Opinión

Dios amparará a Altina-Txiki

Fernando Altuna, en el centro de la imagen, con Consuelo Ordóñez, se enfrenta a los proetarras en Alsasua.

Fernando Altuna, en el centro de la imagen, con Consuelo Ordóñez, se enfrenta a los proetarras en Alsasua.

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Siempre he sentido y manifestado que la ETA (con artículo, como la Mafia, la camorra, el KKK y tantas otras organizaciones criminales) es un veneno que, además de asesinados, mutilados, simples heridos, secuestrados, estragados y extorsionados, emponzoñó hasta el tuétano el alma de la sociedad vasca (y la navarra también, que no se vaya de rositas, a su actualidad me remito).

La muerte de Fernando Altuna Urcelay me ha sacado del error.

No quiero resultar cansino relatando la dolorosa y lamentable historia de Fernando. Los curiosos y/o interesados podrán teclear el nombre en cualquier buscador de internet y si lo unen a Covite, mejor.

Retornando al punto del reproche a la sociedad vasca, añado que extensivo a la española. Por la sencilla razón de que a los animales políticos que somos los humanos nos encanta que se nos den resueltos los problemas. Hasta ahí me incluyo, pero ¿qué pasa cuando algo o alguien viene a poner de manifiesto nuestras contradicciones? Ese algo/alguien has sido para mí la marcha de Fernando.

Recapitulo lo leído a partir del infausto 15 de marzo en el que su alma mudó a otro nivel que deseo más reparador y acogedor que este en el que tan cansado nos dejó.

Lo cierto es que la vida de Fernando habría sido bien distinta de no haber mediado el ignoto designio de seres al borde del analfabetismo y en pleno bestialismo que resolvieron acabar con la vida del padre a su temprana edad de 10 años. Tan cierto como que no acierto a imaginar más alta cota de amor filial que la sentida por Fernando cada día durante casi 37 años hasta no resistirlo más a pesar de la concha que supongo fue generando.

Vuelvo al reproche a las sociedades. La vasca, incontestable para mí, a partir de la muerte de Fer se iguala al que merece la española. Seguro que porque sociedad vasca y sociedad española lo mismo es, la primera txiki-sociedad y la otra sociedad a secas.

La ETA asesinó al padre de Fernando en 1980. Desde entonces su vida mudó a drama/tragedia, un día tras otro hasta el último de su vida. Pero no es el drama, la tragedia de Altuna lo que impulsa estas líneas. Más bien los de nuestra sociedad española.

La ETA asesinó a su padre. Claro que era “la ETA buena”, la “político-militar”. La misma ETA que estaba negociando su disolución con el gobierno de UCD (Rosón ministro e Izarra subsecretario). La Audiencia Nacional abrió sumario y lo cerró en menos de 24 horas por desconocerse los autores imputables (y, supongo, por no entorpecer las negociaciones en curso). Parece que el juez concernido se llamaba Carlos Dívar.

Voy avanzando. El de la ETA es el más execrable de los terrorismos posibles, más que el de los narcoterroristas colombianos o que el de los yihadistas de todo pelaje, por poner sólo dos ejemplos.

A los dos terrorismo aludidos primero los consideramos primero terrorismo y execrables en perspectiva de los métodos o sistema, por más que podríamos sintonizar con los fines pretendidos. Pero ¿qué hay del terrorismo etarra?: Como ha puesto negro sobre blanco Javier de Andrés, delegado del Gobierno en la Comunidad Autónoma del País Vasco en artículo publicado en la prensa regional con el título 'Sentimiento Altuna'. Tal es el de las víctimas de la ETA cuando los crímenes que arruinaron sus vidas son celebrados por una parte significativa de la sociedad, con silencio y menosprecio hacia los que los padecen o hacia sus deudos (txiki sociedad). Cuando constatan que en todos los demás crímenes hasta los criminales son conscientes de la perversión de sus acciones. Cuando, como Altuna desde el primer día se ha echado en falta al padre arrebatado, cuando cada día ha sentido la falta de la justicia, la de la sociedad y la de las instituciones (sociedad a secas).

Ese es el Sentimiento Altuna, el que le martirizó en sus 37 últimos años de los 47 de su malvivir, pero el mismo que le infundió ánimo hasta su postrero aliento en su memorable empeño de mapadelolvido,blogspot.com.es y en su activismo en el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite).

Ayer nos reunimos en San Antonio de los Alemanes de Madrid su familia y unos pocos de sus amigos y de los que admiramos a Fer para decirle “hasta pronto”. Su hijo “Altuna Txiki” leyó la epístola. ¡Qué parecido físico! Ambos, padre e hijo, fueron huérfanos en el mismo tramo de edad. Imploro al Altísimo, al que encomendamos el alma del primero, que ampare al hijo que tuvo por padre al mejor hijo.