Opinión

'Patria' de Aramburu: kilos de mentira entre toneladas de verdad

Patria, la última novela de Fernando Aramburu.

Patria, la última novela de Fernando Aramburu.

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Esta reseña contiene información que desvela ciertos desenlaces de la novela Patria. Sirva de advertencia para aquellos que aún no la hayan leído.

Después de leer Patria, me ha sorprendido el elogio común que ha recibido desde diferentes ámbitos. El último ha sido el Premio de la Crítica, que otorga la Asociación Española de Críticos Literarios. Aramburu "ha construido un elemento de perspectiva plural, donde las diferentes voces encuentran su lugar en la novela", ha resaltado el jurado.

A mi entender, es precisamente en esa perspectiva plural donde se encuentran algunas de las fallas de esta narración que mezcla “kilos de mentira con toneladas de verdad”.

De Patria me ha agitado positivamente su tesis dominante sobre la mezquindad y la enfermedad social en la que ha vivido el País Vasco y por extensión gran parte de España; con un personaje de sublime representatividad como es don Serapio, símbolo de la trágica complicidad de una parte importante de la Iglesia vasca, y que nos recuerda a ese monumento a la inmoralidad llamado obispo Setién. Sin embargo me ha decepcionado la concesión innecesaria e injusta sobre el maltrato en prisión. Salvo casos excepcionales, que han sido juzgados y repudiados por casi todos, ni las Fuerzas del Estado ni las víctimas han tomado la justicia por su mano. Las acusaciones de tortura formaban parte del manual de todo etarra, y Aramburu lo debería saber. Son varias páginas, que además son de las más flojas desde el punto de vista literario.

Vargas Llosa está en la larga nómina de los que aplauden la novela, pero también se apunta a la tesis de la inverosimilitud de ciertos pasajes de la misma, como por ejemplo el abrazo final de las dos madres protagonistas. Yo abundo aún más, añadiendo que es un flaco favor a la “verdad de las mentiras” que el etarra de la novela escriba una carta de perdón, amén de las torturas de las que he hablado más arriba. Las buenas novelas, por encima de los ensayos, tienen la capacidad de condensar en unos personajes la realidad, y así aclararla y facilitar la comprensión del mundo en el que vivimos. Los personajes de ficción de Patria pretenden, desde la pluma de Aramburu, explicarnos 30 años de la historia negra de nuestro país. Lo que le pasa a esos personajes, no sólo les pasa a ellos, sino que es la destilación de lo que pasó a los centenares o miles a los que representan. Más de 300 crímenes de ETA siguen sin ser juzgados y la banda no se ha disuelto ni entregado las armas. ETA está presente en las instituciones del País Vasco y Navarra donde gobierna con la complicidad de unos y el soslayo de otros, sin que los medios de comunicación ni la sociedad española hayan presionado para que simplemente se aplicase la ley. Nada de esto queda reflejado con ese abrazo final.

No obstante, Patria consigue aportar algo de dignidad a la historiografía dominante, escrita muchas veces por algunos de los que alaban la novela. La propia Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, ha criticado recientemente que los libros de texto de toda España no reflejan una condena clara del terrorismo. Su análisis de 14 libros de texto muestra una memoria absolutamente bastarda del terrorismo. En alguno de los libros se recogen fragmentos de comunicados etarras, pero en ninguno de ellos hay un testimonio de las víctimas.

Me pregunto que habrán pensado sobre este diálogo entre los dos hermanos (página 555), cuyo padre es asesinado por ETA, algunos de los que alaban la novela:

-Algún día no muy lejano pocos recordarán lo que pasó.

-Al final siempre gana el olvido.

-Pero nosotros no tenemos porque ser sus cómplices.

-No lo somos. Nuestra memoria no se borra con agua a presión. Y ya verás como nos echan en cara a las víctimas que nos negamos a mirar hacia el futuro. Dirán que buscamos venganza. Algunos ya han empezado a decirlo.

-Molestamos.

-No te puedes figurar cuánto.

Lástima que este fragmento tan lúcido no quede como tesis final de la novela, diluido en ese deletéreo mensaje de la paz que por desgracia no llegará nunca mientras no se haga verdadera justicia.