Opinión

La política no es la solución, es el problema

Valle de los Caídos.

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Han pasado 42 años desde que en el hospital La Paz de Madrid desconectaran el último respirador artificial que mantenía artificialmente en vida a un moribundo anciano de 83 años de nombre Francisco y apellido Franco.

Con el largo pitido del encefalograma en blanco se puso fin el 20 de Noviembre de 1975 al periodo más largo de nuestra historia en el que un militar estuvo al frente de España. No hay precedentes por mucho que el dato aun duela entre quienes perdieron una guerra, la República y el honor de haber tenido el coraje de atentar contra la vida de su despiadado enemigo. Cuarenta y dos años desde que el presidente del gobierno Arias Navarro con voz trémula y en blanco y negro dijera en televisión aquello de: ¡Españoles. Franco ha muerto! Hoy sería Trending Topic. Le creímos hasta que la semana pasada la losa de piedra berroqueña de tonelada y media que cubre la tumba del viejo dictador tembló tras aprobar el Parlamento la exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos. Inútil resolución no vinculante que ha de contar con la aprobación del Papa Bergoglio para profanar la tumba.

¿Qué imperiosa necesidad tiene el PSOE y la izquierda radical de resucitar a Franco? Es como sin él no pudieran vivir. Les mece un incomprensible rencor a pesar de que ninguno de los actuales líderes padeció al general durante su larga dictadura. Que sepamos el odio no es un virus que mute generación tras generación, ni se transmite a través de la leche materna. Pero entonces, ¿cuál es el dolor que mueve la venganza de esta casta de políticos después de 78 años de acabada la guerra civil? Dudo que la razón sea la Ley de la Memoria Histórica de ZP, o que padres o abuelos perdieran una República que recordemos se alzó con el poder en 1931 sin la legitimidad de las urnas, o que por la violencia, asesinatos e impunidad de aquella izquierda radical se consumase el alzamiento militar de 1936 que derivó en una guerra civil que solo ellos perdieron. O quizás la razón de tanto enfermizo rencor pase por no haber superado aun la incomoda realidad del mayoritario respaldo popular que el dictador mantuvo hasta su muerte durante cuarenta años, y del que nadie quiere hablar?

Ni con el ni sin él- debería rezar el lema de está izquierda española incapaz de olvidar y empeñada en borrar la historia que tanto le incomoda gracias a la connivencia con una derecha nuevamente acomplejada y perseguida por la ley. Y eso, que cada día resulta más difícil camuflar la verdad de lo sucedido en España desde el 14 de Abril de 1931 al 17 de Julio de 1936. Pero, a quién le importa lo que digo y escribo. El listado de demócratas -de uno y otro bando- que abogan por la exhumación de una momia es interminable, y los votos de quienes les respaldan se cifran en millones. Luego: ¿Qué régimen de libertades es este que se afana en profanar la historia para tapar la mierda de corruptos y lobistas de cuello blanco tan perversos como los anteriores?

La conclusión pasa por aceptar que entre todos hemos construido un perverso sistema del que resulta difícil escapar porque en España la política no es la solución. Es el problema.