REFLEXIONES

¿Y si fuera el amor el que parió al odio?

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  1. Opinión

Nos cuesta comprender dónde nació el odio de tantos jóvenes que crecieron en la abundancia de dinero, amor y dedicación. Cómo es posible que esta generación, que será o no la mejor preparada, pero que hemos luchado para que así sea, que por mucho que se nos quiera maltratar psicológicamente a las madres trabajadoras hemos dedicado mucho más tiempo y preocupación que la que recibimos, aun siendo hijos de madres amas de casa sin servicio doméstico y cuyo gran objetivo fue el desarrollo personal y profesional de sus hijos. Qué está en ellos para sentir tanta intolerancia hacia quien es diferente cuando hemos favorecido hasta la estupidez la tolerancia.

Quizá hemos sido demasiado perfectos y por esa necesidad de cambio de los jóvenes, provocamos el efecto contrario y, en este caso, el de la intolerancia. Pero creo que hay algo más, de tanto control amoroso que hemos ejercido hemos dejado descuidada la responsabilidad, en el colegio de mis hijos han tenido que prohibir que los padres lleven cualquier cosa que a los niños se les haya olvidado en casa y puedan necesitar, pues, para que los niños no fueran reprendidos, algunos padres (sobre todo madres) eran (es posible que yo misma lo haya hecho alguna vez) capaces de salir de su trabajo para llevárselo.

Crecen sin responsabilidades, en burbujas que les arropan y cuando llegan a enfrentarse al mundo no pueden entender que exista gente que ve la realidad de forma diferente, sólo ven la trompa o el culo del elefante y, no solo son incapaces de entender que otros ven otra parte del elefante, lo denigran, lo insultan e incluso son capaces de agredirlo físicamente.

Los más ancianos ven planteamientos semejantes a los pródromos de la guerra civil pero aquella violencia, sin ser justificable, nacía del hambre, de clases sociales amuralladas, de la represión permanente del pensamiento. Hoy se justifica con las injusticias y hambre de otros pero se alimenta de la responsabilidad imprevista con la que se encuentran cuando, incapaces de asumir que el mundo es lo que hacemos los que vivimos en él, se sienten impotentes por primera vez de conseguir sus expectativas, siempre cubiertas en la niñez y adolescencia hiperprolongada dentro del sistema tiránico filiopaternal que vivimos.  Todo ello aromatizado de marihuana y alcohol nihilizando el pensamiento y discapacitándoles para asumir la responsabilidad de su propia existencia.

No necesitamos más profesores en las aulas, ni padres/madres que estén más con sus hijos autoculpándose de lo que hacen o dejan de hacer con ellos, no necesitamos que les quiten los deberes porque no tenemos tiempo para hacerlos con ellos, necesitamos que se vean frustrados, que tengan problemas y aprendan a resolverlos por sí mismos, que se ocupen de sus hermanos pequeños, que pongan la mesa para poder cenar o hagan la cama para dormir bien. Necesitamos que no lleguen a los 16 años queriendo votar o abortar pero no sean capaces de verse en un futuro construyendo un mundo mejor. Necesitamos que entiendan que incluso en este país, con la jarana circulando por las venas, todos somos responsables de hacer que el talento que nos entregaron al nacer se multiplique aportando mayor bienestar en el trocito de vida que nos tocó patear.