Opinión

Fátima: canonización de los pastorcillos Jacinta y Francisco

El papa Francisco reza en el interior de la capilla del santuario de Fátima.

El papa Francisco reza en el interior de la capilla del santuario de Fátima. EFE

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

En el mismo lugar donde hace exactamente cien años se les apareció por sorpresa “una Señora más resplandeciente que el sol”, el Papa Francisco canonizó el sábado a Francisco y Jacinta Marto, dos de los tres pastorcillos que, junto con su prima Lucia dos Santos, cuidaban las ovejas y jugaban a construir una casita con piedras el mediodía del 13 de mayo de 1917.

Fátima es uno de los grandes iconos de la historia de la Iglesia del siglo XX y mucho más que los tres secretos revelados por la Virgen a los pastorcillos, capaz de atraer a miles de personas, católicas o no. Esta atracción se puso de manifiesto con la afluencia de más de 300.000 personas en la tarde noche del viernes durante el rezo del Santo Rosario, que fue precedido por un saludo a los peregrinos en el que abordó frontalmente una anomalía: la obsesión por los castigos apocalípticos y las falsas revelaciones catastrofistas. Con fuertes palabras dijo que “cometemos una gran injusticia contra Dios y su gracia en primer lugar el castigo de los pecados sin anteponer, como enseña el Evangelio, que son perdonados por su misericordia”. Añadió que hay que anteponer la misericordia al juicio, “dejemos de lado cualquier clase de miedo y temor porque eso no es propio de quien se siente amado”.

La asistencia fue todavía mayor en la mañana del sábado: más de medio millón de peregrinos venidos de todo el mundo- muchos de los cuales habían pasado la noche al raso en la explanada y otros ni siquiera pudieron entrar-, el Santo Padre ha comentado que «tenemos ante los ojos, como ejemplo para nosotros, a san Francisco Marto y santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios para que lo adoraran. El Papa se refería a los dos grandes retratos de los chiquillos que -en una preciosa mañana soleada- miraban hacia la inmensa multitud de peregrinos desde la fachada de la basílica. Con 10 y 9 años de edad en el momento de su fallecimiento por enfermedad, son los dos santos no mártires más jóvenes en la Iglesia.

Francisco ha centrado su homilía en el ejemplo de santidad de los dos hermanos, quienes recibían de Dios «la fuerza para superar las contrariedades y sufrimientos».
Las primeras fueron la incredulidad, a veces hostil, de su familia, vecinos e incluso de las autoridades, molestas por la afluencia de gente a Cova da Iría, donde la Virgen les había dado cita a la misma hora el día 13 de cada mes, y donde el número de personas que acudía era cada vez mayor. Llegarían a 70.000 el día de la última aparición, el 13 de octubre de 1917, cuando todos ellos vieron el espectacular “milagro del sol”.

Pero lo más importante, según el Papa es que “la presencia divina se fue haciendo más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y el deseo permanente de estar junto a "Jesús oculto" en el sagrario”.
Francisco ha recordado también que la Virgen les advirtió de los peligros del infierno. Tuvo lugar en la tercera aparición, la del 13 de julio, en que María les reveló un secreto de tres partes. En primer lugar, la visión del infierno. Después la advertencia de que si Rusia no se convertía, extendería sus errores a muchos países. En tercer lugar, la persecución contra la Iglesia y el atentado contra Juan Pablo II, ocurrido el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro.


Aunque recordaba el pasado, la mirada del Papa se dirigía al futuro y, continuaba en cierto modo la oración realizada ante la Virgen la noche anterior, asegurando que “de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y la humanidad»”.