mezcla de admiración e incredulidad, me dijo: si no lo han educado alguien tendrá que hacerlo.

Este pasaje de mi vida me ha venido a la mente con motivo de la celebración de la final de copa del Rey de fútbol, la cual no vi porque, afortunadamente, tenía otros planes mejores para la noche del sábado, si bien es cierto que no la hubiese visto en ningún caso. Futbolísticamente el encuentro se presentaba poco atractivo y con resultado final más que previsible, como previsibles eran las pitadas a mi Rey y a mi himno por haberse convertido ya en tradicionales cuando intervienen equipos de fútbol metidos a embajadores y porta-voceras de minorías de determinadas Comunidades Autónomas que mezclan las churras con las merinas.

Y digo equipos porque el argumento de que los que pitan son unos cuantos energúmenos que no representan a toda una afición ya no me vale. A estos partidos, dado el sistema de reparto de entradas, acuden mayoritariamente socios de carnet y éstos, junto a los dirigentes de turno, han optado por mezclar deporte con política.

Por lo visto, el delirio soberanista no sabe defender lo propio si no es ofendiendo a millones de Españoles incluyendo, por supuesto, a sus convecinos que así se sienten. Que una parte de la sociedad catalana ha perdido su característico seny ya quedó patente hace tiempo. Que los gobernantes catalanes y vascos han estado adoctrinando sistemáticamente a la población, tal y como ha salido a relucir ahora con el tema de los libros de texto, era vox pópuli.

El partido no lo vi pero he visto las noticias y sobre todo las redes sociales donde se hace más patente el adoctrinamiento y el odio acumulado durante años. Afirmaciones como que la Bandera Española y el himno los impuso Franco son, entre otras muchas, pruebas que demuestran el analfabetismo histórico reinante entre los independentistas. No han recibido una buena formación y menos aún educación.

En determinadas circunstancias de la vida es muy válido aplicar lo de “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, o sea utilizar la indiferencia como herramienta para desarmar determinadas actitudes, pero creo que en este caso ya reiterativo y cansino de la pitada a nuestros símbolos nacionales hay que cambiar la estrategia.

Tenemos un Rey joven, preparado, excelente embajador de nuestro país y que sí que le da a España el aire de modernidad y progreso que tanto cacarean otros que en realidad tienen actitudes retrógradas. Queda patente que la educación y el saber estar de Felipe VI está muy por encima de los energúmenos del pito pero creo que ya va siendo hora de que ejerza de Jefe de Estado en el temita en cuestión y bien directamente, o a través del conducto que esté establecido haga respetar tanto a los símbolos nacionales como a sí mismo sencillamente porque muchísimos españoles no aceptan más ofensas.

El Rey o las autoridades pertinentes ya no pueden quedarse bloqueados como lo hice yo en el ascensor. Si se pita al himno hay que hacer salir a los maleducados de la competición de la Copa del Rey e incluso de la liga de fútbol Española de la que, en un alarde de incoherencia, no repudian los ingresos de todo tipo que obtienen por estar en la mejor liga del mundo, la cual, por otra parte, no perdería ni un ápice de interés si ellos no estuviesen. Y si con ello pagan justos por pecadores, que los justos se pronuncien activamente. Siempre se les podría readmitir cuando mostrasen respeto y no mezclasen política con fútbol. Fair Play.

He elegido la palabra inciviles para el título porque su acepción es perfecta para la ocasión: falto de civilidad o cultura, grosero, maleducado. Y además tiene infinidad de sinónimos: inculto, ordinario, tosco, bruto, salvaje, ignorante, cerril, villano, inurbano, impolítico, descortés, desconsiderado, irrespetuoso, ofensivo, y el más adecuado de todos, malcriado, porque malcriados son los que quieren que veamos sus símbolos al tiempo que tapan los nuestros, con su desconsiderado silbido.

Como diría mi vecino, si nadie les ha educado, alguien tendrá que hacerlo.